viernes, 26 de diciembre de 2008

MESIANISMO POLÍTICO

MESIANISMO POLÍTICO

El mesianismo político impulsó la formación de las sociedades modernas, aunque sus raíces se hunden en la Alianza veterotestamentaria y la liberación del éxodo. El nacionalismo no dudó en declarar a la nación como el mesías. Otros ejemplos: el facismo italiano hablaba del duce (Caudillo) de los tiempos finales. El nacional-socialismo alemán veneró al Fuhrer del Tercer Reich o eso que llamaron los nazis el “Reino de los mil años”. Saint Simon elevó a la categoría de mesías a la máquina porque creía que ésta iba a liberar al hombre de la fatiga y del trabajo. No hace mucho el marxismo convirtió al proletariado que se libró a sí mismo en el redentor redimido del mundo. Y este tiempo de modorra política, aparecen unos burócratas de izquierdas ensalzando un nuevo Fuhrer, indígena, que busca reinar durante 20 a 30 años, lo mismo que el castrismo en Cuba. Pero, no es éste el mesianismo político con el que debamos construir los bolivianos un sueño que nos haga más humanos.

Entendemos, aquí, por mesianismo político –sin dejar a un lado el tinte religioso y cristiano del mismo– una esperanza de futuro unida estrechamente a la creencia y firme convicción de su realización en la tierra y no en otra dimensión. Este mesianismo constructivo está latente en las demandas de todo movimiento en busca de reinvidicaciones justas y equitativas; está presente en los movimientos democráticos que claman respeto al orden jurídico y los Civil-Rights-Movement; está, en los movimientos cívico-sociales de participación ciudadana; sin embargo, los izquierdistas barrocos del gobierno del MAS, buscan ahogar la emergencia de una identidad nacional, a través de la imposición de un odio histórico, y la exaltación de identidades étnicas del pasado por sobre la unidad del país. De ahí que el lema del masismo sea “divide et impera”: domina mediante la partición (leamos antagonismos aberrantes como bueno/malo, antiimperialista/neoliberal, dignos/indignos, occidente/oriente, rural/urbano, indígena/k’ara, etc…).

Todo mesianismo político coherente asume que la democracia significa soberanía del pueblo frente al Estado autoritario, la prevalencia del Estado de derecho frente al Estado de poder; y no acepta el ejercicio del poder político sin acuerdos jurídicos, sencillamente, porque las leyes deben sustentarse en la verdad y nunca en la autoridad. El MAS durante estos tres años de gobierno ha asesinado el mesianismo político inscrito en lo más íntimo de la herencia histórica del pueblo boliviano; pues, sólo un sueño mesiánico democráta de vida, libertad y felicidad, puede ofrecernos una dirección hacia donde avanzar y, al mismo tiempo, estimularnos para luchar por la vida, la libertad y la dicha social.

A pesar del régimen de odio y mentira del MAS, no podemos renunciar al sueño de la igualdad, la libertad y felicidad de todos y cada uno de los bolivianos, porque es un sueño profundamente humano y, legítimamente boliviano; sólo podremos lograrlo como totalidad, como comunidad; sin embargo la realización de ese sueño corre el riesgo de ser portergado por mucho tiempo, porque, ese sueño boliviano es imposible como sueño masista. El socialismo del MAS no hace más que falsificar el verdadero socialismo de la humanidad y se convierte en categoría que justifica la hegemonía del aparato dirigencial sobre el resto de la población; y mucho más preocupante cuando el masismo practica un discurso apocalíptico (“si ganara el no al proyecto de constitución se nos viene una guerra civil”, diciendo han dicho algunos masistas) peligroso que apoya a las fuerzas que dan pie a la confrontación y el odio.

El mesianismo político de la esperanza, tan anidada en la memoria y herencia religiosa de millones de bolivianos, en el nacimiento del Hijo de Dios nos muestra la pristina inclinación de Dios hacia los de abajo. La ulterior predicación del Mesías, estaba dirigida a todos los hombres, precisamente, porque tomó partido por los débiles, los enfermos, los pobres y rechazados. Este mesianismo de Jesús de Nazareth debiera servirnos a los bolivianos para convertir cada esperanza en un programa, cada opinión en un mensaje, cada tarea en una misión; y toda lucha por le bien común en una cruzada; y cada nueva experiencia política en un himno a la unidad y no de disgregación y parcialización del país, en pequeñas naciones.

El indigenismo aberrante del masismo, no entiende que el pasado adquiere sentido sólo en la medida en que éste guarda algo que mira hacia el futuro para construir el presente; pero si sólo se lo usa para desenterrar odios y venganzas, no sirve para nada, sino para ser hollado y pisoteado por los hombres. En cambio el mesianismo político, la esperanza, el sueño humano, una ideología de la unidad, constituyen la luz y sal de todo quehacer político honesto que quiera hacer posible el sueño humano de Bolivia.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

lunes, 15 de diciembre de 2008

IDOLATRÍA Y ALIENACIÓN POLÍTICAS

IDOLATRÍA Y ALIENACIÓN POLÍTICAS

El proyecto político del Movimiento al Socialismo se sustenta en una religión política; y el objetivo que persigue a través de la misma no es otra cosa que la homogeneización del pueblo así como la constante búsqueda de una autoafirmación, tras el velo de la llamada interculturalidad; ésta categoría en el tejido discursivo del MAS pasa por un aberrante reduccionismo –bien entendida la “interculturalidad” es el diálogo entre culturas por medio de un diálogo dialogal, propuesta por Raimon Panikkar– porque insiste en la reconstrucción de una arcadia indígena, por encima de la diversidad cultural del país; todo indica que los masistas han intentado leer a Xavier Albo al pie de la letra, pues, esa es la interculturalidad que propone este autor: funcional y reduccionista.

La religión política del MAS también mistifica la autoafirmación en un origen que no existe y quiere glorificar un pasado histórico, que no es más que eso, pasado; los dioses creados por la religión política del actual gobierno, desde su olimpo palaciego, gobiernan al fragor del deseo, el culto y una desenfrenada veneración de parte de la masa; todo este esquema no es más que un castillo de naipes o el espejismo de un matrimonio (izquierda ortodoxa/movimientos sociales) que no tiene futuro alguno. Ya Karl Marx decía: “Los engendros de sus cabezas se les subieron a sus barbas. Ellos, los creadores, se prosternaron ante sus criaturas”. Esas criaturas, entre carnavalescas y pérfidas, han sabido adormecer a la masa (sus creadores) con un discurso escatológico totalmente demagogizado; los bolivianos y bolivianas tenemos la imperiosa necesidad de rechazar toda idolatría y alienación políticas, que el MAS está regando en nuestra sociedad; esa es la única forma de acabar con la tiranía del orgullo y el medio, propio de los engendros de toda religión política.

La idolatría es esencialmente toda absolutización de una cosa relativa (por ejemplo, el caudillo Evo Morales); es decir, el prejuicio de una tradición como el indigenismo, que elabora imágenes de ídolos, con freses como “primer presidente indígena”, “hermano evo”, “compañero presidente”, etc., para simplemente mantener poseído el espíritu de la masa; aunque bien sabemos que es inevitable en instituciones representativas poder sustraerse a una imagen visible; esta inevitabilidad ha sido muy bien explotada por los mentores del MAS, sobre todo, para teofanizar la realidad con la presencia del “pobre indiecito”.

¿Quién será capaz de vencer a estos diminutos dioses –Evo Morales, García Linera, J.R. Quintana, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, David Choquehuanca– traídos al escenario político, vía movimientos sociales, por intereses de las ONG, de forma tal que no vuelvan a levantar cabeza? Sólo los miles de bolivianos que creen en una comunidad imaginaria llamada Bolivia, bajo el reino de la libertad y el derecho. La imposición de la idolatría y alienación políticas es más que evidente, ¿acaso los elegidos por los movimientos sociales, corroídos ya por el poder político –efímero– no miran por encima del hombro a quienes dicen representar, y los representados sólo atinan a inclinar la cabeza ante un gobierno, en el que no tocan instrumento alguno? Porque este es ya el gobierno de la gran estafa a los pobres y desposeídos, a los condenados de la ciudad.

El cuarto presidente de los Estados Unidos, J.Q. Adams, sostenía: “La democracia no tiene monumentos, no crea medallas ni acuña la cabeza de un hombre en sus monedas. Su esencia verdadera es la iconoclastía”; y mucho menos una verdadera democracia estampa el rostro de un indiecito en los timbres de correo, ni premios nacionales de automovilismo ¿Banzer no organizaba también carreras para despistar al pueblo, antes de lanzar algún paquetazo?, tampoco chompas ni diseños exóticos (caros) en prendas de vestir. Toda democracia como un modo de vivir en sociedad, en el que quepan todos, por lo tanto, no puede tener dioses que humillan a los ciudadanos –sean estos humildes periodistas y/o cualquier otro ciudadano boliviano–, pero mucho menos que mellen su dignidad; una democracia sin ídolos ni imágenes, es la que tiene toda la fuerza para revisar críticamente toda forma política asentada en el poder y, sobre todo, la activación del pueblo para que controle estas formas; la crítica y destrucción de toda forma idolátrica y alienación políticas, desde el pueblo, tiene como premisa fundamental, la construcción de la libertad y la dicha pública. La religión política del MAS ignora completamente toda forma de democracia iconoclasta.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

miércoles, 10 de diciembre de 2008

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

Las reiteradas declaraciones del Viceministro Sacha Llorenti y Álvaro García Linera, sobre el papel público que la Iglesia debiera desempeñar, es sólo una muestra de la absoluta indigencia de ideas y del clima de intemperancia que reina en el poder ejecutivo. Estos intentos del masismo no es otra cosa que un complot contra la Iglesia, que lo es en última instancia contra el cristianismo; es una muestra del ateismo y disolución social, y por tanto, contraria a todo derecho, natural y revelado.

La Iglesia –más allá de los errores históricos por los que ha pasado– como muy bien lo ha expresado el padre Gramut Moragas S.J., “no es una ONG” o un sindi-cato; la historia humana adquiere sentido por la irrupción de Dios en la temporalidad humana. A lo largo de los mas de 2000 años de su existencia la Iglesia de una u otra forma, peregrina en la tierra, ha centrado todos sus esfuerzos para que la dignidad de Dios pase por sobre aquellos cuya dignidad fue despojada o sometida por el orden político en condiciones degradantes. Por eso, –y deben saberlo los masistas– la finalidad de la Iglesia ha sido y seguirá siendo la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo, pues, no se trata del hombre abstracto –como imagina el MAS–, sino del hombre real e histórico: “se trata de cada hombre y mujer, niños, jóvenes y ancianos, a los que el Estado dentista del MAS no puede ni llegará jamás”; por esa misma razón, la Iglesia, no puede estar exenta de los errores y pasiones humanas.

Los intentos por desprestigiar y mellar la labor de la Iglesia, tildando a su pastor de hacer política partidaria, por parte de algunos personajes grotescos de palacio de gobierno, no es nada nuevo ni invención alguna; tras la cortina de hierro de los países que cayeron bajo el yugo del totalitarismo comunista de la ex URSS, también se buscó borrar de la faz de la tierra a la religión, pero, más temprano que tarde ésta se vengó del comunismo extremo y terrorista, con la caída del muro de Berlín; hoy, los golpes que intenta asestar el MAS a la Iglesia, sólo busca torcer la mano de Dios, pero, toda intención de lograrlo será irremediablemente vana y constituirá sólo el testimonio de un puñado personajes engreídos por el poder político.

Cuando la inercia profética estaba haciendo aguas en la jerarquía, emerge la figura de Mons. Julio Terrazas, Cardenal de la Iglesia en Bolivia, –no con ese afán mezquino propio del poder político– para poner en práctica la misión a la que está llamado todo cristiano, anunciar la Buena Nueva y denunciar las injusticias que aquejan al pueblo; este obispo vallegrandino formado en lo más genuino de la Teología de la Liberación y el servicio a los más necesitados y pobres, alza su voz para alertar sobre los peligros que se ciernen sobre nuestro país, y entre ellos el flagelo del narcotráfico; los cerebros del ejecutivo, inmediatamente tras haber escuchado la voz del pastor de la Iglesia, se habrán preguntado, si el discurso sobre Dios del Cardenal Terrazas es opio religioso para el pueblo o un verdadero fermento de libertad; por supuesto, que los marxistas masistas escogieron la primera opción para su interpretación. La Iglesia y el Cardenal, no hacen política partidaria, porque su misión y su camino es el “hombre mismo” con todas sus contradicciones.

Si nos interrogáramos los cristianos y no cristianos sobre le efecto público que tiene el hablar –o callar– acerca de Dios y la realidad en una situación determinada, ésta pasará siempre por un compromiso evangélico de liberación no sólo espiritual como quisieran hacernos creer Sacha Llorenti y García Linera. Ya que hablar sobre el papel público de la Iglesia y todo intento de acallar su voz profética, son intentos demasiado indignos y pecaminosos como para que se piense siquiera en tomarlos en cuenta, porque Dios y la Iglesia no les debe nada a los masistas. Pues, la política eclesial socialista del MAS busca practicar la opresión de las iglesias invocando la razón de Estado y que no es más que una política de Estado atea respecto de la Iglesia. Y eso lo tienen muy claro los cristianos en Bolivia.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

miércoles, 3 de diciembre de 2008

DEMOCRACIA SITIADA

DEMOCRACIA SITIADA

La democracia en Bolivia está sitiada por la rapiña de la izquierda ortodoxa: por un lado, está decidido todo, coartadas, azares, secretos, pactos y toda la coercitividad estatal, para borrar del mapa político, la resistencia del movimiento cívico (aunque la idea no es tan mala, porque esto dará lugar a la emergencia de nuevos líderes e ideas nuevas); pero, otro lado, la democracia se encuentra sitiada, por la implantación de un proyecto de constitución, que una vez aprobado será moldeado y ajustado a los intereses de poder del partido único.

Todo régimen totalitario de izquierda, como el cubano o venezolano, no admite o simplemente enmascara su accionar bajo el manto de una democracia aparente. No es secreto para nadie que un buen porcentaje de políticos de izquierdas, hoy subidos al carro de los llamados movimientos sociales, fueron perseguidos o como uno de ellos ha dicho, “he vivido 10 años en la clandestinidad, así que nadie me enseña nada”; estos mismos repiten hoy la historia, el eterno retorno de la cosas (Niezstche), con la misma saña de sus otrora perseguidores banzeristas. Han recuperado de forma admirable la doctrina de la seguridad nacional, bajo el nombre de daños al Estado, sedición y terrorismo.

Quienes ahora disienten y lo harán mañana frente al proyecto totalitario, con el que la democracia se halla sitiada, asediada, no deben parar en sus esfuerzos hasta que cada uno de los bolivianos y bolivianas, o cada grupo humano tenga libertad interna y externa para vivir y poder proclamar: “yo soy quien soy” –no aquello que me quieren etiquetar– sin miedo a la represalia o al rechazo; el propósito último del proyecto masista articulado por miembros del partido comunista es desquiciarlo todo y vaya que lo están logrando y no importa –dice García Linera– el tiempo y los recursos necesarios para este fin.

No obstante, cuando el masismo habla de dignidad habría que recordarles a sus ideólogos, que la dignidad del ser humano tiene que ver –antes que el discurso– con la primacía que tiene la vida, pero, no una vida meramente confesada (para vivir bien, reza el slogan gubernamental), predicada, soñada, o remitida para más tarde; porque en lo más profundo de esta comunidad imaginada, el campesino corriente, el que espera cambios sustanciales, sabe que al dictadura sindical del MAS ha hecho y puede hacer más para que el despojo voluntario de una vida digna a partir del derecho y la libertad, sea cada vez más un anhelo; lo que los bolivianos perseguimos en última instancia es salir de la postración, pero, esto no será posible por la senda que nos quiere conducir al ortodoxia revolucionaria populista, porque no es más que la continuidad de lo que hasta ahora ha existido, y será peor aún: la exclusión, la pobreza, la brecha entre los privilegiados del partido y las masas sin conciencia.

El MAS ha sitiado la democracia por medio del “Estado dentista”, especializado en la extracción por medio de la tortura, pues, no otra cosa es la persecución política contra cualquier tipo de disidencia; una vez eliminados los y tomados los territorios de resistencia civil se viene la implacable y alarmante instauración de un archipiélago de comunidades locales (es decir los 5 niveles de autonomía) poco conectadas entre sí y que se reproducirán de forma endógena y cuya consecuencia inmediata es el sometimiento al yugo de los poderes supralocales (dirigencial) que se caracterizan por su enorme codicia como por su limitada ambición y capacidad en el orden administrativo.

La democracia de estos 25 años no es l producto de las víctimas de la dictadura es más de las nuevas generaciones educadas dentro de la óptica de la libertad y una concepción amplia del Estado de derecho; y no con esa izquierda rapiña que hoy aplica la coercitividad del Estado, ciegos ante las luchas individuales y sordos ante los anhelos individuales, y persigue no otra cosa que guiar y racionalizar la vida de cada uno de los miembros de esta comunidad imaginada, llamada Bolivia.

La democracia está sitiada por un Estado dentista y la imposición de un proyecto mezquino que salvaguarda el poder ideologizado de los rapaces comunista de anteayer.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

jueves, 27 de noviembre de 2008

INDENTIDADES INCIERTAS

Identidades inciertas

Una búsqueda absurda del masismo, en la que ha invertido ingentes cantidades de dinero, además, de toda una maquinaria política, durante estos tres años de Gobierno, ha estado centrada en escarbar en los escombros de un pasado precolonial, a fin de encontrar una identidad sobre la cual construir la nación: un indigenismo desbocado y extremista. Y el resultado más patente y patético de esa infructuosa tarea es el mismo Evo Morales, que carga sobre sí una identidad incierta, no muy apartada de la que vivió Trujillo en República Dominicana, que afanosamente por medio del poder omnímodo quiso blanquear la negritud de sus raíces haitianas. Evo Morales, ni con todos lo antropólogos y sociólogos a su servicio, ha logrado asumir eso que llaman lo indígena, si es que acaso existe este concepto, por la simple razón de su contacto con lo citadino; asimismo, por otro lado, lo k’ara en la persona del primer Presidente indio de la propaganda mediática, es una abyección, un proyecto truncado. Este cruce no podía ser más que la incertidumbre.
La política practicada por Evo Morales y su entorno, consecuencia de esa identidad incierta, la grafica de manera certera uno de los personajes de Vargas Llosa, en la Fiesta del Chivo: “La política es eso: abrirse camino entre cadáveres”. La cita no puede ser menos que cierta, cuando los muertos en este período de Gobierno socialista del MAS, sobrepasan la treintena en apenas tres años; en esta historia democrática de 25 años, el único Presidente que puede mostrar las manos limpias es Carlos Mesa Quisbert.
La política de las identidades inciertas del masismo, nos muestra una caterva de personajes cortesanos, entre grotescos y atroces, manejando los destinos de la nación, pero, no otra cosa segrega todo régimen autoritario; los perfiles de estos personajes, para nada irreales sino de carne y hueso, darían ingente material a un psicólogo para elaborar un manual de casos clínicos. Por ejemplo, uno de esos personajes muy propio del actual Gobierno, no dudaría en afirmar que ha hecho en política lo que se podía hacer, esquivando mujeres y corrupción, solitario y soltero, intelectual extremista pero algo culto; otro personaje singular que se pasea por Palacio Quemado, matón o policía personal, ex militar, especialista en espionaje, artista de la tortura, cirujano de hierro; y no menos un tercero, destacado asesor político y leguleyo, el “cerebrito” de los movimientos sociales, modisto con cara de pasarela… peor aún, si constatamos que toda la relojería política del masismo es engranada por estos personajes, cuyas identidades son tan inciertas como la del caudillo, y que no escatiman esfuerzos represivos en contra de cualquier ciudadano sospechoso o no de conspirar contra el régimen.
Evo Morales constituye, hoy por hoy, el ejercicio del poder, cuyos efectos humillantes y desmoralizantes, ha sido la flagrante violentación de derechos humanos y políticos; atropellos llevados adelante por una identidad incierta que administra el poder por medio del carisma, la intimidación, la manipulación y burocracia estatal; pues, no otra son las últimas advertencias para que la OEA admita en su seno a la expulsada Cuba, debido a la falta de libertades y garantías para dicho ejercicio, en un sistema revolucionario totalitario. La incertidumbre tiende siempre a separar entre buenos y malos o amigos enemigos, igual que el cazador.
No obstante, todo nos indica que la tan ansiada proyección continental y mundial de Evo Morales, como quieren sus más estrechos colaboradores, se ha derrumbado debido a la presencia de Barack Obama, como el ejemplo más visible de lo que puede suceder en una democracia donde se privilegia la libertad y la tolerancia. La proyección de Morales, tras el fracaso de su último viaje, deslucido, y completamente desapercibido por la comunidad internacional, está sustentada, equivocadamente, en “que nadie aspire mientras Morales respire”. Al parecer el caudillo del MAS cree puntualmente en esta interpretación de sus más allegados, como se desprende del libro “El jefazo”.
Para el MAS la búsqueda y consecución, a cualquier precio, de una identidad nacional que sirva como pretexto para toda acción política, sigue siendo eso: “La política que se abre paso entre los cadáveres”.

Iván Castro Aruzamen, es teólogo y filósofo, profesor de Derechos Humanos.

martes, 18 de noviembre de 2008

POPULISMO REVOLUCIONARIO SENSUAL

POPULISMO REVOLUCIONARIO SENSUAL

No cabe duda de que los revolucionarios de catacumba hoy convertidos en intelectuales progresistas, como García Linera, se han sensualizado, han sido ganados por el exotismo indigenista, han sido comprados por las becas venezolanas y cubanas, han sido ganados por la buena vida; y los grandes auspiciadotes de este empaque revolucionario que nos corroe como sociedad, ha sido dictado por las ONGs con un fuerte apoyo de las países bajos como Holanda y otros.

¿Por qué una gran masa de bolivianos y bolivianas han terminado rendidos ante la efigie del caudillo, construido por las ONGs? La respuesta no es sencilla, porque alude a una compleja red de interpretaciones que se adentran en el laberinto histórico del país; sin embargo, lo que aparece como explicación mediata al surgimiento del caudillo iletrado es la estafa política del neoliberalismo practicado por sucesivos gobiernos durante los últimos 25 años de democracia; los bolivianos a causa de dicha práctica perdimos la confianza en las instituciones para solucionar problemas comunes: la pobreza, la corrupción, mala distribución de la riqueza, y, sobre todo, una verdadera comunicación entre el Estado y la sociedad civil; ante este panorama, los revolucionarios populistas estaban al acecho y no dudaron en armar un proyecto sobre las espaldas de los más pobres y excluidos de este país.

Así, cuando la idea de un caudillo dictador, ya nos era ajena en muchos países de América Latina, aparece el fantoche de Hugo Chávez, y rápidamente los intelectuales sensuales de la izquierda boliviana, hacen uso del concepto de victimismo histórico para elevar a Evo Morales como el icono perfecto que responde a los intereses de la propuesta revolucionaria sensual; no obstante, nos damos cuenta que el chauvinismo de la izquierda que agonizó con la teoría de la dependencia de la CEPAL (Centro de Estudios para América Latina), hoy reencarnada en la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) con base en el Ecuador, busca, recuperar esos viejos postulados del Estado empresario de economía planificada, un Estado esclerótico y polvoriento; otra vez, sin embargo, nos demuestra esta propuesta su absoluta indigencia de ideas en materia económica, anclada en la concepción del Tercermundismo.

Evo Morales y su círculo palaciego de revolucionarios sensuales quieren chantárnoslo a los bolivianos ese Estado rector de la economía planificada de los 50, bajo el pretexto de un antineoliberalismo, craso y acrítico; estos nuevos salvadores, sensuales revolucionarios, tienen el cutis de unos bondadosos burócratas tocados de una alta sensibilidad social; de ahí que no sea gratuito el haber encumbrado a rango de dios al caudillo, o como Max Weber llama el sultanismo, donde la única ley es precisamente el deseo del soberano (caudillo).

La guerra política de nuestro país, ya no se libra como ilusamente creen los revolucionarios populistas, contra el neoliberalismo salvaje de los 90, que no hizo otra cosa que entregar el poder al masismo en bandeja bañada de petróleo; los enemigos que deben aplastar son ahora los que defienden la libertad, la democracia, los derechos humanos, cimientos innegociables de todo Estado de derecho, divorciado de cualquier tipo de totalitarismo, caudillismo, sultanismo o populismo sensual.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derecho humanos - UCB

jueves, 30 de octubre de 2008

NI MARX NI EL MAS

NI MARX NI EL MAS

Puede resultar fructuoso empezar a vislumbrar la imagen de hombres y mujeres que busca producir la revolución social y cultural del actual gobierno.

Un ejemplo literario nos puede abrir el camino en este cometido. Durante la última etapa del stalinismo, en su obra, Hacia el Océano, el novelista ruso, Leonidas Leonov, escribió: “El hombre nuevo creará nuevos hombres según su propia imagen y semejanza… Será el alma del gigantesco mecanismo que preparará suficientes cantidades de alimentos, ropas y placeres…” Frente a este texto, muchos políticos –los nuevos y los de vieja data– pensarían que sólo se trata de la imaginación de un pobre novelista loco, como ya dijera el ministro Rada del escritor paceño, Juan Claudio Lechín. Sin embargo, constatamos que la literatura escudriña desde la verdad de las mentiras, la compleja realidad, con más acierto que cualquier político de oficio. ¿Acaso no nos prometen cada día Morales Aima y García Linera, lo mismo que el neoliberalismo de los noventa, el nacimiento de un nuevo hombre (engendrado por ellos) capaz de hacer funcionar la gran maquinaria estatal proveedora de alimentos, ropas, bonos y los más extraños placeres?

Uno de esos placeres muy propio del revanchismo masista, es el sadismo colectivo canalizado a través de algunos dirigentes sindicales u de otra índole; ya no nos causa estupor, las golpizas y agresiones –de algún desocupado, nombrado dirigente cívico popular– a periodistas, en nombre de la vox populi; pero la infamia es legitimada cuando el jefe de bancada de senadores del MAS, sin titubeos ni reparo alguno, haciendo gala de su conocimiento del derecho, justifica estas acciones violentas desde el uso de libertades y derechos individuales; si el derecho y la libertad se entienden a partir del cercenamiento de la dignidad del otro, es que ya algunos magos o hechiceros del MAS no están conduciendo derecho al infierno.

Pero hay algo más, y de suma preocupación, en el plano propiamente de gestión del gobierno: el servicio de calidad de todo funcionario público. Para responder a esta cuestión urgente para todos los bolivianos que pagamos este servicio y graficar la ineficiencia pública, recurramos a un texto del mismo Marx, a quien tanto venera el masismo. Este pontífice del pensamiento alemán, en la Ideología alemana, escribió sobre le rol del hombre en la sociedad ideal, sin clases: “Cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca. La sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto mañana a aquello; que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de cenar, si me place, dedicarme a la crítica, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos”.

Las coincidencias y la vigencia del sueño marxiano en nuestra realidad es abrumadora; el hombre nuevo de Marx (y del MAS) cree así que la regulación de la producción para todos vendrá –casi misteriosamente (como la mano invisible del mercado) – de la mano de las aptitudes de todos. De ahí que tengamos un dirigente sindical en la primera magistratura del país; un técnico informático como superintendente de hidrocarburos; un maestro rural, presidente de YPFB; una cantante de coplas, ministra de justicia; y hasta hace poco un poeta en la presidencia de Transredes… seguramente los ejemplos de esta asociación de productores libres, abundan en todas las esferas públicas.

Aunque Evo Morales y su inseparable amigo, Álvaro García, anuncien que vivimos ya en el país de las maravillas y que la sociedad socialista del MAS y el reino del hombre nuevo –como muchos funcionarios gubernamentales– son capaces de ser todo y hacer todo en un día, sin ser exclusivamente ni lo uno ni lo otro; todavía quedan bolivianos y bolivianas que no entregaran el país ni a Marx ni al MAS.



Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos - UCB

jueves, 23 de octubre de 2008

IDEOLOGIA Y POBREZA

IDEOLOGÍA Y POBREZA

Para Miguel Manzanera S.J., maestro y lúcido crítico de las Ideologías
La falsedad abominable con la que Evo Morales y Álvaro García, han cincelado su discurso encantador que adormece a las masas, tiene un ingrediente: los pobres y su pobreza; la ilusión derramada sobre las masas de su pronta eliminación, no sólo ha hecho de ésta un sueño boliviano, desde la óptica masista, sino además un modelo apetecido por otros Estados; este sueño labrado por el MAS al calor del oportunismo quiere ser catalogado como producto de exportación, made in Bolivia.
Pues bien: este producto pretensiosamente exportable lleva el sello de los movimientos sociales, que experimentan de momento un encandilamiento endemoniado por la figura del caudillo protector, cuando hoy por hoy, éstos debieran tener más interés por reconocer la real dimensión de la explotación material que sufren; sin embargo, participan de una ideología masista que disfraza y maquilla la extrema pobreza, y peor aún si la masa sin conciencia política termina disculpando y hasta sacraliza este proyecto; la ceguera llega al punto de la inmolación en función de perpetuar (la especie) el poder de los del centro (Morales, García Linera, Quintana, Rada, Yasik, Llorenti, Peredo…).
Leamos entonces en este contexto, la ideología del proyecto masista –sin dejar a un lado la comprensión general de Ideología como un sistema de medios, naturales o artificiales en orden a la consecución de un fin– en el sentido que la usó Marx para denotar aquélla puesta al servicio de intereses que deforman la percepción de la realidad, que la manipulan y adecuan a intereses mezquinos de un grupo, hablamos de los nuevos oligos; aparece en ese sentido de forma transparente, los tres años de gobierno masista en los que los ensayos socio-económicos (ideológicos) han primado por encima de la erradicación de la pobreza en la que viven miles y miles de bolivianos y bolivianas.
Por otro lado, me temo, fruto de esta fachada, la relación entre los gobernantes y gobernados, se irá tornando cada vez más distante y aleatoria en términos democráticos, porque los segundos no pueden apreciar en qué medida sus gobernantes toman decisiones en función del bien común; así, sólo nos queda una democracia aparente, en la que los nuevos oligos encontraron la manera de dar al pueblo la impresión de que ellos ejecutan la voluntad general, pero, que en el fondo permite hacer prevalecer la sabiduría de los líderes, sabiduría ancestral como la del canciller Choquehuanca.
La manipulación de la pobreza y los pobres con fines meramente políticos, en boca de Morales Aima, alcanza ribetes escatológicos de la mejor teología paulina (promesas): “Si el Evo no puede vencer al Imperio Capitalista Neoliberal lo hará el pueblo, les digo desde mi experiencia de presidente”. García Linera no queda lejos, cuando pregona las bondades del proyecto de constitución y de cómo ésta apenas entre en vigencia producirá frutos paradisíacos que darán lugar a una vida absolutamente distinta y que proporcionará a cada uno de los bolivianos todas las bellezas y placeres concebibles tras la instauración de la nueva sociedad y la emergencia del hombre nuevo boliviano: “A partir de ahora –ha manifestado– existe un antes y un después; ha partir de ahora se acabaron los sufrimientos, las penas y las tristezas, las marchas; se acabó el país de unos pocos y nace el país de la gente”; de esta forma, en el imaginario de García Linera, la nueva constitución surge como un poderoso instrumento de ingeniería social que al solo “sésamo ábrete”, las puertas del paraíso social boliviano quedarán abiertas de par en par para que el mundo lo contemple azorado.
Pero, lo inevitable de este sueño está por venir y será cuando descubramos a nuestras propias expensas el espesor de la realidad. Y muy pronto chocaremos con la complejidad que nos espera cuando se caiga en la cuenta de que el masismo quiso poner la realidad al servicio de intereses sectoriales. Y más temprano que tarde la realidad se vengará de tales intentos.

Iván Castro Aruzamen
Téologo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos - UCB

jueves, 16 de octubre de 2008

EL DIÁLOGO DEL CAZADOR

EL DIÁLOGO DEL CAZADOR
Desde todos los ámbitos de la sociedad ha brotado un clamoroso pedido: la urgente necesidad de construir un diálogo responsable, concertado, lúcido, que abra el camino hacia una paz social duradera en el país; y que de una vez por todas los acuerdos sean hechos en función del bien común; está claro: se necesita el diálogo ¿pero qué tipo de diálogo? Un diálogo que trascienda la mera dialéctica, por lo tanto que vaya más allá de una presunta objetividad –objetividad entendida como el reinado de una lógica divorciada totalmente de toda comprensión de lo humano como un criterio de riqueza.
El gobierno del MAS, sin embargo, se empeña tozudamente en llevar adelante el diálogo desde un criterio demasiado objetivo y dialéctico. Un sencillo ejemplo puede ayudarnos a entender y explicar la actitud del poder ejecutivo. Un policía encuentra un borracho que, en plena noche, busca a gatas su llave bajo la única luz en varios kilómetros a la redonda.
“¿Qué haces?”, pregunta el policía.
“Busco la llave de mi casa”, contesta el borracho.
“¿Lo has perdido aquí?”.
“No, pero es el único sitio donde hay luz”.
Pues, la única luz con la que el masismo intenta apoderarse del poder total, no es otra que el racismo encubierto en el slogan de la revancha histórica; así lo muestra el texto en el preámbulo de su proyecto de constitución: “y jamás comprendimos el racismo hasta que la sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia”; sólo la miopía del Zist sim leben (el contexto) puede llevar a esta visión histórico-acrítica.
El país necesita avanzar pero no por el camino del diálogo impuesto por el masismo linerista, que busca sólo convencer, es decir, imponer una verdad bajo el eufemismo del rol decisivo en la historia, sometida a las leyes de la objetividad dialéctica. Es así que voceros del gobierno intentan por todos los medios empujar el diálogo a la arena de la lógica donde se libra la lucha entre ideas. Cuando todo verdadero diálogo recíproco se da en el ágora espiritual del encuentro de seres que hablan, escuchan y que se espera sean algo más que máquinas negociadoras; porque sencillamente todos sabemos, que en la arena se pelea a muerte en cambio en el ágora se habla y se escucha. El diálogo que traspasa los límites de la pura racionalidad requiere de una actitud de desprendimiento y no de una estrategia para definir y determinar quien tiene la razón.
Las acciones del ministro Quintana, no muy lejos del proceder de Sánchez Berzain, desdice cualquier intento del ejecutivo, por lo menos de llevar adelante el diálogo dialéctico (político); éste siniestro operador del actual gobierno, ha puesto en marcha una brutal “epistemología del cazador”, es decir, toda una actividad dirigida, planeada, razonada, montada exclusivamente hacia la caza de voces discordantes con el discurso oficial; esto sólo es posible realizarlo desde una razón instrumental, lo que contradice abruptamente lo escrito por el masismo en el artículo 10 de su propuesta: “Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz…”; toda razón instrumental propugnada desde el Estado es contraria al pacifismo y está reñida con la condición humana y, sobre todo, con el amor y la humildad. El cazador desde esta óptica sólo quiere matar o por lo menos herir a su presa para capturarla.
Los paladines del masismo, si miraran más allá de sus narices y escucharan al poeta nicaragüense, Ernesto Cardenal, revolucionario de muchas décadas –no de ayer–, aprenderían un poquito cuando dice: “Las personas son diálogo, digo,/ sino sus palabras no tocarían nada/ como ondas en el cosmos no captadas por ningún radio,/ como comunicaciones a planetas deshabitados,/ o gritar en el vacío lunar/ o llamar por teléfono a una casa sin nadie”; de ahí que un diálogo sincero implique antes que el pensar todo el ser y requiera tanto un corazón puro como una mente abierta, cualidades absolutamente ajenas al masismo de Linera y Morales.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos - UCB

miércoles, 8 de octubre de 2008

EL ESTADO Y LOS NUEVOS OLIGOS

EL ESTADO Y LOS NUEVOS OLIGOS

Bolivia puede parecer a quien la mira globalmente desde el exterior o desde adentro, un país donde la vida propiamente política está reducida al mínimo. Es un hecho innegable, la reducción, y el continuo cercenamiento de las formas corrientes en que se expresa la función política: por ejemplo, las últimas consultas y la malograda asamblea constituyente, ha demostrado que no existen elecciones democráticas o si se perorata de su existencia es sólo de forma; no existe pluralismo partidario porque se va instaurando la lógica del partido único; los líderes regionales, van perdiendo terreno porque el gobierno los ha metido en la espiral de la violencia, y allí llevan todas las de perder; no existe un parlamento que controle al poder ejecutivo, más una oposición casi invisible moviéndose a tientas; el estado de sitio tiende a extenderse hacia todos los departamentos opositores, con el único y solo fin de impedir cualquier tipo de reuniones o actividad política contraria al proceso masista; todo nos demuestra que estamos ante una forma de política clásica, despectivamente conocida como “politiquería”, execrada ésta en su momento por el actual líder cocalero y Presidente Evo Morales.

No podemos pasar por alto, en este estado actual de las cosas, la total y absoluta falta de “conciencia política” de una masa que actúa bajo la bandera de movimientos sociales, y que poco a poco han ido dando a luz a la nueva oligarquía indígena-dirigencial, vinculada territorialmente a la producción ilícita de substancias controladas; ahora bien, esta enorme proporción de población está desprovista de los medios más elementales para juzgar entre sistemas o planes políticos. Ese 64% de hecho es la base politizada que la nueva oligarquía maneja a su antojo, en razón de la incapacidad de la misma para juzgar el bien común.

No es extraño que el proyecto político del MAS desde el inició de su ascensión al gobierno, haya buscado la supresión de la legalidad; la política que se esconde detrás de todas estas acciones, está abarrotada de medios ortodoxos de conservación del poder, entre ellos los métodos del terror y el miedo; por supuesto que las consecuencias de esta práctica es la consiguiente hipertrofia y exageración de la función política, y toda hipertrofia de la política es esencialmente oligárquica.

Lentamente esta nueva oligarquía indígena del poder ejecutivo, cuyos rostros están muy lejos del denominativo, se van convirtiendo en ser lo que ya son, frente a las masas de octubre, es decir, “oligos”, escasos, débiles numéricamente, herodianos, los toreros del pueblo, y que sólo pueden sobrevivir en el poder aliándose a la fuerza exterior (Venezuela, Cuba, Irán); esta es la prueba clara de la continuidad del subdesarrollo político, un problema endémico desde la creación de la República.

Es evidente que el esquema centralizador que subyace al proyecto político de los nuevos oligos indígenas, está caracterizada por la ruptura del orden legal establecido. Ello no es fortuito, pues es el primer paso de toda pretendida revolución; pero esta no es razón para que el totalitarismo político del MAS condicione el desarrollo de otros sectores de nuestra sociedad y frenar algún tipo de desarrollo democrático. La lógica de los perros hambrientos, ya muy conocida en la maniobra política del gobierno, permite cercar el congreso, los departamentos o regiones donde se genera opiniones diferentes; tras la asfixia alimentaría que produce un cerco, no sólo salen afectados los opositores al estado, también los propios adeptos del MAS, e inmediatamente el aparato estatal recurre al trueque, al más genuino estilo andino, intercambiando alimentos por confianza y sometimiento; todo lo que pueda tener de propaganda y optimismo el proceder de un Estado benefactor como el que pretende llevar adelante el MAS, queda en primer lugar la paludina confesión de que la tan demagógicamente “democracia popular” en realidad no es más que una “dictadura narco-sindicalista” chapareña, y en segundo instancia, la posibilidad de que este totalitarismo, no sea mas que una etapa provisoria en la vida política del país, tras su hetacombe surga una Bolivia de la legalidad, los derechos humanos y la evolución política.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos
email: iaruzamen@hotmail.com

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El PAÍS DESNUDO

EL PAÍS DESNUDO

Hasta hoy, el país, nunca había aparecido en toda su desnudez, mostrando cómo toda la frustración histórica de su imaginario por construir un Estado nacional, no fue nada más que un narcisismo soterrado a la luz de una práctica política que da asco; esta práctica del cinismo político no sólo le hubo sumido en una inercia histórica, pues, le llevó a guardar su odio en el más profundo laberinto de la soledad; y no es que como sociedad hayamos olvidado y dejado pasar por alto las enormes desigualdades que han marcado el destino, no sólo del país, sino de todo un continente y más de la mitad del planeta; pero, hoy más que nunca ha brotado un odio incontenible desde el seudoconcepto de etnia, en el que no hay cabida para las diferencias; las identidades asesinas, reclamadas tanto por unos como otros (movimentistas hacia el socialismo/autonomistas inclaudicables) no han hecho otra cosa que conducirnos al borde de la irracionalidad, el genocidio. Y aunque parezca una novela latinoamericana del realismo mágico, pues, no lo es: no ha sido la izquierda recalcitrante del afeminado García Linera y sus lacayos, ni la derecha atrincherada en la autonomía regional, inteligentemente robada a los pueblos de tierras bajas, los que nos han conducido al odio y la violencia; es sobre todo la pugna por el poder político, la que ha conducido a que ambos bandos hagan uso del Estado Criminal para fines estrictamente maquiavélicos.

Ya no importa ha estas alturas instaurar un socialismo andino (anodino) o capitalismo aymara, lo que cuenta más allá de toda ideología es el apoderamiento del poder como fin en sí mismo; por supuesto que el lúcido Foucault de la Microfísica del poder, no tiene reparos en afirmar que el poder corroe hasta la mugre de la uñas; y así como nos demostró el fracaso histórico de Bolivia, la ceguera de gobernantes de toda laya, frente a las mayorías sumergidas en el miseria, otra vez, campesinos, indígenas, originarios, comunarios y otros sectores desprotegidos, terminan aplastados por un discurso mimetizado, engañoso, mentiroso y amañado, bajo la bandera de reivindicaciones sociales e ilusionados por el espejismo de un poder que no ejercen; pues, la voz que ayer reclamaba la teología de los años sesenta, para aquellos que no la tenían, y que ella sostenía hacerla escuchar, ha sido usurpada por la praxis de políticos, que causan asco, como hace unas décadas atrás; la voz de los indígenas y campesinos, hoy, tiene rostros demasiado occidentales, tiene la fisonomía de la guapa gente, burguesa, de izquierdas, tiene el dulce semblante de unos García Linera, Juan Ramón Quintana, Alfredo Rada, Fabián Yaksic (que suena tan valcánico como Marincovic), Antonio Peredo o como el de Rafael Puente, hijo de un ibérico fascista, pequeño cerdo burgués, o un enternado Sacha Llorenti, cuyo apellido es tan italiano como el de Mussolini, o el siniestro viceministro Arce, que se tilda de católico; pues, todos ellos no son sino la clonación de los otrora, Sánchez de Lozada, Sánchez Berzaín, Banzer Suárez, Paz Zamora, Carvajal Donoso, Doria Medina, o el no tan lejos demócrata cristiano Benjamín Miguel; que hayan llegado al poder, los Mamani o los Choque, o los Chipana, o los Quispe, o los Condori, no es más que una ilusión fruto del espejismo de un poder político que anhelaban tocarlo.

Así, aparece el país que heredaran las generaciones futuras, desnudo, dejando al descubierto las llagas del odio insuflado por los nuevos mesías de los pobres, los indígenas y campesinos, que miran a estos nuevos miserables y desarrapados como un rebaño y los empujan lentamente hacia el abismo de una nueva derrota y frustración histórica: ya lo hizo el neoliberalismo de los 80.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y Filósofo
Profesor de DDHH - UCB

miércoles, 20 de agosto de 2008

Adolfo Bittschi: fe y cultura en la Iglesia Boliviana

ADOLFO BITTSCHI: FE Y CULTURA EN LA IGLESIA BOLIVIANA

La Iglesia en Bolivia y América Latina, necesita una profunda renovación –generacional como teológica– a nivel de las altas jerarquías. Nos sería sincero –como cristiano y católico– si no mencionará la inmensa preocupación que me invade frente a la total ausencia de una praxis profética, en obispos y cardenales; sin embargo, seguir aferrado a la idea de contar con mártires de décadas atrás es casi un sueño. Pues, urge en nuestra Iglesia hombres y mujeres que den testimonio de Cristo resucitado aún en la espesura de la realidad (Juan Luis Segundo). Asimismo, en los albores de este siglo se hace necesario radicalizar una auténtica inculturación y las semillas del Verbo, en una verdadera práctica intercultural; evangelio y culturas hacia un diálogo intercultural fecundo, hacia un modo de vida, hacia una ética, son los desafíos para pastores y laicos en toda Iglesia peregrina, mucho más después de lo acontecido en Aparecida.

El padre Adolfo Bittschi, recientemente consagrado obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Sucre es uno de esos pastores que ha cultivado una pastoral intercultural seria. Conocí a Adolfo, justo cuando el país regresaba a la democracia tras largos años de dictaduras militares. En ese entonces, muchos adolescentes en mi pueblo –entre las montañas del sur chuquisaqueño– veíamos al padre Adolfo, sereno, convencido de su fe y, sobre todo, con el aura de pastor y hermano.

El padre Adolfo, durante todos estos años, acompañando a hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y enfermos, a lo largo y ancho de su parroquia en Incahuasi, no hizo distinciones de clases sociales ni opciones ideológicos en su servicio misionero. Hizo suya en su praxis evangélica eso que escribió, el escritor líbano-francés, Amin Maalouf, en Identidades Asesinas, “lo que hace que sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad”. Recuerdo, las muchas veces que charlamos largamente sobre distintos temas y seguí de cerca su entrega, sin límites, a favor de los más pobres y desfavorecidos, jamás escuché que se definiera como alemán o europeo, sino llana y sencillamente, boliviano-alemán, porque no dejó su lengua madre, más bien la enriqueció con un castellano nítido y un quechua que lo acercó a las angustias y sin sabores de los pobres, esparcidos por quebradas y laderas de su parroquia.

La casualidad hizo que los padres alemanes de Babiera llegaran a la zona de Cinti. A un grupo de los primeros misiones en 1958, el gobierno peruano, les negó la entrada a ese país dejándolos varados en le puerto del Callao; el entonces Cardenal José Clemente Maurer, hizo las gestiones para su entrada en tierra boliviana y posterior traslado a las provincias cinteñas; dos años después llegarían al otro lado del departamento, los sacerdotes de Trier. En el nombramiento del padre Adolfo, como obispo auxiliar de Sucre, se hace un justo y merecido reconocimiento al esfuerzo realizado por los padres alemanes que han pisado suelo chuquisaqueño, dejando la impronta del evangelio (no cabe aquí describir el enorme trabajo desplegado durante estos 50 años de presencia por todos estos apóstoles alemanes).

El recuerdo de muchos de ellos permanece aún vivo en varios pueblos donde dieron testimonio de su fe. Vaya un recordado homenaje y agradecimiento a Leonardo Niebler, Xavier Mader, Albert Köwler, Alois Shöffer, Conrad Müller, Edwin Reich, Otto Strauss, Eugenio Wiesmuth, Enrique Shmiff, Pedro Bubrach, Godofredo Zils (+), Antonio Reichilstine, Rodolfo Euteniur, Heriberto Latz, Claus Weber, Lothar Brucker, Mijael Jastier, Reynaldo Rath, Ernesto Theobald, Edwin Grauss, Leo Shwarz (obispo emérito)… y muchos otros.

Estoy convencido que el solideo encarnado que llevará el padre Adolfo, es fruto del polvo de los caminos recorridos, de largos tramos a fuerza de lomo de mulos, el sol de fuego, el frío punzante de las madrugadas, las noches de luna llena y su rebelde esperanza. Es perfectamente aplicable, lo que escribió el paraguayo, Augusto Roa Bastos, en El Trueno entre las hojas, a la figura y trayectoria misional del padre Adolfo, obispo: “ya era el obispo de los pobres, su única diócesis honoraria y real, y nunca tendrá otra más que esa. El clero temblará secretamente al verlo sentado en el sillón obispal” –porque Adolfo es inflexible con la salacidad y la corrupción.

Sus feligreses, no sólo en Incahuasi, sino en todo Cinti, saben que “sus dedos no dejaban el misal para barajar los naipes mugrientos del truco o del monte; sus labios no iban del borde del cáliz a los jarros de aguardiente (cañazo); su cuerpo no se desvestía de los ornamentos para desnudarse en la conscupicencia o la lujuría. La castidad estaba incrustada en sus riñones como un hacha. Y como no podía hacer hijos con su sangre de hombre, los parió con su sudor y su amor. Todos los pobres fueron (son) sus hijos”.
La conferencia episcopal boliviana, ante la necesidad de renovación, ya tiene un poco de oxígeno nuevo con obispos nativos como Oscar Aparicio, Ricardo Centellas o Jorge Herbas, en los que recae un gran desafío y responsabilidad: generar transformaciones y vientos de cambio importantes para el quehacer pastoral de la Iglesia de cara al siglo XXI. Con el padre Adolfo Bittschi, uno de los obispos más interculturales que conozco, la conferencia recibe otro poco de oxigenación para renovar su testimonio en Bolivia.

Iván Castro Aruzamen

miércoles, 28 de mayo de 2008

CARTA ABIERTA A ADOLFO PEREZ ESQUIVEL

Carta abierta a Adolfo Perez Esquivel
(Premio Nobel de la Paz)

Es de sobra conocido su trabajo a favor de la lucha por los derechos humanos y su propuesta de la no-violencia en América Latina. Es loable todo su esfuerzo por los pobres. Pero, no acabo de digerir –sus apreciaciones sobre mi país– y no puedo hacerlo porque soy boliviano; uno más de los cientos, que vive y sufre el marasmo en el que andamos metidos, por culpa de dos facciones encontradas, producto de la coyuntura actual. No dudo de su buena fe –siempre y cuando su opinión no sea otra más del ególatra argentino– respecto a su mirada sobre la situación de mi país; sin embargo, advierto que existe en sus juicios un sesgo de parcialidad, además, sujeto a la superficialidad. Me gustaría empezar haciéndole algunas preguntas, ¿usted conoce Bolivia la de adentro la profunda, más allá de su eje troncal? ¿Ha sufrido en carne propia la embestida de un racismo explosivo –nunca tan lesivo a la dignidad humana en toda la historia democrática, como hoy– instaurado por el presidente Morales tras su discurso antineoliberal? ¿Ha pisado sectores campesinos, no afines al partido (movimiento) de gobierno, que no han visto en su entorno un ápice de transformación y cambio propuesto por Evo Morales y los pobres (invisibles) del palacio de gobierno? ¿Vio acaso la zona del Chaparé y el cono sur cochabambino (Totora, Mizque, Aiquile) donde el tráfico ilícito de cocaína (garantizado por los sindicatos) es el pan de cada día? ¿Viajó en algún microbús abarrotado de campesinos que miran con desconfianza a quién lleva unas gafas o viste diferente? ¿Presenció la borrachera de campesinos en la que las arengas antineoliberales están a flor de labios sin tener idea alguna de las mismas? ¿Conoce el trabajo de cubanos y venezolanos (practicantes) que obligan a la gente a aprender el himno de su país como agradecimiento por la ayuda recibida y los atropellos que cometen en nombre de la misma, lo mismo, que los yanquis ayer? ¿Observó algún linchamiento (asesinato) en nombre de justicia comunitaria, las más de las veces a inocentes, lesionando el derecho a la vida, por muy culpable que sea la víctima?...

Y más allá de los intereses encubiertos de la burguesía cruceña que usted crítica, nada nuevo bajo el sol –dice el Quohelet–, muchos bolivianos estamos de acuerdo con la inhumación del modelo centralista –del que hicieron las logias cruceñas un vehículo de sus mezquinos intereses–, al cual se arrimó –equivocadamente– el MAS en el referéndum nacional sobre las autonomías. No crea –ingenuamente- que un gran porcentaje de la población vive de espaldas a la lógica de utilidad que buscan legitimar los terratenientes del oriente detrás de las autonomías y los estatutos; pues no, más bien los tenemos bien identificados y no necesitamos que nadie nos venga a hacer caer en la cuenta del barro en que estamos empantanados. Asimismo, tiene mucha razón cuando dice que los oligarcas no soportan a un indígena (monolingüe) como presidente o a una señora de pollera (cantante de coplas) como ministra de justicia; sepa que no sólo son los autonomistas los que tienen esta actitud sino sectores medios que entienden medianamente el dicho “zapatero a tus zapatos” y mucho más cuando hablamos del ejercicio de la función pública con miras al bien común. ¿Por qué entonces la reciente nacionalizada??? YPF no da visos de mejora cuando tiene al mando un abogado (todólogo)? ¿No debiera ser un especialista en petróleos el encargado de esta empresa? ¿Es un derecho humano realizar una actividad para la cual uno no tiene facultad alguna? ¿Acaso un maestro carnicero está facultado para realizar una operación quirúrgica? ¿Es lícito arrogarse –como lo hace la izquierda boliviana, clásica posición de los intelectuales baratos– la voz de los pobres (campesinos) y aparecer como los salvadores (elegidos) cuando de miserables no tienen nada?

Comprendo la nostalgia que siente por las voces proféticas de obispos y sacerdotes conocidos por usted; y claro cómo olvidar a Helder Cámara calificándolos a los terratenientes brasileños de prostitutos sagrados o Leonidas Proaño denunciando una Iglesia Latinoamérica aliada a los ricos y poderosos, pero, asimismo sin olvidar la de los pobres y marginados; Pedro Casaldáliga seguro de que el espíritu sopla donde quiere, pero que dudaba sobre su soplo por los pasillos del Vaticano; pues, señor la lista es interminable… hoy vivimos un tiempo en que los profetas deben asumir el devenir y trasformaciones sociales, no a punta de fusiles ni campos de concentración, sino en la opción por la democracia, por los derechos humanos, pero no dentro de sistemas colectivistas que no han hecho otra cosa que sembrar terror, pobreza, totalitarismo (Cuba); los nuevos profetas de la Iglesia asumiendo la causa de los pobres deben hacerle frente al gigante Heracles desde el enigma de Anteo. Seguir creyendo que el socialismo del siglo XXI es el anticipo del paraíso en la tierra es una ingenuidad igual o peor que sostener que dentro del libre mercado y su mano invisible existe salvación (Michael Novak); por muy premio nobel de la paz que uno sea para hablar de (por, para, en, sobre) los pobres se debe ser pobre!!!

Para terminar deseo transcribir unas líneas escritas por Dominique Lapierre, en la Ciudad de la alegría: “solamente un pobre puede reconocer la riqueza que es la pobreza. Sólo un pobre puede conocer la riqueza que es el sufrimiento (…) Y porque los pobres son los únicos que pueden conocer esa riqueza, son capaces de rebelarse contra la miseria del mundo, contra la injusticia, contra el sufrimiento del inocente, (…) Y si Cristo eligió nacer entre los pobres, fue porque quiso que fueran los pobres los que enseñaran al mundo la buena noticia de su mensaje, la buena noticia de su amor por los hombres”. ¿Serán estos pobres los que están en el palacio quemado de la ciudad de la Paz?


Cochabamba, mayo de 2008

Iván Jesús Castro Aruzamen
Prof. de derechos humanos ISET-UCB

miércoles, 26 de marzo de 2008

DE ÑANCAHUAZU AL INDEGENISMO

DE ÑANCAHUAZU AL INDIGENISMO

Rafael Puente –ex viceministro de régimen interior-, otrora, militante de la compañía de Jesús, entiendo, en un tiempo de efervescencia revolucionaria, en la que se buscaba afanosamente dar razón de la fe cristiana armonizando teoría y praxis, hoy, quiere justificar el salto político-revolucionario(?) desde La Higuera al Indigenismo del MAS. No dudo que el pensamiento revolucionario –si es que sostenerlo todavía no es ya un anacronismo- haya hecho aguas en ciertos sectores de una Iglesia Latinoamericana conservadora, dependiente, mezquina, preocupada por el crecimiento y avance de las sectas; Puente, en ese contexto cuenta que se fue a ordeñar vacas al oriente boliviano, creo que el hecho no reviste mérito alguno comparado con quienes no sólo recrean esa imagen sino que viven y hacen todo un evangelio del sufrimiento y exclusión social; conocí muchísimos hombres y mujeres de iglesia –extranjeros y nacionales- con un enorme espíritu de compromiso y entrega sin límites a favor de los más desposeídos, excluidos, marginados, desarrapados, condenados de la tierra (Franz Fanon), en suma, los nuevos parias que ha generado la modernidad tardía, sin que ello haya significado abdicar de su fe y pasar a engrosas las filas de una izquierda –como la boliviana- atestada de bribones.

Acaso, un provinciano –que es lo que soy- educado en las filas de la Iglesia y que lleva una cadena de antepasados analfabetos, una madre que garabatea medianamente el castellano –su única lengua- y que los sinsabores de la vida han cincelado su rostro, no con marchas ni bloqueos, sino con las más abrumadoras tareas agrícolas, hoy por hoy, no soporta la imagen del sindicalista carraspeando el español, pues, no tengo razón alguna para renegar de una institución que hace a la historia misma de este país.

Leí las notas de Puente sobre la posición del P. Gregorio Iriarte respecto al proyecto de constitución del MAS y los estatutos autonómicos de la media luna. Escribo estas líneas, no porque el P. Iriarte no sea capaz de hacerlo, es más, pienso que habrá dicho algo o simplemente su silencio diga muchas cosas; la sencilla razón de estas anotaciones es que, ¿no es bueno y saludable, que una mente joven, con ideas frescas y apreciaciones imparciales, le responda a un hombre entrado ya en la longevidad, y de yapa, disquisiciones cansadas, dogmatismos ideológicos que le encorvan cualquier tipo de análisis? ¿Los vientos revolucionarios de hace tres décadas no terminaron en un rotundo fracaso militar en Ñancahuazú? ¿El andamiaje político-ideológico de Puente sobrepasó más allá de la Higuera? ¿No es fruto de su fanatismo, adoctrinamiento acrítico, radicalismo político, bajo el resplandor del leninismo de su época, su tristemente proyecto de librito, “De Nazaret a Ñancahuazú”, pretensioso título, además? ¿no es un testimonio claro que Puente optara por ser un ex-combatiente de la Compañía, absorbido por las ideas de un marxismo-leninismo del cual se vanagloria hasta el paroxismo? Estoy convencido que la única muestra del ideario político de Puente no sobrepasa la verborrea y el monólogo surrealista.

Es irrisorio –para no decir más- que un ex-jesuita –aunque en la viña del Señor hay de todo- tras largos años de formación filosófico-teológica y que llegó ha ser maestro de colegio de Mariano Rajoi, opositor vasco cercano al etarrismo como Chávez de las FAR, cambie el discurso de los pobres y el compromiso de Jesús por la demagogia sindical; pues, es más que evidente sostener que la opción por los pobres pasa por las necesidades del anciano, el huérfano, el enfermo, la viuda, la samaritana o Maria de Magdala, es decir, los más pobre entre los pobres. Para Puente, desde su perspectiva marxista-leninista es lo mismo ser pobre con un patrimonio de 3 millones de dólares como Evo Morales frente a aquél miserable que sobrevive con medio dólar al día o el pobre policía cuya renta no sobrepasa los 900 bs. y cuatro hijos que van a la escuela. No se puede categorizar al pobre sólo desde una dimensión político-sociológica ni hacer del pobre una wipala de lucha, en busca del poder, mientras se banquetea igual que un cholo visceral; Jesús condenó vehementemente ese tipo de blasfemia porque consideraba que el hijo del hombre no tenía ni siquiera donde reclinar la cabeza.

En este momento, en el que los radicalismos encontrados en el país han frenado toda posibilidad de cambio es completamente evangélico condenarlos. Jesús no toleró ningún tipo de Zelotismo (sindicalismo, nacionalismo etnocultural, indigenismo, populismo, etc.) ni Fariseismo leguleyo alguno (movimientos cívicos, burguesías autonómicas, ultraderechas, etc.). Mantenerse equidistante de un indigenismo rampante y una ultraderecha salvaje es lo más sano aunque esta posición sea tachada por ambos bandos de cinismo o traición a la causa de los pobres, o finalmente lo que se le quiera llamar.


Iván Castro Aruzamen
Profesor de Derechos Humanos - UCB