martes, 25 de diciembre de 2012

GIACOMO LEOPARDI: dolor y sufrimiento


GIACOMO LEOPARDI: DOLOR Y ABURRIMIENTO
La primera noticia que tuve de Giacomo Leopardi fue la biografía sobre el poeta, escrita por Antonio Colinas, Hacia el infinito naufragio, de 1988. Allí me conmovió el dolor, la infelicidad de un espíritu delicado, frágil, tierno, sensible, noble y apasionado, puesto en un cuerpo joven y feo, como el que tuvo el poeta de Recanati. Y cómo el padre del poeta, el conde Monaldo Leopardi, condenó la existencia del pequeño Giacomo el infinito naufragio en la soledad, el dolor y el aburrimiento. Pero, Giacomo verá en la literatura, los libros, las lenguas, el único modo de evadir la condena de una vida estéril: “Así que en esta/ inmensidad se ahoga mi pensamiento/ y naufragar me es dulce en este mar” (Cosi tra questa/ Inmensità s’ annega il penseir mio:/ El il naufragar m’é dolce in questo mare).
En el Nombre de la rosa, Umberto Eco, habla de un libro escrito por un tal abate Vallet, en el que cuenta la terrible historia de Adso de Melk y cómo para seguir las huellas de ese escrito tropieza en Buenos Aires en una librería perdida, con un librito de un tal Milo Temesvar, que contenía citas del manuscrito  de Adso de Melk. En un país como el nuestro, también muchos textos de un valor incalculable, uno los puede encontrar en alguna librería desconocida o en las casetas donde se apilan montones de libros usados y piratas; cómo no va a ser el analfabetismo y la casi nula cultura de la lectura, una pandemia nacional, cuando un libro de paquete tiene el costo de la mitad de un sueldo básico, por tanto, inalcanzable para una gran mayoría; y es que además, sea este hoy un Estado Pluri o liberal hace unas décadas, nadie lee: no leen los mandarines ni los caudillos, ni los ministros, peor, los asambleístas, ni los catedráticos ni maestros, ni padres de familia, y, mucho menos los estudiantes, así, nadie lee en este país.
Pero, bueno, el Leopardi de Antonio Colinas, me abrió el apetito por sus Zibaldone, Pensamientos, Operetas y los Cantos de uno de los mayores poetas románticos del siglo XVIII en Europa, como llegó a decir Frederick Nietzsche. Empresa muy difícil hacerse con alguna de las obras del jorobado de Recanati, casi imposible en una ciudad como Cochabamba, donde las librerías se las puede contar con los dedos de la mano y todas, sin excepción, dignas hijas del buen ladrón. Aunque, como Eco, uno puede tropezar cuando menos lo espera con una joya literaria; desde hace un tiempo atrás, un peruano de dientes desordenados y que a través del celular envía sus mensajes, “el sábado estaré en Jordán. El revistero”; entre revistas de cocina, modas y textos pedagógicos, se entremezclan textos literarios fundamentales. Con gran alegría y sorpresa, uno de esos días, di con los Cantos de Leopardi, en una edición española bien cuidada de 1999; por fin, tenía entre mis manos al Leopardi del siglo XVIII.
En sus Cantos el poeta trasluce todo su dolor, su infelicidad, pero, a pesar del cuerpo frágil y enfermo que llevó por esta vida, no fue un resentido, más al contrario, toda su poesía es una invitación a construir y moldear la misma desventura humana: “(…) después que el sueño y los engaños/ de mi niñez murieron. Los alegres/ días de juventud rápidos pasan./ Quedan los males, la vejez, la sombra/ de la gélida muerte”. Para Leopardi, los días se tornan dolorosos, la juventud y la más delicada existencia se desgarra ante el desafío de vivir, “largo dolor mi mente iba minando”, dirá; incluso sumido el poeta en el dolor más desgarrador, no sólo el físico, va en busca del infinito e igual que Job, no llega a maldecir su vida, aunque el dolor de la misma sea insoportable: “Yo, mientras, me pregunto cuánto/ he de vivir aún, me arrojo al suelo/ y grito y me estremezco ¡Oh días horribles!/ en la florida edad”. “En mi temprana edad, cuando se espera/ ansiosamente el día festivo, o luego,/ cuando ha pasado, yo, doliente, en vela/ estrujaba la almohada”.
Todos los cantos de Leopardi están llenos de lamentos y melancolía, como si los hombres, el mundo, la vida humana, fueran unas cosas tristes e infelices: “(…) pues penosa/ era mi vida, y lo es, que no ha cambiado,/ ¡oh amada luna! Pero me complace/ el recuerdo, y el repasar las fechas/ de mi dolor”; por eso, para el poeta existen en este mundo dos hechos que son para los hombres dignos de consideración y ante los cuales se debe tomar una determinación: el amor y la muerte. “Mi destino ignoraba, y cuántas veces/ esta desnuda y dolorosa vida/ por la muerte gustoso habría cambiado”; asimismo, sostiene que todo el mundo es vanidad y que la vida merece no otra cosa que el desprecio y que éste es mejor que el hastío: “Y cuando al fin esta invocada muerte/ llegue a mi lado, y a mi desventura/ ponga término ya; cuando la tierra/ me sea extraño valle, y de mis ojos/ huya el futuro, acudirá a mi mente/ vuestro recuerdo”.
Los años que pasó Leopardi, oculto, abandonado, sin amor y sin vida en la casa paterna, le llevó a concebir los goces y bienes como algo simple; todo esto le lleva a una de las sentencias más notables, ni siquiera el nihilismo más radical logró alcanzar tan nítidamente: “(…) Aburrimiento/ es tan sólo la vida y fango el mundo”. A pesar de toda esta visión y concepción que recorre toda la poética de Leopardi, encontrará en la literatura y la poesía propiamente, el camino para su redención última, sin maldecir el día de su nacimiento y morir contento, porque, dirá: “Yo el agradable estudio/ dejando a veces, y las arduas páginas/ donde mi edad primera/ y lo mejor de mi agoté en parte”. Si la vida de Leopardi se consumió en la soledad más radical, fruto de su aburrimiento por la vida y ver el mundo como un fango en el que se hunden todas las esperanzas humanas, criticará vehementemente toda existencia fútil y estéril: “(…) Si vacíos/ mis años son, y si sombría, estéril,/ es mi estado mortal, poco me quita/ la fortuna”. Así, Giacomo Leopardi, rompiendo la barrera del tiempo y las edades o las modas, siempre será el poeta del dolor, la vida solitaria, el sufrimiento, la muerte y el laberinto de una biblioteca, donde consumió su desgraciada y corta vida. Mors est quies viatoris, finis est omnis laboris (La muerte es el descanso del viajero, al final de todo el trabajo).

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

jueves, 20 de diciembre de 2012

LOS PRÍNCIPES REVOLUCIONARIOS


LOS PRÍNCIPES REVOLUCIONARIOS

Un sangriento y mezquino sentimiento ha corroído nuestra historia como República, Nación, Pueblo y, finalmente, Estado: la violenta concepción de que aquellos que estaban antes destruyeron al país; por tanto, la convicción de que hay que reconstruirlo, construirlo y/o hacerlo de nuevo, invade los sentidos de hombres y mujeres en el curso de nuestra historia. En todos los momentos dramáticos que vivió el país, la sensación ha sido siempre la misma, tanto para liberales, conservadores, retrógrados, vanguardistas, revolucionarios o quienes sean: el nacimiento de otro país de entre las cenizas del antiguo. Pero cada nacimiento o fin de, según unos u otros, ha sido cuando menos un repetirse a sí mismo, igual que el entierro y desentierro del pepino paceño carnavalero de cada año.
Después de octubre negro, que poco a poco va borrándose de la memoria política, el país vivió un momento crucial: ¿ese momento era el fin o el nacimiento? Muchos bolivianos creían que comenzaba una oportunidad única para un país nuevo, una nueva sociedad, un nuevo Estado. Para saberlo, hoy, necesitamos ir al fondo de las cosas; y allá nos encontramos con que la ignorancia había sido el terreno más fértil para el cáncer que degrada una sociedad e impopulariza un gobierno: la corrupción. Y que no había sido tanto el choque de intereses materiales, el obstáculo fundamental en el movimiento histórico a instaurar, sino eso, la manera más fácil de hacerse con el dinero del pueblo, a través del Estado haciendo uso del poder. Por eso, si las revoluciones, no tienen la vocación y la voluntad de reforma social, política y moral, es inminente su derrumbe. Incluso, cuando el cáncer se ha instalado en la médula del Estado, la crítica del poder desde el poder no es más puro teatro.
El pensamiento crítico, ante esta realidad, no le queda otro camino, que desenmascarar la misión de la revolución y sus consejeros y sus príncipes revolucionarios; pues, ni la revolución ni sus consejeros logran que los príncipes escuchen el clamor del pueblo, sencillamente, porque están sordos o no quieren oír, como todos los príncipes revolucionarios en la historia; ante esta enfermedad que acaba asfixiando a gobiernos progresistas, se hace incurable cuando a ésta se unen la burocracia estatal y la corruptela; y si el régimen es intransigente, el mismo país corre el riesgo de perder el futuro, hasta la incipiente identidad que se quiere ir construyendo.
Los príncipes revolucionarios debido a su inflexible postura totalitaria, están conduciendo al país al fracaso histórico en tres direcciones: no se ha instaurado un régimen democrático; tampoco se ha logrado realizar una razonable prosperidad y dignidad de los ciudadanos, sobre todo, con los campesinos y obreros; y hasta ahora, no se avizora por ningún lado, la nación moderna, dueña de sus recursos, reconciliada con su historia y decidida a enfrentarse con su futuro.
Entre los logros más sobresalientes de la revolución en nuestro país están: no se logró liquidar totalmente ni el latifundio ni las oligarquías; es notable la dictadura personal del caudillo. Y es que los príncipes revolucionarios, no saben crear una nueva agricultura, ni explotar ni administrar bien los recursos naturales, en fin, la política nacionalista de los príncipes, no es capaz de romper las cadenas que sujetan al país a los poderes e intereses transnacionales, como siempre fue la historia de este país.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

sábado, 1 de diciembre de 2012

PODER, RIQUEZA Y REVOLUCION


PODER, RIQUEZA Y REVOLUCIÓN
La política del actual gobierno, como acaba de decirlo, aunque en voz baja, Carlos Mesa, en muchos aspectos es admirable, y uno de ellos la bonificación que insufla movimiento económico y lucha efectivamente contra la pobreza. A pesar de que no comparto las opiniones del otrora Vice de Goni Sánchez de Lozada, en muchos otros aspectos, el gobierno debe revisar profundamente sus políticas; por ejemplo, la política internacional, que debe tender mucho más hacia una actitud abierta, hacia una negociación bilateral seria; y de una vez por todas, debiera desterrarse de nuestra política internacional, el énfasis en los gestos antes que las acciones, pues, el mundo hace mucho tiempo dejó de moverse en torno a dos bloques y/o rivalidades de potencias antagónicas.
Por otro lado, la política cultural del gobierno, si quiere sostener una revolución que vaya más allá de las meras resonancias, debe superar algunas limitaciones; es necesario dar un salto cualitativo, de una revolución cultural centrada en el folklor, por una atención más exclusiva hacia la universidad y todos los aspectos superiores de la cultura, la ciencia, el saber desinteresado del arte y la literatura libre. Al parecer los gustos artísticos de los actuales gobernantes no logran superar el didactismo pseudorevolucionario y etnocentrista. Ya hemos vivido 150 años de un arte público convertido en un arte estatal, que siempre se nutrió de la glorificación de las figuras históricas. El gobierno debe tener mucho cuidado de aplicar políticas públicas y proyectos de Estado fuera del marco del contexto nacional; no se puede insistir en una educación socialista o marxista en un país que no es ni socialista ni liberal, pues, el peligro inminente es la enajenación ideológica.
No cabe duda de que aspectos como el económico y social, son importantes en la construcción de un nuevo Estado –sea Plurinacional u de otra índole–, habrá que verificar hasta qué punto la nacionalización del petróleo ha sido un gran paso y que los frutos esperados sean evidentes, esta es una tarea urgente sobre la cuál es necesario una investigación óptima, igual que sobre la política agraria y minera; por supuesto, que hay que prever cualquier consecuencia desastrosa del irreflexivo culto al desarrollo y desenfrenada industrialización; estas políticas no pueden responder a modelos e intereses foráneos, ni desarrollo a la norteamericana o China, tampoco la implantación de socialismos a la cubana o venezolana, sino, a la boliviana y no otra cosa. El camino escogido con la economía plural, la industrialización, la nacionalización, etc., no tienen que constituir un muro contra el cual se estrellen los intentos de cambio y transformación, sino la vía para resolver los eternos problemas de nuestro país: la pobreza y exclusión social. Asimismo, hay que tener mucho cuidado, de que ese otro sector del país, el menos desarrollado o menos favorecido, tienda a crecer desmesuradamente como el Almohadón de plumas, de Horacio Quiroga, y acabe por subsionar todo intento de transformación. Es hora de tomar medidas serias y coherentes, en contra de toda centralización demográfica, política, económica y cultural, que termine haciendo de una región la más hinchada mientras el resto endeble del país muere.
Es necesario recordarles a los gobernantes, que un admirable modo de ser líder y servidor público, pasa por dejar el poder en algún momento voluntariamente y rechazar toda tentación de convertirse en ídolos o querer gobernar eternamente detrás del trono. El verdadero revolucionario, crea las condiciones para que la gente tenga la sensación de que quien lo gobierna es un hombre de carne y hueso, un hombre tan igual como todos, un ser embarrado de todas las experiencias humanas.
En nuestro país se vive una rara atracción por el poder, mucho más que por la riqueza o quizá ambas. Es muy difícil ahora en la política nacional, por ejemplo, pasar de los negocios al mundo de la política, como ocurría en el tiempo de los gobiernos neoliberales; por esa razón es más que imposible que algún día, Mister Doria Medina, llegue a ser presidente de este país. Pero, sí existe la tentación siempre latente de pasar de la política a los negocios con mucha facilidad. Y quizá, un rasgo muy característico de la actual política nacional es la codicia por el poder y no tanto por los negocios o la riqueza como tal. Las revoluciones si quieren ser eso, revoluciones en todo el sentido de la palabra, deben desterrar el apetito por el poder y el dinero, por sobre lo humano. Poder, riqueza y revolución es una triada incompatible para todo proceso de cambio.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

lunes, 26 de noviembre de 2012

JUAN DEL GRANADO

El jefe máximo del Movimiento Sin Miedo (MSM) -y que nada tiene que ver con la feliz expresión de Nietzsche, “Nosotros los sin miedo”-, Juan del Granado, ha hecho horas antes del Censo de población y vivienda 2012, unas in
felices declaraciones, propias de político que no piensa en absoluto antes de emitir opinión alguna. El doctor Del Granado, dijo que se definiría en el Censo como Chimán ante la pregunta de la pertenencia o no a algún pueblo originario campesino presente en la boleta censal; como si la identidad fuera algo que se cambia igual que las corbatas o los calcetines del señor Del Granado. Hasta donde sabemos los bolivianos, los indígenas del TIPNIS, no viven en condominios con ascensor, ni tienen gas domiciliario, ni luz eléctrica, mucho menos televisión por cable y peor aún empleada doméstica, que les permita con tanta facilidad cambiar una u otra identidad, por ejemplo, blancoide o descendientes de las familias más aburguesadas como la del jefe del MSM.
Del Granado, apellido tan españolísimo como Rajoy, Azkargorta, Franco o el PPE, y como todo ilustre oportunista de la hora actual, parece estar intentando un peligroso equilibrismo inevitable entre una derecha decadente, incivilizada y una izquierda con un rostro humano no tan claro; una postura no tan elegante como sus abombados ternos y bithles oscuros o los buenos modales de convertir el partido en una hacienda familiar, sino, ahí está la señora portavoz del MSM, Marcela Rebollo. Así, como van las cosas, el señor del Granado y el MSM, cada vez más se van acercando al fascismo de derechas, no otra muestra es su alianza con el gonismo retrógrado; por tanto, se aleja cada vez más de la verdadera justicia del pueblo, porque declararse identitariamente como Movima, Yuracare, Chiriguano y/o alguna de las 42 nacionalidades reconocidas por la Constitución, y sin serlo, no es sino una rampante discriminación hacia esas naciones. Le haría muy bien al señor Del Granado realizar una corta inculturación en el mundo indígena y la vida de los pobres, para ser coherente y solidario con su discurso.
Y claro, al ilustre abogado perseguidor de dictadores, no le ha salido bien el negocio de alzarse con la voz de los indígenas, porque estos, hoy como nunca antes, tienen y dicen muchas más cosas interesantes que cualquier culito blanco. Don Juan, podía haber quedado como una opción ante la ausencia total de opciones para el país, ahora, va a quedar como un falso profeta y libertador de terno, sin monóculo y sin corona; sólo le queda la fachada de haber sido un alcalde más o menos exitoso de una de las ciudades importantes de Bolivia, porque para ser revolucionario de derechas o de izquierdas, no se necesita equilibrismos de ningún tipo; pues, los ricos de los países periféricos como el nuestro, han tendido siempre dentro de la lógica equilibrista, a tener complejo de pobres, por eso se afanan en ser los más ricos y lo consiguen por medio de la política, que encubre el narcotráfico, contrabando, corrupción, tráfico de influencias y demás.
En sus infortunadas y desatinadas declaraciones de don Juan Del Granado, está claro que al MSM, no le mueve Carlos Marxs o Gramsci, ni siquiera Quiroga Santa Cruz, sino un capitalismo exacerbado y exasperado; y debiera saber don Juan que las masas hoy ya no se fían de los líderes (héroes) elegantes y títulos nobiliarios; políticos como Juan Del Granado están bien para las novelas de Scott Fitzgerald, vestidos de gran Gastby, porque el MSM y su jefe no representan por el momento nada revolucionario, al contrario es el rostro de algo involutivo, nostálgico y anticuado.
La figura de don Juan Del Granado, con sus declaraciones y otras posturas, no pasa de ser antiguo y señorial, por el apellido para empezar, y tan nostálgico como el tango Illimani. Definirse por solidaridad o pedantería algo que no se es, es igual que ser un reyezuelo con luces de salvador que se hunde en medio del mar.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

lunes, 22 de octubre de 2012

HOMERO CARVALHO OLIVA

HOMERO CARVALHO OLIVA
Me dice el artista plástico Carlos Rimassa (Chaly), que, en nuestro país tenemos poetas por todas partes, hasta puede uno encontrarlos debajo de cada piedra. Homero Carvalho Oliva, después de haber escrito El cazador de sueños, Los Reinos Dorados y su recientemente galardonado Inventario nocturno con el premio de poesía 2012, no es de esos poetas que viven y escriben bajo las piedras. Homero, además de narrador y novelista, es un gran poeta y poeta a secas. Poeta de la estirpe de Arquíloco, Homero, Virgilio, Dante, Baudelaire, Verlaine, Aleixandri, Dámaso Alonso, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz, Pablo Neruda, Benedetti, Borges y/o Pedro Shimose.
Carvalho Oliva, beniano como la selva de los Reinos Dorados y/o los Reinos Dorados de la selva, ha usado siempre camisas de lino, blancas muy blancas, sombrero de sao y una gafas de montura fina igual que las hojas del motacú; y, sobre todo, un inconfundible bigote nevado, hirsuto, como los bagres del río Beni. Y ese su verso que va parodiando las edades del tiempo: “yo seré tus sueños / y habitaré tus palabras / para que juntos cantemos la historia de los Reinos Dorados”, susurra la hondura poética de Homero desde los más recóndito de la memoria guardada y donde la imagen del padre es ya inmortal.
Homero Carvalho, desde sus primero años, tuvo un pie fuera de Santa Ana de Yacuma, lejos del río y de los pájaros, residió muchos años a los pies del nevado más imponente del altiplano boliviano, La Paz. Y como todo buen viajero de la vida y la historia, experimentó los escarnios y la soledad del exilio: por un lado, la dictadura de los 80 lo empujó a la tierra de Tenochtitlan y Moctezuma; y desde la década de los 90 ­–igual que Claudio Ferrufino Coqueugniot– se exilió voluntariamente en Santa Cruz de la Sierra.
Este poeta movima, nacido “en ese mundo dorado/ donde todo era nuevo/ donde todo era asombro/ y ante todo estaba el Agua / el río / la lluvia”, es el ejemplo de beniano hecho para viajar y vivir en la literatura. Habitante de la palabra para contar, novelar y poetizar esos mundos dorados de la selva, tenía, además desde que su padre lo hiciera bautizar con el nombre del autor de la Ilíada y la Odisea, el destino puesto en la escritura; por esa razón sus versos tienen ese tono andante propio del hombre del oriente, que va dejando un reguero de imágenes del arco iris, del río, la selva, la lluvia, el viento, sus antepasados y el verde manto de la amazonia boliviana; en sus versos las imágenes llegan a la palabra escrita, sencillamente, para hablarnos del cruce de caminos por los que transita y seguirá andando este enorme poeta movima de Santa Ana de Yacuma.
Homero Carvalho como poeta es inclasificable generacionalmente, y es que se parece más aun aedo de cantar jondo, o como dice el gaucho Martín Fierro: “Mas, si me pongo a cantar, / no tengo cuando acabar, / y me evanezco cantando. / Las coplas me van brotando / como agua del manantial”. Así ha defendido con el mismo ahínco los ideales de la libertad, la justicia, al hombre y la madre naturaleza. Es una figura que se lanzó a recorrer los caminos del pantano, del fango de la selva, igual que un profeta de su tierra. Es uno de esos escritores que no ha necesitado enemigos para defender y escribir sobre la estrecha relación del hombre con la naturaleza y como no pertenece a ninguna escuela, ni generación ni estilo de corriente alguna, en el grito y canto lírico de su verso suena el salmo y un quedo de modernismo. A pesar de ello, Homero debiera ser bien catalogado en los manuales de literatura nacional, como el poeta-tipo, como el beniano-tipo, que gusta cantar las maravillas de su tierra, al sabor del achachairú, al río, a la lluvia y al agua. Homero Carvalho ha sido un exilado nato y un apasionado por la palabra lírica y que ha ido dejando tras de sí la polvareda de sus versos como el Cazador de sueños, Los Reinos Dorados e Inventario nocturno.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

martes, 28 de agosto de 2012

EL PALACIO DE CRISTAL


EL PALACIO DE CRISTAL

No pasó mucho tiempo antes de que el presi del Estado Pluri empiece nuevamente a hablar pendejadas, dirían los colombianos. Después de llenar todo un libro, Las evonadas, con las expresiones más abruptas, inconsistentes, inconscientes, carentes de sentido, que se hayan podido registrar en la historia de castellano en Latinoamérica, otra vez se enreda en la lengua de Cervantes y lo hace con su lengua; por supuesto que la falta de identidad en su persona, de alguna forma le hace sentir incómodo en una lengua tan colonial como la Ibérica, sin embargo, para sorpresa nuestra y en contra de la Constitución, al parecer tampoco se siente a gusto ni en el aymará ni el quechua.
Santa Cruz de la Sierra, más allá de toda la frivolidad, el glamour, el derroche, la violencia y la enorme brecha entre el primer anillo y las villas, simbolizan las aspiraciones y esperanzas de toda una sociedad, embarcada en la modernización, como ninguna otra ciudad boliviana, y en todo esto sólo busca que sus ciudadanos se sientan bien en ella. Cualquier ataque sobre tópico alguno así sea un estigma como la flojera, tan ofensivamente aplicada por los altiplánicos hacia el camba o habitante del oriente, no es otra cosa que un latigazo a toda la gente de la región. Los seguidores de Evo Morales, como la ministra Dávila o el ministro Romero, han salido a la palestra para tratar de interpretar lo ininterpretable del discurso presidencial en Copacabana, lo que revela la escasa episteme de un gobierno de ideócratas, que no saben cómo embellecer al Ogro filantrópico Evo Morales, dizque además, el primer presi indígena y que no es más que la suprema encarnación de la megalomanía desorientada.
El hombre Subterráneo, de Fedor Dostoievski, en su incesante diálogo consigo mismo dice: “Al hombre le encanta crear caminos, sobre eso no hay discusión. Pero… ¿no será… que instintivamente tiene miedo de alcanzar su meta y de completar el edificio que está construyendo? Quien sabe, tal vez ese edificio sólo le guste desde cierta distancia y no le guste nada desde cerca, quizá sólo le guste construirlo, y no quiera vivir en él”. Por ahora los únicos que se sienten a sus anchas en el edificio que quieren construir los masistas, bajo la bandera de un Estado Pluri, anticolonial, antiimperialista, antineoliberal, dicen, no son los campesinos ni los más pobres, sino los ideólogos del Partido único, porque han logrado instalarse cómodamente en la historia de este país, gracias a la farsa del cambio y la utopía del despegue económico hasta el 2025. Pero, para una gran mayoría de bolivianos, los signos más evidentes de cambio son la de un Estado corrupto, prevendalista, burocratizado hasta la mugre, policial, y sienten que la brecha entre las esperanzas de una mejor condición de vida y su realización, ilustran el miedo del Hombre Subterráneo.
Para hombres y mujeres que creen en la aventura creativa de hacer una sociedad más justa y fraterna, al parecer sus sueños de un país mejor construido y donde todos puedan caber y no sólo los ideócratas del Partido, se van transformando lentamente en una pesadilla.
Los trabalenguas discursivos del Señor Presidente, sólo son la punta de un ovillo de proporciones indescriptibles. El problema es mucho más álgido de lo que parece. Un gobierno que concibe y planea un gran cambio para sus ciudadanos, y que sin embargo se torna hostil y despoja a la gente de sus prerrogativas tan básicas como hablar, reunirse, discutir, disentir, comunicar sus necesidades y expresar libremente sus ideas, es que la democracia está siendo asesinada a sangre fría. La muestra más clara de los defectos que padece un régimen así es la intolerancia. Los procesos iniciados por el gobierno y sus afines, ya suman por centenares. El último anunciado contra la Agencia de Noticias Fides (ANF), el Diario y Página Siete, no es ninguna novedad, sino la práctica inevitable de un gobierno que tiene por cabeza a un Big Brother, un Tirano Banderas, un Yo el Supremo, un Patriarca, que cree que el trabajo dizque honrado de cocaleros lo ha llevado a un Palacio de Cristal, los nazis quisieron quedarse una eternidad pero sólo duraron 12 años. Por mucho que sueñe el Stalin andino con el paraíso terrenal, tarde a más temprano su Palacio de Cristal estallará en mil pedazos.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo