viernes, 26 de diciembre de 2008

MESIANISMO POLÍTICO

MESIANISMO POLÍTICO

El mesianismo político impulsó la formación de las sociedades modernas, aunque sus raíces se hunden en la Alianza veterotestamentaria y la liberación del éxodo. El nacionalismo no dudó en declarar a la nación como el mesías. Otros ejemplos: el facismo italiano hablaba del duce (Caudillo) de los tiempos finales. El nacional-socialismo alemán veneró al Fuhrer del Tercer Reich o eso que llamaron los nazis el “Reino de los mil años”. Saint Simon elevó a la categoría de mesías a la máquina porque creía que ésta iba a liberar al hombre de la fatiga y del trabajo. No hace mucho el marxismo convirtió al proletariado que se libró a sí mismo en el redentor redimido del mundo. Y este tiempo de modorra política, aparecen unos burócratas de izquierdas ensalzando un nuevo Fuhrer, indígena, que busca reinar durante 20 a 30 años, lo mismo que el castrismo en Cuba. Pero, no es éste el mesianismo político con el que debamos construir los bolivianos un sueño que nos haga más humanos.

Entendemos, aquí, por mesianismo político –sin dejar a un lado el tinte religioso y cristiano del mismo– una esperanza de futuro unida estrechamente a la creencia y firme convicción de su realización en la tierra y no en otra dimensión. Este mesianismo constructivo está latente en las demandas de todo movimiento en busca de reinvidicaciones justas y equitativas; está presente en los movimientos democráticos que claman respeto al orden jurídico y los Civil-Rights-Movement; está, en los movimientos cívico-sociales de participación ciudadana; sin embargo, los izquierdistas barrocos del gobierno del MAS, buscan ahogar la emergencia de una identidad nacional, a través de la imposición de un odio histórico, y la exaltación de identidades étnicas del pasado por sobre la unidad del país. De ahí que el lema del masismo sea “divide et impera”: domina mediante la partición (leamos antagonismos aberrantes como bueno/malo, antiimperialista/neoliberal, dignos/indignos, occidente/oriente, rural/urbano, indígena/k’ara, etc…).

Todo mesianismo político coherente asume que la democracia significa soberanía del pueblo frente al Estado autoritario, la prevalencia del Estado de derecho frente al Estado de poder; y no acepta el ejercicio del poder político sin acuerdos jurídicos, sencillamente, porque las leyes deben sustentarse en la verdad y nunca en la autoridad. El MAS durante estos tres años de gobierno ha asesinado el mesianismo político inscrito en lo más íntimo de la herencia histórica del pueblo boliviano; pues, sólo un sueño mesiánico democráta de vida, libertad y felicidad, puede ofrecernos una dirección hacia donde avanzar y, al mismo tiempo, estimularnos para luchar por la vida, la libertad y la dicha social.

A pesar del régimen de odio y mentira del MAS, no podemos renunciar al sueño de la igualdad, la libertad y felicidad de todos y cada uno de los bolivianos, porque es un sueño profundamente humano y, legítimamente boliviano; sólo podremos lograrlo como totalidad, como comunidad; sin embargo la realización de ese sueño corre el riesgo de ser portergado por mucho tiempo, porque, ese sueño boliviano es imposible como sueño masista. El socialismo del MAS no hace más que falsificar el verdadero socialismo de la humanidad y se convierte en categoría que justifica la hegemonía del aparato dirigencial sobre el resto de la población; y mucho más preocupante cuando el masismo practica un discurso apocalíptico (“si ganara el no al proyecto de constitución se nos viene una guerra civil”, diciendo han dicho algunos masistas) peligroso que apoya a las fuerzas que dan pie a la confrontación y el odio.

El mesianismo político de la esperanza, tan anidada en la memoria y herencia religiosa de millones de bolivianos, en el nacimiento del Hijo de Dios nos muestra la pristina inclinación de Dios hacia los de abajo. La ulterior predicación del Mesías, estaba dirigida a todos los hombres, precisamente, porque tomó partido por los débiles, los enfermos, los pobres y rechazados. Este mesianismo de Jesús de Nazareth debiera servirnos a los bolivianos para convertir cada esperanza en un programa, cada opinión en un mensaje, cada tarea en una misión; y toda lucha por le bien común en una cruzada; y cada nueva experiencia política en un himno a la unidad y no de disgregación y parcialización del país, en pequeñas naciones.

El indigenismo aberrante del masismo, no entiende que el pasado adquiere sentido sólo en la medida en que éste guarda algo que mira hacia el futuro para construir el presente; pero si sólo se lo usa para desenterrar odios y venganzas, no sirve para nada, sino para ser hollado y pisoteado por los hombres. En cambio el mesianismo político, la esperanza, el sueño humano, una ideología de la unidad, constituyen la luz y sal de todo quehacer político honesto que quiera hacer posible el sueño humano de Bolivia.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

lunes, 15 de diciembre de 2008

IDOLATRÍA Y ALIENACIÓN POLÍTICAS

IDOLATRÍA Y ALIENACIÓN POLÍTICAS

El proyecto político del Movimiento al Socialismo se sustenta en una religión política; y el objetivo que persigue a través de la misma no es otra cosa que la homogeneización del pueblo así como la constante búsqueda de una autoafirmación, tras el velo de la llamada interculturalidad; ésta categoría en el tejido discursivo del MAS pasa por un aberrante reduccionismo –bien entendida la “interculturalidad” es el diálogo entre culturas por medio de un diálogo dialogal, propuesta por Raimon Panikkar– porque insiste en la reconstrucción de una arcadia indígena, por encima de la diversidad cultural del país; todo indica que los masistas han intentado leer a Xavier Albo al pie de la letra, pues, esa es la interculturalidad que propone este autor: funcional y reduccionista.

La religión política del MAS también mistifica la autoafirmación en un origen que no existe y quiere glorificar un pasado histórico, que no es más que eso, pasado; los dioses creados por la religión política del actual gobierno, desde su olimpo palaciego, gobiernan al fragor del deseo, el culto y una desenfrenada veneración de parte de la masa; todo este esquema no es más que un castillo de naipes o el espejismo de un matrimonio (izquierda ortodoxa/movimientos sociales) que no tiene futuro alguno. Ya Karl Marx decía: “Los engendros de sus cabezas se les subieron a sus barbas. Ellos, los creadores, se prosternaron ante sus criaturas”. Esas criaturas, entre carnavalescas y pérfidas, han sabido adormecer a la masa (sus creadores) con un discurso escatológico totalmente demagogizado; los bolivianos y bolivianas tenemos la imperiosa necesidad de rechazar toda idolatría y alienación políticas, que el MAS está regando en nuestra sociedad; esa es la única forma de acabar con la tiranía del orgullo y el medio, propio de los engendros de toda religión política.

La idolatría es esencialmente toda absolutización de una cosa relativa (por ejemplo, el caudillo Evo Morales); es decir, el prejuicio de una tradición como el indigenismo, que elabora imágenes de ídolos, con freses como “primer presidente indígena”, “hermano evo”, “compañero presidente”, etc., para simplemente mantener poseído el espíritu de la masa; aunque bien sabemos que es inevitable en instituciones representativas poder sustraerse a una imagen visible; esta inevitabilidad ha sido muy bien explotada por los mentores del MAS, sobre todo, para teofanizar la realidad con la presencia del “pobre indiecito”.

¿Quién será capaz de vencer a estos diminutos dioses –Evo Morales, García Linera, J.R. Quintana, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, David Choquehuanca– traídos al escenario político, vía movimientos sociales, por intereses de las ONG, de forma tal que no vuelvan a levantar cabeza? Sólo los miles de bolivianos que creen en una comunidad imaginaria llamada Bolivia, bajo el reino de la libertad y el derecho. La imposición de la idolatría y alienación políticas es más que evidente, ¿acaso los elegidos por los movimientos sociales, corroídos ya por el poder político –efímero– no miran por encima del hombro a quienes dicen representar, y los representados sólo atinan a inclinar la cabeza ante un gobierno, en el que no tocan instrumento alguno? Porque este es ya el gobierno de la gran estafa a los pobres y desposeídos, a los condenados de la ciudad.

El cuarto presidente de los Estados Unidos, J.Q. Adams, sostenía: “La democracia no tiene monumentos, no crea medallas ni acuña la cabeza de un hombre en sus monedas. Su esencia verdadera es la iconoclastía”; y mucho menos una verdadera democracia estampa el rostro de un indiecito en los timbres de correo, ni premios nacionales de automovilismo ¿Banzer no organizaba también carreras para despistar al pueblo, antes de lanzar algún paquetazo?, tampoco chompas ni diseños exóticos (caros) en prendas de vestir. Toda democracia como un modo de vivir en sociedad, en el que quepan todos, por lo tanto, no puede tener dioses que humillan a los ciudadanos –sean estos humildes periodistas y/o cualquier otro ciudadano boliviano–, pero mucho menos que mellen su dignidad; una democracia sin ídolos ni imágenes, es la que tiene toda la fuerza para revisar críticamente toda forma política asentada en el poder y, sobre todo, la activación del pueblo para que controle estas formas; la crítica y destrucción de toda forma idolátrica y alienación políticas, desde el pueblo, tiene como premisa fundamental, la construcción de la libertad y la dicha pública. La religión política del MAS ignora completamente toda forma de democracia iconoclasta.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

miércoles, 10 de diciembre de 2008

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

Las reiteradas declaraciones del Viceministro Sacha Llorenti y Álvaro García Linera, sobre el papel público que la Iglesia debiera desempeñar, es sólo una muestra de la absoluta indigencia de ideas y del clima de intemperancia que reina en el poder ejecutivo. Estos intentos del masismo no es otra cosa que un complot contra la Iglesia, que lo es en última instancia contra el cristianismo; es una muestra del ateismo y disolución social, y por tanto, contraria a todo derecho, natural y revelado.

La Iglesia –más allá de los errores históricos por los que ha pasado– como muy bien lo ha expresado el padre Gramut Moragas S.J., “no es una ONG” o un sindi-cato; la historia humana adquiere sentido por la irrupción de Dios en la temporalidad humana. A lo largo de los mas de 2000 años de su existencia la Iglesia de una u otra forma, peregrina en la tierra, ha centrado todos sus esfuerzos para que la dignidad de Dios pase por sobre aquellos cuya dignidad fue despojada o sometida por el orden político en condiciones degradantes. Por eso, –y deben saberlo los masistas– la finalidad de la Iglesia ha sido y seguirá siendo la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo, pues, no se trata del hombre abstracto –como imagina el MAS–, sino del hombre real e histórico: “se trata de cada hombre y mujer, niños, jóvenes y ancianos, a los que el Estado dentista del MAS no puede ni llegará jamás”; por esa misma razón, la Iglesia, no puede estar exenta de los errores y pasiones humanas.

Los intentos por desprestigiar y mellar la labor de la Iglesia, tildando a su pastor de hacer política partidaria, por parte de algunos personajes grotescos de palacio de gobierno, no es nada nuevo ni invención alguna; tras la cortina de hierro de los países que cayeron bajo el yugo del totalitarismo comunista de la ex URSS, también se buscó borrar de la faz de la tierra a la religión, pero, más temprano que tarde ésta se vengó del comunismo extremo y terrorista, con la caída del muro de Berlín; hoy, los golpes que intenta asestar el MAS a la Iglesia, sólo busca torcer la mano de Dios, pero, toda intención de lograrlo será irremediablemente vana y constituirá sólo el testimonio de un puñado personajes engreídos por el poder político.

Cuando la inercia profética estaba haciendo aguas en la jerarquía, emerge la figura de Mons. Julio Terrazas, Cardenal de la Iglesia en Bolivia, –no con ese afán mezquino propio del poder político– para poner en práctica la misión a la que está llamado todo cristiano, anunciar la Buena Nueva y denunciar las injusticias que aquejan al pueblo; este obispo vallegrandino formado en lo más genuino de la Teología de la Liberación y el servicio a los más necesitados y pobres, alza su voz para alertar sobre los peligros que se ciernen sobre nuestro país, y entre ellos el flagelo del narcotráfico; los cerebros del ejecutivo, inmediatamente tras haber escuchado la voz del pastor de la Iglesia, se habrán preguntado, si el discurso sobre Dios del Cardenal Terrazas es opio religioso para el pueblo o un verdadero fermento de libertad; por supuesto, que los marxistas masistas escogieron la primera opción para su interpretación. La Iglesia y el Cardenal, no hacen política partidaria, porque su misión y su camino es el “hombre mismo” con todas sus contradicciones.

Si nos interrogáramos los cristianos y no cristianos sobre le efecto público que tiene el hablar –o callar– acerca de Dios y la realidad en una situación determinada, ésta pasará siempre por un compromiso evangélico de liberación no sólo espiritual como quisieran hacernos creer Sacha Llorenti y García Linera. Ya que hablar sobre el papel público de la Iglesia y todo intento de acallar su voz profética, son intentos demasiado indignos y pecaminosos como para que se piense siquiera en tomarlos en cuenta, porque Dios y la Iglesia no les debe nada a los masistas. Pues, la política eclesial socialista del MAS busca practicar la opresión de las iglesias invocando la razón de Estado y que no es más que una política de Estado atea respecto de la Iglesia. Y eso lo tienen muy claro los cristianos en Bolivia.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

miércoles, 3 de diciembre de 2008

DEMOCRACIA SITIADA

DEMOCRACIA SITIADA

La democracia en Bolivia está sitiada por la rapiña de la izquierda ortodoxa: por un lado, está decidido todo, coartadas, azares, secretos, pactos y toda la coercitividad estatal, para borrar del mapa político, la resistencia del movimiento cívico (aunque la idea no es tan mala, porque esto dará lugar a la emergencia de nuevos líderes e ideas nuevas); pero, otro lado, la democracia se encuentra sitiada, por la implantación de un proyecto de constitución, que una vez aprobado será moldeado y ajustado a los intereses de poder del partido único.

Todo régimen totalitario de izquierda, como el cubano o venezolano, no admite o simplemente enmascara su accionar bajo el manto de una democracia aparente. No es secreto para nadie que un buen porcentaje de políticos de izquierdas, hoy subidos al carro de los llamados movimientos sociales, fueron perseguidos o como uno de ellos ha dicho, “he vivido 10 años en la clandestinidad, así que nadie me enseña nada”; estos mismos repiten hoy la historia, el eterno retorno de la cosas (Niezstche), con la misma saña de sus otrora perseguidores banzeristas. Han recuperado de forma admirable la doctrina de la seguridad nacional, bajo el nombre de daños al Estado, sedición y terrorismo.

Quienes ahora disienten y lo harán mañana frente al proyecto totalitario, con el que la democracia se halla sitiada, asediada, no deben parar en sus esfuerzos hasta que cada uno de los bolivianos y bolivianas, o cada grupo humano tenga libertad interna y externa para vivir y poder proclamar: “yo soy quien soy” –no aquello que me quieren etiquetar– sin miedo a la represalia o al rechazo; el propósito último del proyecto masista articulado por miembros del partido comunista es desquiciarlo todo y vaya que lo están logrando y no importa –dice García Linera– el tiempo y los recursos necesarios para este fin.

No obstante, cuando el masismo habla de dignidad habría que recordarles a sus ideólogos, que la dignidad del ser humano tiene que ver –antes que el discurso– con la primacía que tiene la vida, pero, no una vida meramente confesada (para vivir bien, reza el slogan gubernamental), predicada, soñada, o remitida para más tarde; porque en lo más profundo de esta comunidad imaginada, el campesino corriente, el que espera cambios sustanciales, sabe que al dictadura sindical del MAS ha hecho y puede hacer más para que el despojo voluntario de una vida digna a partir del derecho y la libertad, sea cada vez más un anhelo; lo que los bolivianos perseguimos en última instancia es salir de la postración, pero, esto no será posible por la senda que nos quiere conducir al ortodoxia revolucionaria populista, porque no es más que la continuidad de lo que hasta ahora ha existido, y será peor aún: la exclusión, la pobreza, la brecha entre los privilegiados del partido y las masas sin conciencia.

El MAS ha sitiado la democracia por medio del “Estado dentista”, especializado en la extracción por medio de la tortura, pues, no otra cosa es la persecución política contra cualquier tipo de disidencia; una vez eliminados los y tomados los territorios de resistencia civil se viene la implacable y alarmante instauración de un archipiélago de comunidades locales (es decir los 5 niveles de autonomía) poco conectadas entre sí y que se reproducirán de forma endógena y cuya consecuencia inmediata es el sometimiento al yugo de los poderes supralocales (dirigencial) que se caracterizan por su enorme codicia como por su limitada ambición y capacidad en el orden administrativo.

La democracia de estos 25 años no es l producto de las víctimas de la dictadura es más de las nuevas generaciones educadas dentro de la óptica de la libertad y una concepción amplia del Estado de derecho; y no con esa izquierda rapiña que hoy aplica la coercitividad del Estado, ciegos ante las luchas individuales y sordos ante los anhelos individuales, y persigue no otra cosa que guiar y racionalizar la vida de cada uno de los miembros de esta comunidad imaginada, llamada Bolivia.

La democracia está sitiada por un Estado dentista y la imposición de un proyecto mezquino que salvaguarda el poder ideologizado de los rapaces comunista de anteayer.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos