miércoles, 14 de octubre de 2009

ANTIIMPERIALISMO EPILEPTICO

ANTIIMPERIALISMO EPILÉPTICO

La sociedad boliviana ha necesitado al indio y al mestizo como un contraboliviano, como la evidencia del mal y la decadencia, como un condenado en vida, como el contraste cobrizo de la casta blanca, criolla, europeizada, pálida y absurda, apostólica y romana; pero, los indios y los mestizos, fueron una cosa útil y dieron muchas buenas a la historia de nuestros países, dieron la memoria lúcida de que una nueva cultura, híbrida y contaminada, llena de rugosidades, para nuestro bien o nuestro mal, emergía en la historia del continente; ya César Vallejo, en esa su hondura poética del desgarro y desamparo americano, le cantó al mestizaje; y no, es que a lo largo de la historia de estos pueblos de la América del Sur, al indio y al mestizo, se los arropó con la mitología del miedo y la ignorancia, la incultura y los piojos y la sarna, no otra cosa, escribió, Alcides Arguedas en su “Pueblo Enfermo”.

Ahora, que indios y mestizos, con toda oportunidad y decisión, tienen la posibilidad de encontrar reivindicaciones como raza y clase, aparece, nuevamente, otra casta blanca, mimetizada bajo una simbología apócrifa, de la wiphala, del poncho rojo y la k’ulawa, la piedra y grandeza limitada de un Imperio perdido en el tiempo, tan sólo para hacerse con el poder efímero y circunstancial, del momento histórico del país, por cierto necesitado de cambio y transformación; ya escribí de que es imposible “el sueño boliviano con el sueño (angurria) masista”. Yo, les diría a mestizos e indígenas –conscientes de que no es posible sobrevivir en la mediterraneidad económica y política del mundo contemporáneo–, no para consolarles, que de eso se ocupó la cristiandad de la Iglesia ultraconservadora, sino para consolarme a mí mismo, si durante la época republicana hasta la caída de Sánchez de Lozada, se construyó un Estado sobre el lomo del indio y el mestizo, estigmatizados con la superstición y la ignorancia, hoy, ni más ni menos, el masismo repite el libreto, pues, sigue siendo un culito blanco, de manos féminas (o algún apellido italiano como Llorenti) el que erige la senda de nuestro destino y el pobrecito cocalero, campanario de ese pensamiento etéreo, sólo atina a repetir sin comprender lo que pasa su alrededor.

La nueva casta cobriza y blancoide de Palacio de Gobierno, elevó la imagen del caudillo a prototipo, sustentado por un discurso amañado y demagógico; el caudillo, ese personaje oscuro que puebla la historia política de nuestro país, tan ladino como un zorro o una hiena, de pronto, se convirtió, al mismo tiempo, por decisión propia y de manera involuntaria, en el nuevo dios de indios y campesinos y mestizos; y en lugar de redimir al indio y todos los excluidos de una sociedad excluyente por esencia, nada más termina por indianizar y desmestizar a todos, otra vez con el mito de la ignorancia, pero además, de la promesa paradisiaca del “todos para uno y uno para todos”; si la mortalidad infantil entre los hijos de la gente del campo –de manos encallecidas– no fuera la más alta de América Latina y quizá del mundo, podríamos pensar que las cosas andan bien; indígenas, campesinos y mestizos, han venido dando pruebas decididas de la voluntad de ser integrados e incluidos en una nueva sociedad, más allá de los flacos intereses de dirigentillos, tangenciales y serviles a la nueva casta burguesa de izquierdas.

Repasando la lista de las reivindicaciones –no esas de los nuevos magnates de la política, ni de los narcocapos de las cúpulas del MAS, que buscan fama, reconocimiento, dinero, títulos honoríficos…–, de los más pobres, de aquellos que en mis años de correrías pastorales, visité, acompañé y comí de su plato de lentejas, y con los que no hace mucho volví a charlar, de sus angustias y necesidades, me reconocí deudor de una profunda convicción por la liberación, hasta tal punto que corrí a mirarme en el espejo del baño, a ver si mi frente morena y mis manos, otrora agarraron el arado, la pala y la azada, cultivando la tierra, no habían cambiado de aspecto. Lo que les hizo a indígenas y mestizos, esa sociedad burguesa (la de los Reyes Villa, Samuel Doria Medina, Germán Antelo, Branco Marincovich…) nos han hecho en buena medida a todos los bolivianos. Recuerdo, cuando un catequista de tierra adentro, me dijo: “los campesinos no podemos ignorar la Ley, pero la Ley nos ha ignorado siempre a nosotros”. Eso no ha cambiado, pues, la Ley del masismo, hoy ignora a todo aquél que este en contra de los agoreros del paraíso terrenal del nuevo socialismo chavista.

La izquierda de letrina y los señoritos camaleónicos que divulgan su evangelio, del brazo de la chusma dirigencial masista, y que no pasan de ser unos antiimperialista epilépticos –sino, dígame usted, cómo es que don Fidel Surco, uno de los mayores cercadores de la democracia, vuele a Miami, rezando para que el Imperio le devuelva un ojo a su esposa–; yo creo que la izquierda y el masismo de Evo Morales, se parecen a los conejos, porque la insolencia y el mito del anticapitalista bueno y salvaje, se ha reproducido aceleradamente, entre gente ávida de chuparle al Estado; haber si de tanto coito conejil dentro del MAS sale algo nuevo por ahí.

Por el momento, la nueva casta, atea y leninista –sin tener idea de lo que eso significa– no difiriere en nada de la de antaño; debemos tener cuidado con esta nueva casta izquierdista, porque donde pisan o tocan, lo secan, lo aburren, le quitan el color y la gracia y la personalidad a las cosas. Los “izquierdistas epilépticos” de hoy, en nombre de la libertad, de su libertad, suelen cagarse en la libertad espontánea, natural y concreta de los demás, aunque, creo que, todavía los humos del poder que degustan como un buen vino, no les ha dejado caer en la cuenta de la providencialidad de su poder. Evo Morales, García Linera, el masismo, son provisionales. Y que han llegado a Palacio Quemado provisionalmente; eso de quedarse “para todo la vida”, no es más que el eco de un pensamiento anquilosado y puro cretinismo intelectual barato.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

No hay comentarios: