miércoles, 14 de octubre de 2009

MOLTURACION Y DIVERSIDAD

MOLTURACIÓN Y DIVERSIDAD

Gillez Deleuze, escribió: “una vida está en todos lados, en cada uno de los momentos que atraviesa tal o cual sujeto viviente”, es decir, que la vida es un experimento inacabado, por tanto, no cabe, esencialidad ni puritanismo racial alguno, en ninguna parte del planeta. Sin desmerecer epistemes y modos de entender la vida, el hombre y la sociedad, no cabe duda, de que la ciencia da la razón a quienes razonan (mos). Y no así, por ejemplo, a Hitler y a las burguesías de todos los tiempos y lugares, que en nombre de una pretendida superioridad de una raza sobre otra (s), llevaron a la destrucción del otro, sin contemplaciones; y eso, no fue más que un error científico, porque ese tipo de selección va en contra de la humanidad en general y del grupo seleccionado en particular. El fascismo sindical del MAS y de la extrema derecha, en este país, corren en esa dirección, aunque parezca retrógrado.

Los Sapa Incas, desde Manco Cápac hasta Pachacutec, se casaron con sus hermanas para tener hijos lo más parecidos posibles a sí mismos; hicieron lo mismo los faraones del antiguo Egipto: el masismo, tiene mucho de ese incario y faraonismo selectivo, un puritanismo exacerbado. El patrioterismo –basado en dicho faraonismo– que defienden a capa y espada, a punta de k’ulawa y mausser, no es más que para esconder un centralismo autonómico, sometido a los caprichos del caudillo mitologizado; un separatismo racial, como idea exasperada de patria que enarbola el MAS es mucho más peligroso de lo que podemos imaginar. La única manera de pulverizar esas ideas nacionalistas, sólo es posible desde la democracia, pues, ésta, atenúa esa exacerbación, desmitificando y desacralizando todo tipo de patrioterismo, para hacer la idea de patria más razonable y a la medida de las necesidades de la gente; también, acaba por desnudar los carismas y aureolas del caudillo patriotero.

Ante la pretendida superioridad del indígena, por ejemplo, sobre el resto de la población, la ciencia, ya hace rato, que desechó esa idea; porque nos dice, que no hay raza superior o inferior, que todos los hombres y mujeres son científicamente iguales y biológicamente únicos. De modo que todo racismo y nacionalismo rabioso, venga de donde venga, no es más que una lamentable proeza de ignorancia. Los bolivianos no hemos dejado de ser, en el fondo, como los incas o los faraones, porque siempre buscamos casarnos –si no con nuestra hermana– al menos, sí, con una mujer los más parecida a nuestra santa madre, ¿para qué?, para reproducirnos idénticos en la descendencia, y de lo que se trata entonces, es de crear una casta. Somos una sociedad de castas y ghetos, ¿acaso, el buscar, marido o mujer entre los de la misma clase social, económica y cultural, no es una manera de perpetuar una casta? Sea como fuere, antes que se una ventaja, la prolongación de ciertos rasgos, los ojos, el color, la apariencia, no es más que la ruina misma. Cuando hoy nuestra sociedad, está reclamando –no puritanismo ni esencialismos de ninguna clase– el cruce de sangres, la mezcla, lo contaminado. Yo creo, que la mezcla, la hibrides, como resultado de la unión de una magnifica de Pablo Manzoni y un Cacachaka del norte de Potosí, sería la respuesta más acertada a esa tendencia del masismo y de las burguesías de oriente, ignorante y puritana. En Bolivia, seguimos queriendo, que se case el médico con la hija de un médico, que el quechua se case con una quechua, el aymará con una ayamara, el terrateniente con una princesita, el hijo del ministro con la hija de la ministra, el sociólogo con una socióloga, así hasta el infinito.

Ahora, digo, que se habla del Estado Plurinacional y el país de las oportunidades –no otro sueño constituye el litio y el hierro–, desde el Presi hasta el último alcalde –que más parece el argumento y tema de la mejor ciencia ficción–, la nueva constitución debiera abrir las puertas para que todo el mundo acabe mezclando sus olores y sabores y saliva, de modo que, en unos años surja la quinta raza, el crisol de las sangres, que tanto soñaba Mauro Vazconcelos. Ese sería el verdadero Estado Plurinacional, donde sean abolidas, la selectividad y los privilegios de unos cuantos frente a los otros; así que, de tanta aglomeración y tanto coito y cruces y mezclas, los bolivianos seamos un país de la molturación de las sangres y la diversidad: ni sangre de bronce ni de plata ni de litio ni de hierro ni culitos blancos ni neoliberales ni socialistas, joder.

Mientras no comprendamos que la tierra es la única y maternal patria del hombre, donde nos molturemos hasta el cansancio, y entendamos que Bolivia es para todos, seguiremos teniendo en el país, octubre negros y rojos y verdes y de todos los colores, así como masacres y terrorismos; y el Estado Pluri una utopía más.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

MITO Y POLÍTICA

MITO Y POLÍTICA

Ninguna de las propuestas electorales en carrera, para antes y después de diciembre, contienen un programa serio, que permita al país, entrar con una orientación contextualizada, en la modernidad de la sociedad de riesgo global. Ni Evo Morales, ni Manfred Reyes Villa con todo su eje de convergencia Plan Progreso, ni Samuel Doria Medina de la mano de un ex–fabril del oriente boliviano, ni René Joaquino acompañado de un predicador –dicen por ahí– que hace ver a los ciegos y andar a los discapacitados y otros desmayos, tienen un proyecto sostenible, que busque la construcción de un sociedad en la que quepan todos. ¿Por qué sucede esto en nuestra política? Por dos problemas irresolutos en el país: la cuestión identitaria y la mitificación en la política.

Ya se sabe que las situaciones insostenibles, son las que más sobresalen y se sostienen, por mucho tiempo; en nuestro país, las situaciones insostenibles se hacen sostenibles gracias al gas. A pesar de ello, el masismo explota políticamente de modo favorable a sus intereses ese tipo de situaciones; por eso mismo, ha introducido en su discurso un “who is who”, o “quien es quien”, que equivale a decir, “a ver quien tiene más ventaja”; no hay duda de quien sale favorecido de esta situación es el MAS, porque hace uso y abuso de los bienes del Estado para hacer campaña electoral.

Con todo eso y el maquillaje económico, es que el país no está fácil; y no está fácil, porque con tanto chico raro en el gobierno y la política, no sabemos dónde vamos a parar. Eso sí, al igual que en gobiernos neoliberales, podemos determinar nítidamente, quién –qué, por qué, cómo, cuándo, de qué, con qué y para qué– es el corrupto, quien es un loco angurriento, un gamberro y un desorbitado reprimido; pues, sencilla y llanamente, es este país, los bolivianos –no se diga otra cosa– hemos hecho de nuestra vida política nacional –además de sus consabidos traumas– una historia basada en la mitología, es más, nos han gobernado, siempre, por el mito antes que por el voto; se ha mitificado todo –sobre todo al caudillo–, desde la varita de oro de Manco Kapac hasta la ignorancia del Presidente de la República, pasando por las canas del power García Linera y eso del buen salvaje al buen indígena. La política termina mitificándolo todo. La realidad en todo su espesor, aparece mitificada. Cuándo no fue un mito el estaño y la plata, o la salida al mar, no es en este momento un mito, la explotación del mutún o el litio del salar de Uyuni, digo yo.

Todo el drama de Bolivia, yo creo, que está resumido en la pregunta que me hizo, no hace mucho tiempo, un humilde hombre del campo, “¿cómo se les ha ocurrido hacer revoluciones cuando en nuestro país hay una epidemia incurable?” De ahí que, he venido restregándoles en la cara a masistas y fascistas de derechas, eso que siempre han sido y no han dejado de ser los políticos, una horda de perros hambrientos y la única política que aprendieron a hacer, esa de los amarres y compadres; desencantado por esa política de asco, no he dejado de longearles la epidermis igual si fueran chanchos de engorde, porque los políticos de circo, nunca terminan de decirnos la verdad y si la dicen, lo hacen a medias tintas, y peor aún, cuando no nos dicen nada sobre las oscuras direcciones que ha tomado la pasión por el poder, en sus vidas.

Tal y como está planteado el juego político, para hoy y para mañana, oponerse a los patrioteros del masismo, es una forma de hacer y construir la patria, más allá de que quieran quedarse en el gobierno, muchos años. Y si de verdades a medias se trata, uno de los temas que pertenece a esa izquierda predatoria, o sea la horda misma, es el caso Porvenir y Rozsa, de los que no terminan de decir la verdad de los hechos. El socialismo del MAS, por supuesto, también acabará siendo un mito más de la política en Bolivia. Lo malo de los mitos es que no crean fuentes de trabajo ni hacen caer el maná del cielo, una mañana cualquiera, cuándo los pobres necesitan un pan para engañar al hambre.

Mito y política en nuestro país, han sido la teoría y la praxis, las dos caras de una misma moneda: el subdesarrollo y atraso de un Estado ajeno a la realidad.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

EL REUMATISMO IDEOLÓGICO

EL REUMATISMO IDEOLÓGICO

Los políticos del presente –y los de antes–, a mí, como tantos otros bolivianos, nos andan matando las esperanzas. Cada día vienen asesinando nuestros sueños de un país democrático y de derecho. Ahora, nos salen con que van a regalar una portátil a los maestros, y que en unos años más, no sabemos si será a fines del 2050, todos los estudiantes del sistema fiscal, el gobierno les dotará de una computadora personal; “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé! (…) Serán talvez los potros de bárbaros atilas;/ o los heraldos negros que nos manda la Muerte”, decía César Vallejo; ya venía diciendo yo, que los chicos pawer de la política gubernamental, andan en drogas; y esas enfermedades no se curan nunca, igual que el cáncer, el reumatismo, la diabetes, la leucemia, entre otras; tampoco se cura ni curará el reumatismo ideológico de los chicos raros de izquierdas; comprendiendo o no este peligro, los opositores han montado partidos y asociaciones ciudadanas, esperando un milagro en las elecciones de diciembre.

Si de enfermedades hablamos, bien sabemos que muchas de ellas, pasa el tiempo pero no matan, o no matan tan pronto, aunque duren toda la vida. El reumatismo y la artritis son de esas enfermedades longevas; si no se le presta atención a tiempo, el reumatismo masista, puede quedarse con nosotros mucho tiempo, como una forma de reumatismo y una imposibilidad de cambiar de postura, en pocas palabras, un lumbago ideológico, pues, así de deformada está nuestra cultura política. A los políticos que vienen matando las esperanzas de la gente, hipotecando el futuro, nos están haciendo pasar gato por vizcacha, y un castigo ejemplar, además de la cárcel, sería sacarlos desnudos en las portadas de los diarios –previa orden judicial– como una manera de dilapidarlos con el plomo tipográfico de los mas media; así podríamos ver las deformaciones que tienen debido al reuma ideológico, tan lleno de corrupción, discurso, sobre todo, atolondrado por la droga sindical. Supongo, que el gobierno, no pondría objeción a esto, ya que tanto habla de la libertad de prensa, por tanto exhibir en pelotas a ministros, viceministros, diputados, senadores, que sufran de reuma ideológico, no dejaría de ser un buen escarmiento.

Los políticos que andan subidos en la cresta del poder, así como los patriarcas en retirada, son culpables de nuestra democracia y su malformación y de su fracaso histórico-político, a pesar de que en su más honda ignorancia y su buena voluntad –además de sus bolsillos– quisieron, posiblemente, hacer un país para todos, pero, acabaron (acaban) haciendo un país para nadie; el socialismo del siglo XXI como el neoliberalismo de ayer, dejados a su libre albedrío y juego devorador, totalizador y estúpido, pueden llegar, bien sabemos, a despedazar la vida, a ensombrecer la luz del mañana y terminar devorándose así mismos, también al país, con un apetito de León africano, que nadie hubiera sospechado siquiera.

¿En qué se diferencian los políticos de izquierdas de los de derechas? Yo creo que sólo en la corbata. Sí, tan sólo eso, pues, a los de derechas les gusta ir de corbata, a los de la izquierda también, pero se reprimen ¿En qué se diferencian políticos como Gustavo Torrico, César Navarro o Lourdes Millares, de un llant´ero, cortador de eucaliptos? Casi en nada. Estos señores al igual que los corta eucaliptos, atacan lo mismo que a las plantas al pueblo, con la misma furia, con el mismo impulso animal, con la misma rapidez y con el mismo afán de lucro, político y personal, si no qué hace toda la parentela metida en el asunto del Estado. Digo estas cosas de los políticos y sobre los políticos, para no traicionar mi alma y mi karma, porque soy un hombre de buena y con un poco de fe, quizá no alcanza todavía el grano de mostaza; y, además, porque estoy convencido que cada político que hemos tenido ha sido un reprimido de no sé qué, pero, que les ha gustado cortar, romper, destrozar, fracturar, traicionar, serruchar, robar –al país– y eliminar sin asco a quien se le cruzara en el camino, lo sabe todo el mundo.

Ahora que sabemos que el reuma ideológico es incurable, mejor prevenir antes que padecer sus nefastas y dolorosas consecuencias, no.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos cordialmente

LA IZQUIERDA INCIVILIZADA

LA IZQUIERDA INCIVILIZADA

No tengo nada en contra del masismo ni con la derecha decadente, que yo sepa o al menos nadie me lo ha dicho; pero, creo que utilizar argumentos –como la felicidad– o la meteorología –como el sol, la tierra, la lluvia, la luna, el frío– para justificar toda una política deprecatoria y castrante del sistema democrático, es pasarse ya de asno; al parecer, para los indigenodemócratas, no importa utilizar el argumento que sea, cuando no se tiene mejores entre manos. Este modo de proceder, este método y recurso, sólo puede venir de una izquierda incivilizada y silvestre; pues, como sabemos, la izquierda de nuestro país, no fue a escuelas y colegios de buena calidad, asimismo, la derecha aparece como civilizada, por tanto, si hubiera una izquierda civilizada, señor, ya no sería izquierda. Por eso, esa facción neopopulista, roja, de los García Linera, no pasa de ser una izquierda vergonzante, con una melancolía, casi imposible, de ser derecha. No podemos olvidar, que en la escuela, el colegio y la universidad, nos enseñaron que la izquierda es incivilizada por naturaleza; siguiendo esta lógica, los izquierdócratas de ahora, sólo quieren meter presos a prefectos, exministros, expresidentes, jueces y fiscales, y si podrían quemar iglesias y violar ñustas, lo harían. Entonces, hablar de una izquierda civilizada, nada, es pedir peras al olmo, es referirse a una izquierda ebria ¿Dónde y cuándo hemos visto una izquierda civilizada? Sólo en los chiqueros, cárceles, cantinas y lenocinios, creo. Posiblemente, tentados, dirán algunos, que ya hay algo de civilización en la izquierda con García Linera, Juan Ramón Quintana, Héctor Arce, Sacha Llorenti; pues, no. Lo que tiene esta izquierda incivil, es a los tres mosqueteros, aunque, los tres mosqueteros en la novela de Alejandro Dumas, eran de derecha, y conocemos también que los tres mosqueteros eran cuatro. Para el masismo, estos espadachines de la nueva política nacional, se birlan derecha cuando quieren y hasta el empacho: García Linera, no es más que la esencia de la agresividad desnuda de chico raro con poses de macho falso; Juan Ramón Quintana, es el rostro de Mefistófeles, encarnado en el ministro de hierro; y Sacha Llorenti junto a Héctor Arce, intentar mostrar y representar una democracia elegante, pero todavía incivilizada. Estos tres mosqueteros que juntos hacen cuatro, si reunieran sus espadas en un haz de acero, no dudarían en cargarse a cien mil hijos de derechas; estos personajes, capaces de sembrar el terror y la confusión, están haciendo su paso por el poder, chamuscándose a la brasa, la parrilla y la plancha, con la misma intensidad y pasión que el tristemente célebre zorro Berzaín o el ministro de la cocaína, Arce Gómez. La gran diferencia entre los mosqueteros de Dumas y de los masistas es que, los primeros, eran conocidos y apreciados por el pueblo, pero, los segundos, dentro de la impopularidad generalizada del político en Bolivia, nadie suele reconocerles en la calle; eso sí. Sabemos que quieren quedarse en el poder y por del poder, usando como señuelo a Evo Morales, el masismo y sus hordas ya sueñan con un gobierno incivilizado por los próximos cincuenta años. Así las cosas, el panorama es más que sombrío, porque el MAS incivilizado, quiere servir a la verdad, pero, partiendo del sofismo político de que hay una sola verdad, la de la intolerancia, la victimización, la etnicización de la sociedad, la corrupción, el discurso grandilocuente, sin embargo, desde que la democracia, como modelo para vivir en sociedad, irrumpe en occidente, existen muchas verdades, casi tantas como mosqueteros esparcidos por el mundo ¿A qué verdad es frente a la cual doblan la rodilla e inclinan la cabeza, los masistas y sus aliados políticos? ¿A qué verdad vamos a someternos los Bolivianos? Ni a la izquierda incivilizada e imbecilizada del MAS, el Movimiento Sin Miedo, el partido Comunista, los movimientos sociales ni a la derecha troglodita de los Marincovich o los Reyes Villa. Si Evo Morales Ayma, no lo pongo dentro de los mosqueteros, es porque, como el mismo lo ha manifestado ante los estudiantes de Ciencias Políticas de la Complutense, no lee libros, tampoco hojas de coca.

Iván Castro Aruzamen
Filósofo y teólogo
Profesor de derechos humanos cordialmente

IRREVOLUCION Y PATRIARCALISMO POLÍTICO

IRREVOLUCIÓN Y PATRIARCALISMO POLÍTICO

El socialismo que se busca instaurar en Bolivia, sencilla y llanamente, es la expresión de la barbarie social, aunque por otro lado, a esa barbarie ejercitada por el MAS, yo digo que es el cucu, ese que nuestros abuelos invocaban cuando uno no quería comerse la sopa; por supuesto, que debido a este cucu político, desordenado, brutal, terrorista, los niños de derechas, ya empiezan a portarse educados y andan medio rectos; asimismo ese cucu socialista, esa irrevolución del masismo, nos ha planteado la necesidad de pensar en un cambio estructural del país. Claro, y si han aparecido en Bolivia el socialismo, el comunismo, el indigenismo y otros ismos políticos, no ha sido para parir más burgueses, que para eso estaban el MNR, MIR, UCS, ADN y las transnacionales –pues en realidad son muy uninacionales–, sino para espantar burgueses que le metían mano al Estado, por donde podían, pero no, el socialismo irrevolucionario del MAS, ha hecho nuevos burgueses hasta de las piedras. Por el momento, socialistas irrevolucionarios, comunistas, indigenistas, indianistas, sinmiedistas, cortesanos, condes y condesas y todos los sindicatos del hampa político del país, debieran empezar, si se quiere cambiar el estilo de hacer política, por desodorarse el rabo con un poco de sprais para matar moscas y cucarachas, no otra cosa tienen en la cabeza y entrañas; además, estoy convencido, de que a los irrevolucionarios del MAS, como García Linera, les gusta la sangre, peor aún, viven sedientos de sangre, son cómo el frankenstein –joven– de sus primeros experimentos, a estos patriarcas irrevolucionarios les gusta la hemoglobina y la carne.

Algunos librepensadores, hemos venido durante este tiempo, tratando de hacer una especie de periodismo literario político, es decir, ni más ni menos, que una “autopsia de la tiranía masista”, devenida muy pronto en un totalitarismo totalizador, en el que lo ideológico se sobrepone a la cotidianidad de la gente, así como un patriarcalismo, aberrante, por encima de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres; eso nos demuestra la lista de diputables, senables, ministrables y presidenciables, para las elecciones de diciembre.

Más allá de que se aluda, ufanamente y con tanta alharaca, de que Evo Morales es el presidente del Estado Plurinacional, el patriarcalismo político no sólo es excluyente, sino que además, se ha convertido en una política de Estado. Wirginia Wolf, en “Una habitaci{on propia”, denunciaba cómo el machismo había invadido hasta la interioridad de las mujeres, yo no creo que algún masista u otro político en Bolivia, se atreva a rebatir esta afirmación, porque el MAS y todos los partidos políticos, son tremendamente patriarcales; la señora, Ana María Romero, por ejemplo, terminó sucumbiendo a esta lógica perversa, pues, de defensora de los derechos y un marcado antipatriarcalismo, termina sumándose a las filas de un movimiento, como el MAS, mucho más patriarcal que el chancho y el asno, juntos; yo pienso, que es urgente una larga y soberbia reflexión sobre el patriarcalismo en la política nacional. Porque esta práctica ha hecho de nuestra sociedad, no sólo violenta, sino que también se mueva bajo el manto de la confusión, la proliferación, la fecundación, el fervor desmedido, el hermetismo, la aglomeración, el desorden y, sobre todo, el lambisconeo, preguntemoslo, sino a Evo Morales, cómo le hace para dejar la botas bien lustradas, del más grande bufón que ha dado Latinoamérica en este siglo, Chávez.

Bolivia, ha sido (y es) de siempre una sociedad patriarcal; la descolonización masista al parecer intentaba poner fin a esto, pero, nos encontramos, ahora, con que además de ser patriarcales somos populoizquierdócratas; algunos patriarcas de la política, para nuestro bien han empezado su retirada (Látigo Rodríguez, Vázquez Villamar, Carlos Borth, Tuto Quiroga, Antonio Peredo, Walter Guiteras…) y dejan la arena política, Dios quiera, para vivir una segunda maternidad; aunque para tranquilidad de estos padres de la patria, ya aparecen en escena, los nuevos burgueses de izquierdas, muy diplomáticos cuando menos y sanguinarios en más, ocupados todo el tiempo, en hacer un show mediático bélico; ya he dicho, que la diferencia entre unos y otros, estriba en que, los neoliberales van a misa de 8 de la mañana y los masistas, a wilanchas y limpias de brujería.

Podríamos hasta creer que los irrevolucionarios de izquierdas y los decadentes neoliberales de derechas, parecen ser un mismo perro pero con distinto collar, no, para nada, son los mismos mastines y chihuahas de siempre y con el mismo collar; “la política de la irrevolución y el patriarcalismo político, sigue siendo putrefacta”, pero, mucho más, cuando nos damos cuenta de que los políticos sufren una hipertensión por el poder, posiblemente, ya hayan caído en una insuficiencia renal crónica, por eso algunos han optado por irse de consulta con el urólogo.

Iván Castro Aruzamen
Téologo y filósofo
Profesor de derechos humanos



EL SOCIALISMO INMORTAL

EL SOCIALISMO INMORTAL

A pesar de que el masismo y su cacique, creen en un “socialismo inmortal”, los revolucionarios de izquierdas, folkclóricos, están condenados a pasar al reverso de la historia, sea tarde o temprano –yo creo que será mucho más antes de lo que calculaban, porque en diciembre, el porcentaje entre el primero y el segundo, será mínimo–. Durante este tiempo de gobierno, la izquierda afeminada, se ha pasado la vida buscando la forma de hacer una revolución sin hacerlo, porque, los progres del MAS, tienen una visión aleatoria e improvisada de la realidad, y, finalmente, esa izquierda no es izquierda ni nada por el estilo. Si bien, Carlos Marx, predijo que el capitalismo acabaría devorándose a sí mismo, no pudo prever que el socialismo, surgiera donde surgiera, terminaría, también, engulléndose y con qué apetito, señor.

De momento, los diputables y senables, los ministrables, los posibilistas y futurólogos del MAS, están –y creen estar– en el limbo, en la cresta de la ola (del gallo decimos en Bolivia), en el paraíso plurinacional, aunque, bien sabemos, que en la cima, de lo que sea –el poder, la fama, los títulos, los aplausos, las adulaciones y hasta las caricias y el amor– sólo duran (y uno se está ahí) lo que canta un gallo. Y en este tiempo preelectoral, todos los agoreros del masismo, hacen declaraciones, asisten a banquetes, salen en los periódicos, se sacan fotos, arman gigantografías, usan los bienes del Estado para su campaña, dicen cosas –las más de las veces sin sentido–, sueltan discursos incendiarios y viajan por ahí, por todo el país; y así fue de siempre, los políticos la única vez que conocen Bolivia, es durante el turismo político-electoral.

Lo que les pasa a nuestros políticos es que quieren estar toda la vida en la cúspide del poder, en la punta de la ola, sufren del síndrome del surfeador –más allá de que no tengamos mar o posiblemente sea la única manera de tenerlo–. Niestzche, lo llamaba voluntad de poder, aunque de una forma u otra, todos sentimos algunas ganas de apearnos al poder; yo creo que los políticos, en nuestro país, tienen, también, mucho de equilibristas, callawayas, chunchólogos, es decir, un espíritu de circo, con la diferencia de que el payaso es digno; mientras se está ahí arriba, en la cresta de la ola, los delfines del socialismo indígena, se han ido comportando como el perro del hortelano Marx, no dejan cenar ni cenan. Se les ha ido todo el presupuesto de la nación, anunciando una democracia, libertad, justicia, que no existe, en suma, todo; no han podido, sé que es humano, tal vez, demasiado humano decía Niestzche, resistir a la tentación fácil de embobarse con el poder, de tratar de ser los más progresistas, los más avanzados –mientras el país va para atrás–, los más abiertos, los más latinoamericanistas, los más antiimperialistas, y los más pro-venezolanos o cubanos.

De lo que se trata en las próximas elecciones es, de que la gente votara, ya no por ningún tipo de extremismos, sino por una postura moderada, que no hay en este momento, sino más de lo mismo; la distancia entre Manfred Reyes y Evo Morales, es la misma mierda, es decir, el olor a alcantarilla, porque la derecha compra izquierdas y la izquierda compra derechas. Digo, hombre, dentro de nuestra incipiente cultura política, ya no cabe la subversión ni el totalitarismo; aunque de siempre, por muchas elecciones que hayamos tenido, en su momento, la derecha era la buena y la mala la izquierda, y más luego, la izquierda la buena y la mala la derecha; nos han educado en la pedagogía de que el anterior, el antecesor, el que estuvo antes, nunca fue bueno y es el que nunca gana en nada. No sé lo que pasará en diciembre, pero sí, lo que le conviene a Bolivia, en términos políticos: “ni socialismo ni capitalismo inmortal”, de ninguna laya. Yo creo que la nueva política, anda todavía madurando por las escuelas y las universidades, llegará su momento y la pútrida gente del neoliberalismo o el socialismo inmortal, hederán en la fosa de sus ambiciones.

Ojalá el día 13 de diciembre, el tiempo estancado del socialismo inmortal que pregona Evo Morales y García Linera, sea removido o como dice, Gabriel García Márquez, en el comienzo de su gran novela sobre el poder, “El otoño del patriarca”: “la madrugada del lunes la ciudad (el país) despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y podrida grandeza…”.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

ANTIIMPERIALISMO EPILEPTICO

ANTIIMPERIALISMO EPILÉPTICO

La sociedad boliviana ha necesitado al indio y al mestizo como un contraboliviano, como la evidencia del mal y la decadencia, como un condenado en vida, como el contraste cobrizo de la casta blanca, criolla, europeizada, pálida y absurda, apostólica y romana; pero, los indios y los mestizos, fueron una cosa útil y dieron muchas buenas a la historia de nuestros países, dieron la memoria lúcida de que una nueva cultura, híbrida y contaminada, llena de rugosidades, para nuestro bien o nuestro mal, emergía en la historia del continente; ya César Vallejo, en esa su hondura poética del desgarro y desamparo americano, le cantó al mestizaje; y no, es que a lo largo de la historia de estos pueblos de la América del Sur, al indio y al mestizo, se los arropó con la mitología del miedo y la ignorancia, la incultura y los piojos y la sarna, no otra cosa, escribió, Alcides Arguedas en su “Pueblo Enfermo”.

Ahora, que indios y mestizos, con toda oportunidad y decisión, tienen la posibilidad de encontrar reivindicaciones como raza y clase, aparece, nuevamente, otra casta blanca, mimetizada bajo una simbología apócrifa, de la wiphala, del poncho rojo y la k’ulawa, la piedra y grandeza limitada de un Imperio perdido en el tiempo, tan sólo para hacerse con el poder efímero y circunstancial, del momento histórico del país, por cierto necesitado de cambio y transformación; ya escribí de que es imposible “el sueño boliviano con el sueño (angurria) masista”. Yo, les diría a mestizos e indígenas –conscientes de que no es posible sobrevivir en la mediterraneidad económica y política del mundo contemporáneo–, no para consolarles, que de eso se ocupó la cristiandad de la Iglesia ultraconservadora, sino para consolarme a mí mismo, si durante la época republicana hasta la caída de Sánchez de Lozada, se construyó un Estado sobre el lomo del indio y el mestizo, estigmatizados con la superstición y la ignorancia, hoy, ni más ni menos, el masismo repite el libreto, pues, sigue siendo un culito blanco, de manos féminas (o algún apellido italiano como Llorenti) el que erige la senda de nuestro destino y el pobrecito cocalero, campanario de ese pensamiento etéreo, sólo atina a repetir sin comprender lo que pasa su alrededor.

La nueva casta cobriza y blancoide de Palacio de Gobierno, elevó la imagen del caudillo a prototipo, sustentado por un discurso amañado y demagógico; el caudillo, ese personaje oscuro que puebla la historia política de nuestro país, tan ladino como un zorro o una hiena, de pronto, se convirtió, al mismo tiempo, por decisión propia y de manera involuntaria, en el nuevo dios de indios y campesinos y mestizos; y en lugar de redimir al indio y todos los excluidos de una sociedad excluyente por esencia, nada más termina por indianizar y desmestizar a todos, otra vez con el mito de la ignorancia, pero además, de la promesa paradisiaca del “todos para uno y uno para todos”; si la mortalidad infantil entre los hijos de la gente del campo –de manos encallecidas– no fuera la más alta de América Latina y quizá del mundo, podríamos pensar que las cosas andan bien; indígenas, campesinos y mestizos, han venido dando pruebas decididas de la voluntad de ser integrados e incluidos en una nueva sociedad, más allá de los flacos intereses de dirigentillos, tangenciales y serviles a la nueva casta burguesa de izquierdas.

Repasando la lista de las reivindicaciones –no esas de los nuevos magnates de la política, ni de los narcocapos de las cúpulas del MAS, que buscan fama, reconocimiento, dinero, títulos honoríficos…–, de los más pobres, de aquellos que en mis años de correrías pastorales, visité, acompañé y comí de su plato de lentejas, y con los que no hace mucho volví a charlar, de sus angustias y necesidades, me reconocí deudor de una profunda convicción por la liberación, hasta tal punto que corrí a mirarme en el espejo del baño, a ver si mi frente morena y mis manos, otrora agarraron el arado, la pala y la azada, cultivando la tierra, no habían cambiado de aspecto. Lo que les hizo a indígenas y mestizos, esa sociedad burguesa (la de los Reyes Villa, Samuel Doria Medina, Germán Antelo, Branco Marincovich…) nos han hecho en buena medida a todos los bolivianos. Recuerdo, cuando un catequista de tierra adentro, me dijo: “los campesinos no podemos ignorar la Ley, pero la Ley nos ha ignorado siempre a nosotros”. Eso no ha cambiado, pues, la Ley del masismo, hoy ignora a todo aquél que este en contra de los agoreros del paraíso terrenal del nuevo socialismo chavista.

La izquierda de letrina y los señoritos camaleónicos que divulgan su evangelio, del brazo de la chusma dirigencial masista, y que no pasan de ser unos antiimperialista epilépticos –sino, dígame usted, cómo es que don Fidel Surco, uno de los mayores cercadores de la democracia, vuele a Miami, rezando para que el Imperio le devuelva un ojo a su esposa–; yo creo que la izquierda y el masismo de Evo Morales, se parecen a los conejos, porque la insolencia y el mito del anticapitalista bueno y salvaje, se ha reproducido aceleradamente, entre gente ávida de chuparle al Estado; haber si de tanto coito conejil dentro del MAS sale algo nuevo por ahí.

Por el momento, la nueva casta, atea y leninista –sin tener idea de lo que eso significa– no difiriere en nada de la de antaño; debemos tener cuidado con esta nueva casta izquierdista, porque donde pisan o tocan, lo secan, lo aburren, le quitan el color y la gracia y la personalidad a las cosas. Los “izquierdistas epilépticos” de hoy, en nombre de la libertad, de su libertad, suelen cagarse en la libertad espontánea, natural y concreta de los demás, aunque, creo que, todavía los humos del poder que degustan como un buen vino, no les ha dejado caer en la cuenta de la providencialidad de su poder. Evo Morales, García Linera, el masismo, son provisionales. Y que han llegado a Palacio Quemado provisionalmente; eso de quedarse “para todo la vida”, no es más que el eco de un pensamiento anquilosado y puro cretinismo intelectual barato.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

jueves, 3 de septiembre de 2009

DEMOCRACIA DE PALABRAS Y GESTOS

DEMOCRACIA DE PALABRAS Y GESTOS

¿Por qué habla Evo Morales en (desde) el Palacio de gobierno? Porque es el Presidente de los bolivianos, me dirán, rápidamente, muchos. Yo quiero decir que ese no es su sitio. Cada estadista, cada orador, cada político, consta de él y su circunstancia, como diría cualquiera que haya leído a Ortega y Gasset. Yo creo que el presi no tiene una pizca de filosofía, ni una comprensión mínima (ya nadie la tiene, por otro lado) de la política, peor una ideología o una cosa. Lo que tiene es una masa de adeptos inconscientes, un rebaño, un montón. Y cuando sale por la tele es para atacar a alguien o alguna institución, de manera abrupta, buscando ganarse al país con clichés incendiarios. Donde tiene que hablar Morales es en una chichería o en alguna quinta, hasta en el Melgarejo, de la calle Ingavi, hace unos años, de cuando era dirigente lo vi comer patos al horno. Ahí sería el Presidente, más auténtico, más él y su circunstancia. Algunos personajes de Palacio de Gobierno, también, según su circunstancia, debieran de hablar donde les corresponde. Sacha Llorenti, donde hablaba bien era en la Asamblea Permanente de los derechos humanos. David Choquehuanca, en los solsticios y wilanchas. Walter San Miguel, era un orador de bufete, sobre todo para los negocios del banzerismo. Juan Ramón Quintana, en algún seminario o curso de la Escuela de las Américas en Panamá. García Linera, donde habla bien es (era) en la tevé y en el lago Titicaca, y que hasta los peces y sapos salen a escucharle con cara de académicos.

He venido observando a este presidente y sus cuarenta secuaces desde que asumió el poder hace tres años; a mí me parece que, empezando por Evo Morales, todos los personajes de esta “democracia de costumbres y gestos”, debieran estar donde mejor hablaban, en su barra de “table dance”, en el compadrerío de barrio, de los bares y cantinas, chicherías y quintas, en los comedores populares de la cancha o los boliches apestosos de la zona sur. Pero, al fin y al cabo, la misión histórica que tenía el Presidente, era persuadir a los ricos del oriente y del occidente, para que abandonaran su ya esclerótica visión de Estado y se encarrilaran en la construcción de un país para todos, nada; al contrario, ajenos a su circunstancia, Evo Morales y el masismo, van cayendo en la tentación –igual que muchos caudillos y dictadorcillos en la América Latina del siglo XX: Pinochet, Fidel Castro, Hugo Banzer Suárez, Somoza, Hugo Chávez…– de quedarse, de persistir, de durar; Evo Morales está cayendo en la orgía perpetua del poder, y encima para mal, sus huestes le sacralizan mediante el mito y el rito de las proclamas de plazueleta y las Cámaras del parlamento, como si los bolivianos quisiéramos tener presidente indígena (indi-gerible) para siempre.

Me parece, además, que este es “el Presidente de los gestos”. Estamos en eso desde hace tiempo. Nada más y nada menos que en el gesto. “Y que el gobierno se reduce al MAS y el MAS se reduce a Evo Morales y, Evo Morales se reduce a un repertorio de gestos”, muchos de ellos chistosos, contradictorios, incongruentes, como el índice levantado cuando habla del imperialismo del Norte, por medio de un neoimperialismo popular. Desde que Evo Morales llegó a Palacio Quemado, hemos vivido de sus gestos: esa manera de entonar el himno nacional con el puño izquierdo levantado y apretado, casi al estilo hitleriano; o la chompita a rayas de la gira por Europa, las chaquetas confeccionadas con lana de alpaca y decoraciones incaicas y, sobre todo, ese gesto constreñido por hablar un castellano forzado, insolentemente. Los gestos del Presidente, la democracia de los gestos, es sólo para decir al país que este proceso de cambio y la revolución para nada del MAS, va a funcionar queramos o no. Todo indica (la pobreza, los bonos, el clientelismo, el compadrerio, la corrupción) que no va a funcionar, pero, de momento, yo creo, que para su campaña electoral de diciembre de este año, debiera de preocuparse de buscar un gesto para 50 años, porque eso de la retórica “Evo cumple”, está desgasta y manida por el mismo accionar, mediocre del masismo en la conducción del Estado.

Cuentan una anécdota por ahí, de que un día en Madrid, en el café Gijón, Ortega y Gasset, le dijo a José Camilo Cela: “Joven, ¿no prefiere usted que le conozcan por su nombre a que le conozcan por la cara?” Evo Morales y su entorno se han esforzado porque se les conozca por el nombre y por la cara, más nada por las obras y la buena administración del Estado, o la creación de una verdadera política económica. Les sucederá lo mismo que a ese personaje de Sthendal, de “El rojo y el negro”, Julian Sorel, estando a dos pasos de la muerte, pensó: “no he dejado de ser un hipócrita”. A tres meses de las elecciones y la probabilidad, segura, de montar un fraude electoral, cibernético, monumental, o daría lo mismo a horas, del día que caigan del poder, los masistas de la democracia de palabras y gestos, no dejarán de ser eso: hipócritas.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

LA REVOLUCIÓN PARA NADA

LA REVOLUCIÓN PARA NADA

Un autor que caló profundamente en el catolicismo de ultraderecha, Tomás de Kempis, y al que mi abuela solía repetirlo a menudo, con el rosario en la mano, sobre todo, por eso de que el mundo era un teatro en el que cada cual debía de actuar de la mejor manera posible, por cierto no era tan malo a pesar de sus limitaciones; la frase de Kempis, “cada vez que estuve entre los hombres, volví menos hombre”, digo, para un homosexual, no sólo sería de su agrado, sino que, clínicamente, le absolvería de muchos tropiezos; sirva de excusa o no, dicha frase, hoy, más allá del platonismo de Kempis, nos sume en una honda preocupación: parece que, cada vez que uno siente la verborrea de la retórica masista, uno se siente menos boliviano, porque de esa cantaleta antiimperialista neoimperial, no ha desaparecido, esa obsesión que tanto se criticó a los gobiernos neoliberales, la apetencia por el cargo público –es una de las opciones, junto al tráfico de cocaína, más rápidas de hacerse de poder y salir de la pobreza–, el enganche, el homenaje –la celebración del 6 de agosto en Sucre, no fue sino un homenaje al indigenismo de Evo Morales y la ideologización in extremo por García Linera–, la coima, el compadrazgo, el amiguete; de ahí que, toda la vida y la política nacionales giren en torno a un retrosocialismo del verticalismo sindical, y una cada vez más invisible oposición de oriente y occidente.

Ya sabíamos y lo sabían los masistas, aprobada o no aprobada la Nueva Constitución, sea a través de un largo y/o turbo proceso, no era (es) la solución a los problemas estructurales del Estado en nuestro país; la impresión que tengo, después de su turbo aprobación en Oruro y luego el parlamento, es que se ha terminado haciendo de la Carta Magna una feria costumbrista, antes que una verdadera Constitución plurinacional; es una Constitución casera, sindical y excluyente; en esa dirección, la democracia, la libertad, la política, la nación, terminan siendo un puchero, un péctu, en suma, elementos decorativos de una fiesta costumbrista, y ya. Con la Constitución no se desayuna ni se almuerza, pues, aquí en Bolivia, lo que más comemos los pobres es el pan –a bien digo yo, porque crecí comiendo pan y leyendo libros, eso sí, aunque mi abuelo murió a los 98 años y las arrugas le dejaron como higo seco, hasta el último momento de su vida creyó que la tierra era plana; aquí la sabiduría de las arrugas, pasa por ser una choquehuancada ya célebre del Canciller del Estado Plurinacional–, pero, mucho más allá de la Constitución y el masismo, lo que los pobres queremos es, trabajo, libertad y pan, mucho pan, que me parece no es pedir mucho, quizá sólo sean las condiciones mínimas de toda propuesta o Plan de gobierno para los próximos 30 o 50 años; pan, Patria, Justicia, Libertad son necesarias para construir un Estado de las reales diferencias en la unidad; si lo más elemental para los pobres es el pan y el trabajo, los ricos y los nuevos oligarcas, se comen la patria, el poder y la libertad, también, creo que el plato suculento del momento, es el tema de lo plurinacional (patriotismo, suele decir García Linera).

Lo que iba a ser una revolución para cambiar la vida, transformar el mundo y glorificar la lengua, se ha ido quedando lentamente, quedamente, en un reformismo pequeño-burgués, todavía no resignado ni mucho menos desgastado; ahora bien, el cementerio de las revoluciones o donde van a morir los elefantes revolucionarios no es con una contrarrevolución, sino la mediocridad de sus gestores, qué más mediocridad que Choquehuanca, Celima Torrico, Alfredo Rada o Juan Ramón Quintana; es decir, la oportunidad histórica de salvar al país y salvarse así mismos, los masistas la han echado a perder, claro, qué saben los chanchos de margaritas ni los loros de pan mojado en leche. Astutamente lo que se quiere dejar en el país, es solamente una dorada mediocridad, bajo el nombre de revolución cultural y educativa; sabemos que con un pretendido discurso sobre el liderazgo regional y mundial de la dorada figura de Evo Morales, se quiere vender al mundo la imagen de un país de revoluciones, aunque, inevitablemente, Bolivia aparecerá como la que hizo su revolución cultural y educativa para nada, o sencillamente, la reforma pequeño-burgués de una clase dirigencial dorada, pero para nada.

La revolución para nada del MAS, no sólo acabó por echar abajo toda una arquitectura institucional del Estado sino que puso en su lugar una arqueología del pasado, y con eso rasgó nuestra fe en la vida misma, en la continuidad de algo que nos hiciera ser bolivianos, el tradicionalismo de una cultura e identidad construida, no ideologizada, porque ellos sólo conocen la tradición de la cultura del empoderamiento absolutista, vertical, genocida, qué gran mentira el pasatismo y el cinismo del dinero, que corroe las entrañas del masismo y las aguas sucias de su baño retrosocialista; es necesaria una revolución, un proceso de cambio, pero, para devolverle a la gente la dignidad y la fe en la vida misma, el pan y muchos libros.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

YO, CANDIDATO

YO, CANDIDATO

Todo estaba medio tranquilo en mi vida, paisano, como siempre, metido en mis clases de literatura, mis artículos políticos en este periódico, las últimas visitas al médico, de rutina por supuesto, algunos problemas en el barrio, por ejemplo, una chichería infesta que acoge a toda clase de malandrines, esta rodilla mía un poco inflamada, cuando en esto que me llaman unos amigos, muy serios ellos, además, de librepensadores independientes, buenos tipos, una especie por encima de la clase política, tanto en lo ético como en lo profesional, y me dicen: “Que estamos preparando una candidatura, ya que están de moda los presidenciables. Y como independientes, un centro equilibrado, entre la extrema derecha y la izquierda, es decir, ni oligarcas ni terroristas, hemos pensado, te presentes candidato”. Antes de colgar el móvil, no puedo más que agradecer a mis amigos, por haber pensado en mí, ya es mucho para un gesto de amistad o tal vez de desesperación, como muchos bolivianos, frente a la ausencia de líderes políticos, con un poco de sesos y sensibilidad humana.

Joder, yo candidato. Sí, ahora se ha puesto de moda ser candidato, y una especie de demencia política empieza tentar a mil y (gil) para ser presidente. Si don Evo Morales llegó a ser Presidente, candidato, diputado, sindicalista, cocalero, platillero, llamero, es que, digo, paisa, para qué ser candidato, a nada, si cualquiera opta por ser político, para qué descender a ese submundo de parias de la política; si yo fuera candidato, debiera de haber sido, heladero, panadero, mozo, zafrero, cafizo, voceador, juez de agua, trapecista, clarividente, callahuaya… no señor, estoy no más bien así. El travestismo político de la derecha y la izquierda, se ha convertido en condición “sine qua non”, para ser candidato, no pasianos; eso de ser candidato, nada, no me veo candidato a nada, y es que la política en Bolivia, a más de ser subdesarrollada, en ella sólo hay espacio para una bola de ineptos y carentes de oposición(méritos); no hace mucho, escuché decir, con una parsimonia novelesca, a don José Luis Paredes (Papelucho), que se consideraba un (el mejor) servidor público nato, yo digo, todavía en nuestro país no existe una cultura del servicio desinteresado, en función del bien común, que se sustente en la gratuidad y la entrega por los demás, al punto de dar la vida por los amigos; el día que surja un servidor público de esa catadura, no cobrará un peso por su aporte a la comunidad, pues, mientras tanto, “el servidor público de nuestro tiempo (Presidente, Canciller, ministro, senador, diputado, dirigente y todos sus derivados) estará sujeto a las necesidades de la billetera y sus bajos instintos”.

Ser candidato es oficializarse o hacer que lo oficialicen otros; si nunca tuve un carnet o aval ni del MNR, MIR, ADN, CONDEPA, UCS, PS-1, PCB, PODEMOS, MAS y/o cualquier tienda política que haya existido, por qué ahora habría yo de renunciar, a aquello que quise desde el día que pise la universidad, un académico como el P. Miguel Manzanera o el maestro Juan Araoz, un novelista, un pensador, profesor, pero nunca candidato; en el Estado Plurinacional de hoy, ser candidato ya no es un mérito ni mucho menos, es sí, en cambio, el lugar indicado para los vividores, sátrapas, corruptos, antipatriotas, terroristas, travestis, facinerosos, ostras, mezquinos, megalómanos… en pocas palabras, para los prescindibles y toda laya de bazofia politiquera; Dios quiera que a las nuevas generaciones, ni siquiera se les pase por la cabeza querer ser como un Víctor Paz Estensoro, Goni Sánchez de Lozada, Jaime Paz Zamora, Evo Morales, García Linera, y me vienen ahora estos amigos míos, a querer hacerme como esos personajes.

¿Yo candidato, yo espejo cívico, yo escultura ética, alegoría ciudadana, arquetipo, patriota, padre o cosa? Yo, no. Que otros se aventuren y enloden en ese río de bosta política. Mejor que ser candidato, mucho más digno, es pasarse uno la vida, pregonando sus vicios, haciendo literatura, hablando de los pecados y las perversiones que llevamos dentro y sacándoles el cuero a los personajes abyectos de la política. El poder que da un carnet o un aval oficializándose, no es nada comparado con el poder de la palabra y la inteligencia sentiente, eso lo saben muy bien los novelistas y escritores y poetas, pues, el carnet o el aval, pasa.

“Estoy para siempre con esos librepensadores independientes, anti Evo Morales, anti García Linera, anti oligarcas, anti izquierdistas, anti comunistas, anti indigenistas y anti militarismo. Eso sí, desde la calle, porque la calle sí que es de nosotros y no de masitas o cualquier facción radical, ni de ningún pendejo que se pasa la vida de candidato a todo”.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

viernes, 7 de agosto de 2009

LA IZQUIERDA ETERNA

LA IZQUIERDA ETERNA

A mi hermano Elvis J. Castro Aruzamen.
Sociólogo, de quien tanto aprendo.

Yo creo que en Bolivia en este momento, hay una gran izquierda, que no está en el gobierno y hay una izquierda pequeña y hay una izquierda unida y una izquierda desunida. Pero, yo prefiero hablar de una izquierda que quiere eternizarse, como sucedió en la China comunista de Mao Te Sung o la Cuba socialista de los Castro y la Venezuela del chavismo rojo, aunque, digo, pasa (só) lo mismo con la derecha. De ahí que a ambos extremos los lleve muy metidos en el epigastrio.

Esa izquierda festiva que quiere eternizarse, pero, que en muchas de sus aptitudes y maniobras, más parece ser de centro derecha, ha descubierto, más que un acierto un maquiavelismo, en el indígena o lo indígena, con todo su folcklorismo, una especie de energía solar, energía nuclear, riqueza cultural, explotable y nacionalizable, sobre todo, de cara a un electorado domesticado por el clientelismo. La izquierda, con sus sueños de eternidad, nos dice cada día, que el pasado era glorioso, sembrado de mártires y caudillos, nos cuenta la historia de que los pobres del imperio incaico (cojos, mancos, tullidos, mal formes, enfermos, prostitutas) eran felices y vivían en un reino dorado y que iban directamente a morar junto al dios sol. Mentira. Todo no es más que una demagógica mentira. No es verdad que lo pobres de ayer (y de hoy) sean felices. La izquierda en Bolivia, jamás dejó de situar sus utopías en el pasado, y la derecha utópica, también construyó su paraíso en el futuro, que nunca llegó.

“Seguiremos presididos algunos años más por una izquierda festiva, Juan Ramón”, le digo a mi gato, animal artero y mañoso, que me mira con los ojos centelleantes, mientras sorbe su patillo de leche. Claro, le sigo diciendo, a este gato ponzoñoso, de nombre Juan Ramón, “lo que don Evo Morales ignora, es que esa izquierda que quiere aternizarse era y es anterior y posterior a él”. Pero, por lo menos, me tranquiliza saber, que la izquierda que le ha embaucado al Presidente Morales, no es la rural y mujeriega, que es la que va conmigo, sino una izquierda urbana y onegesista, de señoritos y jocosa ¿Por qué esa izquierda es retrógrada? Porque su visión de la historia es arcaica, y, porque además, cree que la libertad sólo puede caber en un partido –antes era el partido comunista y el PS-1–, hoy es el MAS, y que la Justicia cabe en una sola mano (la del Tata Evo). Otro error de los visionarios de izquierda del gobierno, que en su momento el país juzgará, es sostener su fuerza política, en el mito de que La Paz, esa ciudad regada de publicanos y zelotas, ganado de los poderes, trinchera de incendiarios, aparezca como la capital y encuentro de múltiples revoluciones, de todas las libertades, cuando no es más que una geografía imposible arrugada por el frío. Y qué del resto del país.

Los pobres continuarán con el cielo nublado, mientras la izquierda que quiere eternizarse, no abandone sus pretensiones; digo, el único milagro para que los pobres despejen los nubarrones de su futuro, es entrándole a la plantación de la hoja de coca; según el gobierno, el mercado de los masticadores del ancestral arbusto, los acullicadores, se ha ensanchado vertiginosamente, aunque, yo no he visto gente del campo o cocaleros, mucho menos a sus hijos, que paseen con los belfos verdeando; tampoco se ha visto últimamente niños y mujeres, que gracias a los poderes alimenticios y nutritivos, que algunos le atribuyen a la hoja verde, hayan vencido la desnutrición y la repentina caída de los dientes; lo que sí parece claro es que la milenaria hoja, desde la década de los ochenta, ha servido para engordar las arcas de las mafias de la cocaína, establecidas en el trópico.

La democracia comunitaria, propuesta por la izquierda del gobierno, a mi me parece, que no es más que la democracia de los antojos de sindicalistas e incendiarios, que tienen olvidados a los pobres; una democracia de una izquierda que sólo quiere eternizarse en el poder, yo creo, que necesita de blasfemos, y no ya contra Dios, que eso lo han venido haciendo los últimos tres años de gobierno. Contra lo que hay que blasfemar aquí es contra la consigna, el panfleto, el mito del buen indígena, el rito de levantar el puño y la palma de la mano en el pecho, la grúa ideológica y el cepo evista, pues, toda blasfemia cívica es buena; blasfemar correctamente contra aquellos (aquello) que no admiten blasfemias (críticas) es el fruto de la libertad y la intención de construir un país sin mentiras.

Mi gato, Juan Ramón, ha terminado su leche y se relame los bigotes. Felino rastrero y mafioso, “la izquierda quiere eternizarse”, le digo. Mientras término este artículo, Evo Morales, siguiendo la lógica de la eternización en el poder, ha propuesto un programa de gobierno de 50 años, con miras a las elecciones de diciembre.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

jueves, 30 de julio de 2009

LOS SOCALISTA Y OTROS ENEMIGOS

LOS SOCIALISTAS Y OTROS ENEMIGOS

Hace poco me escribió un amigo, muy preocupado: “Oye, que los méritos (oposición) en este país, ya no cuentan un quinto”. Claro, digo, cómo van a contar, si los socialistas y otros enemigos –los sin miedo, por ejemplo, de Juan del Granado, son más híbridos que una mula– han ido suprimiendo las oposiciones de la vida nacional (no me refiero a la oposición política); ya no sirve para nada, el mérito en la carrera profesional, la institucional, la barrial, en suma, esfuerzo vano, sentar el culo 24 horas a buscar temas de oposición.



Una de las consecuencias más nefastas para nuestra sociedad, a causa de medidas demagógicas e inconstitucionales que usó la izquierda para eliminar a la oposición política, en el lugar que se encontrará, ha sido la infravaloración de la oposición (méritos) que, de una forma u otra, movía el engranaje social; ya de por sí, era saludable para la vida nacional, la oposición (concurso de méritos, cualificación, aptitud) a una cátedra, a las notarias, a la administración pública, a los cargos jerárquicos del Estado, a direcciones nacionales, a buscarse una novia para toda la vida, lo que equivalía casarse un poco tarde, es decir, primaba las oposiciones a todo. Bueno, una vez borrada toda oposición del entramado social, lo que se nos viene abajo, es toda una larga tradición de honestidad y esfuerzo de muchos bolivianos; de aquí en adelante, sin oposición en la conciencia nacional, digo, paisano, los hijos de campesinos e indígenas, ya no tendrán necesidad de darle duro y horas y horas a la preparación académica; seguramente, los socialistas y otros enemigos del país, que andan entrometidos en borrar oposición en todos los ámbitos (público y privado) nunca ganaron oposición alguna; por supuesto, cómo iban a hacerlo, si dentro de su esquema mental, se puede ser Presidente por la mañana, regante y cocalero a medio día, dirigente sindical y ministro por la tarde, y traficante de droga y amante por la noche, o sea, todo en un día. Creo, que es de ahí de donde les viene tanto resentimiento, la falta de oposición (mérito); lo peligroso de esta dialéctica de la venganza, es que se va envenenando nuestra vida nacional, de odio racista, con un odio arcaico incontenible.



Porque si de ganar méritos (oposiciones) se trata, veamos, ¿cuántas oposiciones a la cátedra “José Martí” o “Pensamiento marxiano” ganó don Álvaro García Linera? ¿qué oposiciones a “Historia Prehispánica” ganó don Evo Morales? ¿Y, don Choquehuanca, obtuvo alguna oposición al libro “La tierra no da así no más”? Seguro, aunque hubieran ganado alguna, eso qué es comparado con los número uno que da la derecha; ahí está, don Víctor Hugo Cárdenas, Carlos Mesa, Fernando Untoja, Doria Medina, Alejo Veliz, René Joaquino; la izquierda y otros enemigos del país, hasta donde la historia lo registra, con lo único que han aportado a la edificación del Estado, han sido personajes incendiarios y terroristas, guerrilleros y sindicalistas. Así van las cosas en este momento que se habla tanto de “proceso de cambio”, pues, los señores socialistas, eso de los méritos (oposiciones), lo tienen metido en el duodeno.



¿Y a qué viene todo esto que vengo diciendo, sobre el tema de las oposiciones (méritos)? Pues, viene a propósito de la proximidad de unas elecciones nacionales que hubo en un país, o va a haber, o no habrá nunca y siempre. Nuestras elecciones nacionales, desde la fundación de la República y de cuando mi abuelo iba a dormir la noche anterior en la puerta de su recinto electoral para ser el primero en votar, han sufrido la amenaza de los gobiernos de turno; esa modestia pedónea, no hace (cía) sino tambalear la posibilidad de abrir caminos para que se instaure el diálogo, la esperanza, la real diferencia; algún día, seguramente, encontraremos, sea en un Estado pluri, multi, trans, post nacional o lo que fuere, la fórmula para construir la unidad y cimentar de una vez por todas, la bolivianidad, antes que parcializaciones ultra extremistas.



La izquierda y otros enemigos, más allá de las oposiciones, frente a las elecciones de diciembre, sabiendo dónde la tienen incrustada la meritocracia, quieren mantener unos candidatos sexys; y el binomio, ratificado por la Federación de cocaleros del trópico, lleva una ventaja, la posesión del aparato estatal; la faceta sexy lo muestra el Vicepresidente con una soterrada, pero, superficial masculinidad; la derecha, también se está nutriendo de figuras sexys, no otra cosa representa la presencia de la modelo cruceña, otrora masista, Adriana Gil; el ambiente preelectoral de estos meses que nos separan de diciembre, izquierdas y derechas, intentarán reciclarse, con semblantes y figuras sexys (cantantes, curas progres, modelos, periodistas, empresarios…) muchísimas de ellas sin oposición alguna.



De cara a unos socialistas –ya no uso indigenistas, porque eso quedó en algún trecho del pasado inmediato– y una derecha desorbitada, víctima de sus propios errores del pasado, y una oposición (mérito) cada día venida a menos, sepultada, por los cánones de la escuela de formación política, para la Presidencia del Gobierno, no quiero ningún sexy, eso sí, me inclino, por un loco, pero que tenga algo de oposición y para la lucha social y sindical –necesaria en todo país que se precie de demócrata–, un incendiario, egresado de la Escuela de formación política.



Iván Castro Aruzamen

Filósofo y teólogo

Profesor de derechos humanos

TIRANO MORALES Y EL ESTADO PLURINACIONAL

TIRANO MORALES Y EL ESTADO PLURINACIONAL

No es posible comulgar, en lo más mínimo, con una izquierda neofascista, retrógrada, pero, tampoco, un mínimo de aceptación, frente al accionar de una derecha, si es que todavía puede llamarse así, a los movimientos cívicos y extremistas, amarrados a la lógica del latifundio, como ocurre en algunas regiones del país. Si uno congeniara con alguno de estos sectarismos aberrantes, no sería posible transitar por los senderos de una filosofía política crítica; esa filosofía del cinismo que, Richard Rorty defiende a capa y espada; desde esta columna, no hago más que expresarme como librepensador, en defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos. El wipalismo del MAS y el regionalismo cívico, están en contra de toda filosofía crítica, que piensa al país en términos de unidad, sin ningún tipo de aventurerismo revolucionario coyuntural.



Evo Morales no está muy lejos del “Tirano Banderas” de Ramón María del Valle-Inclán o “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos o “El otoño del Patriarca” de García Márquez; la galería de dictadores en América Latina es interminable, todos con un rasgo común: la apetencia por el poder absoluto y además vitalicio. Ahora voy a eso de Tirano Morales. Es que lo que más va impregnando, tiñendo, nuestra vida cotidiana, es el sentido dictatorial con intenciones vitalicias; es decir, se ha instalado en el país, desde el gobierno, el mito del pequeñoburgués de lo seguro, de ese que no está de paso por el palacio quemado ni de visita sino que quiere quedarse para toda la vida, como si Bolivia fuera otra Cuba. El Tirano Morales es ante todo un caudillo de un sector de pequeñoburgueses, de esa manada de burguesitos emergidos de los escombros revolucionarios del guevarismo de Ñancahuazú y el quiroguismo del PS-1. “Evo Morales, no es más que la caricatura de un héroe de esos antihéroes ilusos”, sino vaya uno a escuchar los comunicados incendiarios de Quintana o Sacha Llorenti, cada vez que aparecen en escena, con resonancias claras del Tirano de tierras calientes, Hugo Chávez. El pensamiento pequeñoburgués que incuba el MAS, se alimenta del sueño de lo seguro, pues, eso irradia su postura frente a las elecciones de diciembre; no sólo aseguran el triunfo del Tirano Morales y su tiranuelo García Linera, también, un empleo seguro para ministros y viceministros –mientras la gente de tierra adentro se muere de hambre–; se asegura la dirección y presidencia nacionales de las empresas nacionalizadas, para aquellos que sigan los dictámenes del Supremo. Para el masismo, está claro, los cargos públicos son para toda la vida.



Asimismo, el Tirano Morales, ha dado a luz, unos dictadores más chicos (uña Morales), como el mal menor, frente a la experiencia del uso del poder por los neoliberales de los 80 y 90; Evo Morales ha abierto las puertas a una peste muy peligrosa, una influenza política A1H1–MAS de dictadores locales (Prefecturas) y provinciales (Alcaldías). Sería una gran noticia para la democracia, si estos uña tiranos son barridos en las municipales y prefecturales del próximo año, por opciones nuevas. La patria, el país, no necesita políticos –como lo fueron en el pasado– para toda la vida o que entienden que los cargos públicos son vitalicios, ya no más Benjamines Migueles; necesita, una revolución permanente de hombres y mujeres, comprometidos con la libertad y la unidad, por encima de celebraciones históricas o bicentenarias, milenarias…porque al parecer la nueva pequeño-burguesía del MAS, por medio de una inercia cultural arcaica, nos quieren hacer creer que los valores vienen dados de una vez por todas y para siempre.



Los jerarcas del MAS así como sus subalternos, que creen en la utopía de una revolución pendiente, la de la nacionalización y el regreso al estatismo desarrollista, no han tenido reparos en ocultar actos de corrupción y malversación de dineros públicos, cerrando cualquier posibilidad a inconformidad alguna, provenga de donde provenga. No es, acaso, un ejemplo transparente, los tejes y manejes de las bestias del Apocalípsis nacional: Ramón Quintana, Alfredo Rada, Walker San Miguel, Luis Alberto Arce, Carlos Romero; si tuvieran un poco de dignidad –aunque creo que la única que poseen es la del Tirano Morales– debieran mandarse a jalar, ya; pero, como la idea de quedarse de por vida es mucho más fuerte que el sentido del bien común, sólo se permiten movidas estratégicas, porque todos en el poder ejecutivo, creen que son imprescindibles.



De los 27 años de democracia que vive el país, estos tres del masismo, es la más folclórica e inestable ¿fue otra cosa, eso de la celebración del bicentenario paceño? Una democracia masista que se sostiene en el centralismo del Jach’a Uru, no puede menos que insistir en que es una democracia defendida desde fuera (Carácas y la Habana) y dentro (como los movimientos mas incendiarios que se han creado en el país: cocaleros, ponchos rojos, los sin tierra, las bartolinas sisas, además, de los achachilas de David Choquehuanca); la única democracia revolucionaria que vemos es esa que aparece en las peñas y verbenas y cenas de gala bicentenarias, aunque, el chairo y pectu de nuestra historia folclórica se ha fraguado en la erección del Estado Plurinacional.



La democracia que la patria necesita, no es sino la de la revolución permanente y la transvaloración positiva de todos los valores nacionales, más allá de todo jaraneo y desmadre festivo por el pasado; una democracia que nos adentre, de una vez por todas, por el camino de una auténtica democracia de autonomías, en la que “todos los otros caminos sea posible”, hasta aquellos que no nos guste andarlos.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

NEOIMPERIALISMO ANTIIMPERIALISTA

NEOIMPERIALISMO ANTIIMPERIALISTA


Todo lo que aquí está haciendo, deshaciendo e intentando la izquierda troglodita, no es más que un obsoleto compás conocido, en el que hay errores y nacionalizaciones (apócrifas) y una completa desorientación administrativa; este embuste del masismo a más de ser confundido es comparable a un aventurerismo altiplánico, ni más ni menos que el argumento de una novela indigenista frustrada; de todas formas, lejos está de toda táctica estratégica revolucionaria.



Evo Morales, en toda su indigencia mental, cree ser una nueva estrella socialista, una antorcha de libertad en este valle de lágrimas, en esta América del siglo XXI; esa posición, un poco medio de cabaret, diría yo, pasa por hacerle un juego cadencioso a la izquierda oportunista –de la que ya no le es posible abdicar– y la oposición ciega, esa izquierda y oposición que están con el militarismo, ese de las botas con brillo demócrata, esas fuerzas Armadas de Arce Gómez y Juan Ramón Quintana, revolucionarios de “table dance” y música callejera; esa izquierda, que va del brazo del militarismo, es la que aparece en las verbenas y concentraciones socialistas de plazueleta, esa de líderes sindicales amañados con la guerrilla y el terrorismo de García Linera.



Lo que necesitamos los bolivianos, no es una revolución cultural –como si fuéramos una república popular China–, sino una revolución callada, paciente, larga, enfrascada en cambiar la estructura del país, desde adentro; está probado por la historia de antes y reciente, que, las injerencias externas, las manipulaciones y majaderías de cualquier bastardo con un dejo diferente y con ínfulas divinas –como en su momento fue el Ché y hoy Chávez–, no ayudan (ron) a fraguar revolución alguna –ni siquiera los golpistas de otrora escaparon a la injerencia y asesoramiento foráneo–, cuándo más llegan a proporcionar armas para que los poderosos se aferren al poder a como de lugar, con todo esto, no se si “algún proceso de cambio en Bolivia esté ganando algo”; de lo que sí estoy seguro, es que hay un discurso cansino, un discurso pretendidamente neoimperialista de signo antiimperialista; el pueblo no gana nada con esa charla, a lo sumo, más desempleo, violencia, corrupción e ineficiencia de gestión.



Existen –dicen los psicólogos– apetencias irreprimibles, como el poder, el sexo o las drogas; ya sé que los políticos, tienden a reprimirlas bajo el pretexto del denominativo, servicio –desinteresado, dicen– al pueblo, a los más necesitados, a las hermanas y hermanos, joder, todo político en Bolivia, busca a través del poder, el dinero fácil y rápido; para un político, no hay forma de vencer estas tentaciones, y la única manera de salir de ellas, es sucumbiendo a la apetencia y entregándose a dichas tentaciones; aunque no sólo los políticos son vulnerables a estos males, los bolivianos, que desde hace 27 años nos la damos de demócratas, hemos caído en las garras del egoísmo, el sectorialismo, el regionalismo, la ideología fácil y el despute institucional.



La doble política practicada por el MAS –cinismo–, ignorando o protegiendo un aventurerismo supuestamente revolucionario, acabó pactando con la institucionalidad verticalista del militarismo boliviano; este aventurerismo del masismo, es todo lo contrario de la revolución científica, según dijeron Marx y sus exegetas. Los nuevos oligarcas masistas, que peroran el nuevo socialismo del XXI –que tiene más ribetes de la época del estalinismo ruso– han iniciado un “neoimperialismo antiimperialista de llama y jumento”; pues, a pesar de que las cosas van mal en Bolivia, no pueden o no quieren remediarlas, por temor a perder la confianza de sus masas domesticadas, a punta de consigna y bonos; digo, el pueblo no se salvará con la democracia de ningún neoimperialismo antiimperialista, sea esta pluri, multi, chavista o castrista, porque al final, el neoimperialismo del MAS, tan sólo acabará construyendo un “orinal de oro para las micciones del Super Jilakata Evo Morales” y sus lugartenientes de palacio de gobierno.



La cantaleta antiimperialista de Evo Morales, no es sino, la fidedigna resonancia de las lecciones preliminares de García Linera ante el gabinete ministerial, a partir de las seis de la mañana, dicen, no vaya a ser que este Descartes del pensamiento social boliviano, agarre un neumonía y muera en la corte de su alteza; la lecciones, así como suenan, creo, están centradas en el “aventurerismo revolucionario antiimperialista” –aunque de momento no ha derribado chancho alguno–; eso sí, el aventurerismo empieza a ser el opio del pueblo.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

DIGNIDAD Y EXILIO SOCIAL

DIGNIDAD Y EXILIO SOCIAL

Ya decía yo, que Evo Morales y García Linera, llevan metidas en la tripas, pasiones humanas incontrolables; esa enfermedad que va corroyendo sus vísceras, es la obstinada, empedernida e incurable “excentricidad” de todo ser abyecto; ésta es la causa y fuente permanente de todo tipo de desordenes, hasta del afectivo. De ahí que, por una vez estoy de acuerdo, con el refresquero, el lustrabotas, el heladero, el panadero, el zapatero, de que la mejor lotería y la mejor política, mucho más que la del MAS o PODEMOS –huele ya a santos óleos– es el “trabajo”. Cuánta verdad y cuánta sabiduría cotidiana, de realismo político, tienen estos changos, me digo, y que además, le dan durísimo al día a día, semana a semana, año tras año, para sostenerse a sí mismos y sus familias, y que no necesitaron llegar a presidentes para caer en la cuenta de una verdad incontrastable: “la dignidad no da de comer”, por mucha dignidad que se tenga, el pan no cae del cielo, ni que la dignidad ayuda llegar al fin de mes con la renta, el agua, la luz y el pan, sino sólo el empleo y el trabajo humano.



La excentricidad de un presidente arcaico y su manida retahíla antinorteamericana, antiimperialista, más allá de lo ideológico –sin ningún tipo de peso alguno a más del discursivo– es la causa de una serie de eventos desafortunados y la acumulación de contrariedades para muchos, miles de bolivianos, por el cierre del mercado estadounidense; “el desempleo, acabará en muchas ciudades del país, arrojando a individuos y familias íntegras a la indigencia y, posiblemente, a la calle”; pero, no solamente es eso, pues, en el fondo, quedarse sin una fuente de ingreso, acarrea desgracias familiares, divorcios, separaciones, pérdida de la vivienda, la familia, los hijos, en suma, los sueños y esperanzas. Para los más dignos, los actuales oligarcas del Estado Plurinacional, que siempre entendieron que la dignidad pasa por succionar y exprimir el capital (Tesoro General) del Estado y hacer de los pobres, un buen pobre (pobre bueno y resignado) invisible, una persona que ni siquiera sea capaz de atenderse a sí y por sí mismo, que sólo tenga el valor de pedir a la niñera estatal lo que necesita, es decir, la dignidad de alguien que se comporte como si no existiera; esa dignidad del masismo, está completamente reñida con la dignidad del trabajo humano como fuente de satisfacción y de derechos; mientras los dignos, caray, paisano, tengan la panza llena, la panza de un cholo visceral, no les importa un comino “el exilio social” que trae la pobreza y la escasez de trabajos dignos (seguro social, seguridad, estabilidad laboral).



La dignidad discursiva, ideológica, del presidente Morales, está antes que el trabajo, el empleo, la comida, la educación, la vestimenta –ahora que el frío arrecia–, entonces, estamos ante un primer mandatario, que nos está, diciendo, “no se preocupen, hermanos y hermanas, pobres siempre los tendrán” o “toda sociedad conocida ha tenido pobres”, aunque, no nos ha dicho todavía, si la sociedad del incario conocía la dignidad. Sencillamente, creo, el canillita, el K’epiri (cargador) y el carretillero, de la cancha, saben muy bien que, cuando las soluciones para los problemas son irracionales, excéntricos, irritantes, sumados con una cuota de indiferencia moral, no se hace más que obtener una mezcla social explosiva: pobreza y exclusión; y de eso ya tenemos mucho en nuestro país, alimentar esta mezcla es una violación de lesa humanidad.



El día que dios (Fidel y su cuadrilla) entró en la Habana, para echar las raíces de una revolución socialista que generaba muchas expectativas, como muchos jóvenes de mi tiempo, me adherí, porque pensaba en la oportunidad que tenían en nuestros países la igualdad, la justicia, la libertad, pero, después de más de cuatro décadas de verticalismo, autoritarismo, de una de la dictaduras más longevas de América Latina, no creo en revolución alguna, que prioriza la “dignidad de la exclusión social”; en Bolivia, se quiere guiar al pueblo hacia un éxodo de exilio social por el desierto de la pobreza, bajo el báculo de un excéntrico presidente, que se cree el ombligo del mundo; la historia está plagada de ídolos y dictadores y déspotas, muchas veces medio demócratas, cuyas profecías e ilusiones, otoños patriarcales, jamás se cumplieron, pero sí muchos crímenes –y quizá los más horrendos de la historia– se produjeron en nombre de, por y para los pobres, con la falsa profecía de su redención; también, se perpetuaron, asesinos y gorilas, porque no apareció a tiempo alguien que advirtiera el peligro, y muchas otras, porque la complaciente incredulidad de quienes no quisieron escuchar el llamado de alerta, pudo más.



Hoy, el gobierno del MAS, quiere no sólo borrar del imaginario social, todo rastro de interacciones e intercambios, producto de un mundo, cada vez más interrelacionado y de intercambio cultural y económico a escala planetaria, pero, sobre todo, intenta frenar la capacidad de proyectarse hacia el futuro. Si queremos continuar por el camino de la dignidad masista, con un enorme exilio social, para miles y miles de bolivianos, la elección es nuestra.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

LA DEMOCRACIA DE LOS DEMEDIADOS

LA DEMOCRACIA DE LOS DEMEDIADOS

En la Avenida Aroma esquina 25 de mayo, desde hace años, vende libros viejos, un paceño de rostro cincelado, ignorante en títulos y autores, sólo le mueve la idea de ganarse la vida, comercializando esos libros, muchos ya fuera de circulación y que los trae de la frontera peruana. “El hombre de los libros”, me he acostumbrado a llamarlo, aunque nunca hemos cruzado más palabras que, “has traído nuevos libritos”; muchas veces le oí esgrimir putazos contra Evo Morales y sus cocaleros, cuando estos bloqueaban la carretera y el buen hombre no podía viajar para buscarse el sustento de cada día. Sigue ahí sentado el hombre, de martes a viernes. Entre los muchos títulos y autores que me facilité por su medio, un día cayeron entre mis manos, cuatro de los cinco tomos que componen su novela épica, denominada “Baladas y Cantares”, de Manuel Scorza, y un Italo Calvino, “El Vizconde demediado”; la trama sencilla y diáfana de Calvino me marcó para siempre. El Vizconde Torrealba, demediado por un cañonazo en el campo de batalla, regresa a su comarca y deambula partido en dos mitades, es decir, convertido en un “medio ser”, con un lado bueno y otro malo, con una cara negra y otra blanca, un medio ser atrapado en la angustia existencial de Soren Kierkegard ¿Quiénes serían hoy los medios seres, los demediados en nuestra política nacional? me pregunto. Seguramente, todos o casi todos los políticos.



Ninguno se salva, por eso mi escepticismo es enorme frente a los políticos; ni siquiera un hombre como el extinto demócrata cristiano, Benjamín Miguel, pudo escapar al sablazo demediador de la política. Son todos o casi todos los políticos en Bolivia medios seres, digo, hasta los recién aparecidos, los cachorros del MIR y UN; Rodrigo Paz, hijo del más demediado de los políticos, no sólo estéticamente, Jaime Paz Zamora, y, el pupilo del industrial cementero, Samuel Doria Medina, el diputado, Peter Maldonado; ambos candidatos a la presidencia de la República, en ese camino de renovación, se postulan como una salida alternativa; aunque la imagen del político en nuestro país, está por demás deformada, quizá por debajo de la de una meretriz –un poeta chileno, dice, que éstas son los seres más caritativos y bondadosos, porque acogen a todos sin importar su apariencia, condición social ni religión, sin discriminación–; veremos cómo irá eso del recambio generacional, que es necesario en nuestro mundillo político; los seres demediados, decíamos, abundan en nuestra política: unos, los de derecha, tienen mucho de fachos y algo de demócratas, y, los otros, los de izquierda, totalitarios, intolerantes y demócratas, quién entiende a esta rara especie de demediados.



Todo el gobierno actual, diríamos, está compuesto de medios seres, de demediados calvineanos: uno –y algunos más– de ellos quiere mostrar un semblante demócrata y medio cristiano (Sacha Llorenti), otro es medio demócrata y liberal capitalista (Walker San Miguel), aquél de allá demócrata y banzerista (Juan Ramón Quintana) y los otros, muy cerca, demócratas y marxi-socialistas (García Linera, Antonio Peredo, Alfredo Rada), y el resto de la recua masista, empezando por el presidente Morales, demócratas y medio indígenas, es decir, con una identidad demediada, porque no han acabado de asumir ni lo uno ni lo otro; en la reciente cumbre de emergencia del grupo de Rió, donde los políticos demediados, los medios seres, que gobiernan algunos países en nuestro continente, uno de ellos, el medio ser, Raúl Castro, heredero de la presidencia (corona) cubana, ha dicho que Evo Morales representa a los nacidos y explotados de América Latina, como si todos fuéramos unos seres demediados, de la misma calaña que los revolucionarios de la izquierda troglodita de los sesenta.



La consecuencia de que vivamos bajo el régimen de medios seres, claro, digo, paisano, no puede ser sino, el vivir en una democracia sin constitución; “y la que se aprobó recientemente, profe”, me dice, el guardia de seguridad. La constitución que tenemos, no es más que un borrador, le respondo, y si no cómo explicamos de que tu contrato y el mío siga siendo temporal, a pesar de los años que uno va en la pega. Un borrador es algo así como una prueba, un ensayo, para ver si resulta algo, por tanto está, sometido a la manipulación; en un borrador, bien lo saben los novelistas, lo que se escribe con el puño se puede borrar con el codo o un pelikan; como el gobierno de los masistas es de borrador y una constitución también en borrador, es que miles de bolivianos, a pesar de la cacareada refundación en un Estado Plurinacional, continúan sin un empleo digno, sin derecho a llevar el sustento a sus familias, y los que tienen un empleo, muchos, miles son inseguros e inestables, temporales, igual que el de mi amigo el guardia de seguridad. Esa es la constatación de que Evo Morales lleva un borrador en el bolsillo, un texto descontextualizado.



Por tanto, esta democracia plurinacional del MAS, mientras tenga una constitución aprobada que en la práctica no pasa de ser un borrador, seguirá siendo una democracia hecha a la medida de los medios seres, demediados, de mitades. Porque la mitad con cara blanca, la buena, no sé si es la derecha o izquierda de los políticos del masismo, está enfrascada en sorber lo más que pueda en el remanso del capital del Estado y la otra mitad, con rostro negro, la mala, habla de revoluciones y procesos de cambio, frases que a mí me ponen de espanto el epigastrio, que es donde se me ponen las cosas, porque me suena a discurso de la confederación de la “Guerra de las Galaxias”, de George Lucas. En nuestro país, no necesitamos medios seres ni Vizcondes demediados en la política, para devolverle a la gente la esperanza y construir una sociedad igualitaria y no igualadora como quieren hacer los masistas. Los cachorros de la política sepan que queremos políticos enteros, no demediados y Makakos de charretera y boina.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

EL MAGISTERIO DE LAS COSTUMBRES

EL MAGISTERIO DE LAS COSTUMBRES


Llevo preguntándome, desde que la democracia formal y pactada (neoliberal) –según el masismo– llegó a su fin, dónde están los valores espirituales y ancestrales, algo así como las esencias, que nutren la nueva democracia comunitaria del Estado Plurinacional, de las que perora hasta el aburrimiento el presidente Morales y los príncipes del Japón no fueron la excepción, acabaron bostezando. He buscado todo este tiempo, esos valores, por entre los movimientos sociales, las organizaciones de mujeres bartolas, la Central Obrera Boliviana, la Federación de trabajadores campesinos de Bolivia, la Federación de cocaleros del trópico, la Federación boliviana de fútbol, y, hasta en las canas del vicepresidente, pero nada, esas esencias no aparecen por ningún lado; la única con la que me tiño los riñones, es la de las incontables tazas de café que acompañan la escritura de mi columna.



Yo creo que apenas estamos atravesando el estrecho margen de una democracia formal (orgánica) hacia una democracia bélica (comunitaria); y es que estamos en época de persecuciones fruto de una absoluta judicialización de la política; estamos en época de matanza. La otra noche le oí decir al ministro de Hacienda que las cifras del desempleo en Bolivia no sólo son bajas sino que ha disminuido drásticamente este flagelo; pero, lo que no ha mermado un ápice, es el nivel del caciquismo nacionalverticalista del presidente y que se extiende como un dolor de muelas, hacia los alcaldes y prefectos nacionalverticalistas del masismo en algunas regiones, solapando una verdadera democracia participativa para el pueblo.



En Bolivia desde siempre nos dividimos entre los que tenían en casa para asesinar ritualmente, pavo o cerdo, para la noche de Navidad o Año Nuevo, o en carnavales, y los que no teníamos más que lo de cada día, pan, maíz hervido y un poco de leche, de ahí, y no de otra lado, me vienen mis traumas y fijaciones, mis rencores y resentimientos con los que miro la política y a los políticos en el país. Así que, estoy seguro que en casa de los Ramón Quintana, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, Walker San Miguel, no sólo habrán tenido pavo, cerdo y salchichas, la noche más fría del año, sino, no se los vería bien comidos, mofletudos, señores barriga, rellenos de tripa gorda; si ya nos diferenciábamos entre los que son y no lo son, entre ser y no ser, entre los que tienen y no tienen, encima nos echan los masistas la rabia comunista anticapitalista, como si la guerra fría no hubiera quedado congelada en los libros de John Le Carré.



Debiéramos irnos acostumbrando a la idea de que en Bolivia, “las revoluciones culturales y los procesos de cambio social, las hacen los que tienen pavo, cerdo y salchichas vienesas”, porque, hasta donde conozco, todavía los ponchos rojos y verdes, no han industrializado ningún embutido de carne de llama, alpaca o vicuña; pero, los del gobierno, andan armando cruzadas para salvaguardar los valores eternos, tipo esencias, de la democracia bélica que han construido, aunque para ellos pesa más el pavo, el cerdo y las salchichas, que los primeros rayos del sol del inti raymi aymara. Y los que no tienen nada de eso, no podemos hacer ninguna revolución, a no ser sólo la de la “probanza del sabor de la abundancia de los capos del masismo” (apócrifo), ahora, que ya no queda casi nadie (s) de los fundadores del instrumento político. La diferencia de clases en este país de castas, lo marcó la desigualdad, la distancia, en otras palabras, el tener antes que el ser y eso no ha cambiada para nada.



Los revolucionarios de enverne, los de mucha carne de pavo, cerdo y salchichas en su dieta, debieran andarse con mucho cuidado, cuando se trata de criticar o menospreciar al adversario político (Román Loayza, René Joaquino, Víctor Hugo Cárdenas…) de las próximas elecciones de diciembre, con o sin padrón biométrico, porque las familias que no pudieron hervir ni aumar salchichas, esas familias no van a votar por el MAS ni Evo Morales, que lo único que ha hecho en estos tres años de gobierno, es salvaguardar el interés de la oligocracia de palacio quemado –venidos de todos los suyus de la política boliviana (ADN, MNR, MIR, PC, PS-1)– sino que votará a quien le defienda la economía autofamiliar, la carne de pavo, cerdo y salchichas para el próximo San Juan.



La nueva oligocracia revolucionaria, el único papel que ha sabido escribir con dedicación, ha sido el del “magisterio de las costumbres”; y lo digo a propósito del decreto que establece un nuevo feriado nacional, el 21 de junio, como si fueran pocos los ya incontables feriados en nuestro calendario. Asimismo, es conocido, que el Año Nuevo aymara, no difiere en mucho del espíritu decadente del occidental, porque igual o peor es el derroche de energías en bebidas alcohólicas, marihuana, cocaína y otras píldoras, al mejor estilo yanqui; los únicos rayos que reciben son los de los humos alucinados de toda una noche de placeres al aire libre bajo un estrellado cielo invernal.



En todo caso, el masismo nos resultó medio sartreano –aunque hoy uno debiera pedir disculpas para serlo– con eso de que en Bolivia se ha esfumado con los bonos, la “pobreidad”; pues, con el Goni, los pobres no eran más que pobres, a secas, hoy, en cambio, con Evo Morales y García Linera, los pobres ya no son pura pobreza, sin pavo, sin cerdo y sin salchichas vienesas, sino además tienen una connotación marxista, y lo que pesa mucho más en los pobres, no son los piojos que llevan encima, sino las connotaciones. No se eliminan los piojos y la pobreza con albergues temporales mientras está el invierno con nosotros, tampoco con bonos para los empleados públicos so pretexto de mejorar la calidad del servicio y luchar contra la corrupción; sólo políticas de largo alcance y sostenibles para erradicar la pobreza, acabarán matando los piojos y el hambre.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

miércoles, 17 de junio de 2009

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE
Lo que Bolivia necesita, no es un sindicalista, clarividente, en la primera magistratura, ni tampoco un revolucionario urgente o un denunciador justiciero casi igual que un Charles Bronson, en la Vicepresidencia, como quiere mostrarse García Linera. Es más, García Linera, cree tener algo de Rousseau, de Diderot, de Marx, de Engels, de Sousa Santos, de Hinkelammert, aunque, más convencido lo noto, de haber heredado algo de Foucault, no precisamente la sagacidad del pensamiento arqueológico del francés, en fin, tanta especulación y tanta petulancia, de un Vicepresidente con pose de “Varón Escarlata”, tiene más de Robespierre, de Stalin, de Franco, de Mussolini, de Hitler, no sería novedad ni escándalo, que hubiera aprendido de lejos de “Mi lucha” que del “Capital”; y estoy convencido que, ni con todos los libros de ciencias sociales que dice le fueron robados por facinerosos, sería capaz de responder a la pregunta simple que un campesino chuquisaqueño, me lanzó el otro día: ¿Cómo un comunista puede ser demócrata?

Los engendros de mula con demonio, han bifurcado el país y, ahora, me imagino una patria, que entra en la autopista de la noche más larga. Y tengo la impresión de que no llega nunca a ningún sitio, porque ellos –los masistas de García Linera– están haciendo un viaje hacia el pasado y los otros –los radicales de derechas– creen venir del futuro, de esa nueva sociedad consumista, vanidosa y hedonista, del glamour y pasarelas, de las magnificas de Pablo Manzoni, de los viajes de Gulibert a las islas Caimán y las Bahamas y otros cruceros trasatlánticos.

Con un país dividido, que “viaja al fin de la noche”, recordando a Louis- Ferdinand Céline, yo, no sé si voy o vengo, no estoy con unos ni con los otros; esa postura media rara la de Richard Rorty y su filosofía del cinismo, me permite lanzar mis dardos en todas las direcciones. Eso sí, estoy quizá, del lado de los agricultores que horadan la tierra sin descanso, de sol a sol; sí, mi abuelo era agricultor de manos encallecidas, de tierra húmeda y bueyes fornidos, domador de caballos y mujeres recias; cuando aludo a los políticos bolivianos del presente, sólo quiero mostrar mi inconformismo, de cómo han logrado maquillar la realidad a plan de mentira, engaño y prebenda, y cómo perniciosamente construyen un “fascismo social”, que va reordenando la sociedad en ghetos, por medio de un apartheid cultural e ideológico perverso.

El invierno ya está aquí. También la influenza A H1 N1. Ya se sabe de la multimillonaria estafa en la compra de Trans Redes, empresa nacionalizada; en su debido momento, don Humberto Vacaflor, experto en temas hidrocarburíferos, saldrá a explicarnos todo ese rollo de YPFB, que está ya de buen tamaño, mientras los del gobierno guardan un silencio sepulcral. Hace frío. Hace unos días, le pregunté a Chaly (Carlos) Rimassa, si H. C. F. Mansilla era el mejor pensador político boliviano, “escribe muy bien el hombre”, respondió; y ¿Fernando Mayorga?, “demasiado barroco y sistémico para mi gusto”; el Vicepresidente, García Linera, que se las da de intelectual comprometido, le dije, “creo –respondió– que García Linera escribió poco y mal; no es un pensador político, además, todo comunista y socialista confeso, al estilo cubano, no perdona ni a su santa madre, hombre”. Le pregunto por otros pensadores políticos más inmediatos. “El Señor don Rómulo”, dice, “ese exiliado voluntario en los EE.UU., el de los bigotes poderosos, que se los afila con la punta de los dedos, es el más incisivo”, asiento tal afirmación; a Cayo Salinas y Cayetano Llobet, los encontró, mi amigo, rayanos, de mal gusto, abruptos y de un prosaísmo analítico espeluznante. Ya no quiero preguntarle más a nadie, sobre toda la política en Bolivia y mucho menos, por los políticos de izquierdas o derechas, pues, las conclusiones están a flor de labios, en la Cancha, el Prado, en los cafés de la calle España, en las chicherías de la zona Sur; la mayoría coincide conmigo: “es que no hay pensamiento político, pero, sí, políticos que no piensan” y hasta ignoran de esa cualidad, específicamente, humana, por encima del resto de los seres y las cosas.

Frente a la orfandad del pensar político, atrofiado, completamente, por el lavado de cerebro practicado por venezolanos y cubanos, alentado desde Palacio Quemado, que dicho sea de paso, huele a carroña, no nos queda más que la tarea de recobrar la dignidad de la política, tan esencial para el ser humano como dormir, comer o hacer el amor.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

viernes, 12 de junio de 2009

TIEMPO DE DESTRUCCIÓN

TIEMPO DE DESTRUCCIÓN

Me presto el título de una novela inconclusa, de Luís Martín Santos, publicada en 1975 –el autor también escribió “Tiempo de silencio”–, para referirme al clima de intemperancia en el que vivimos, aunque no sólo es eso, sino, como dijo hace más de tres siglos atrás, Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, uno de los mayores representantes de la Ilustración latinoamericana: “vivimos en la más grosera ignorancia y en la miseria más deplorable”, y no puramente material, también espiritual.

Y a propósito de los nuevos rostros de la política en Bolivia –nada más y nada menos, el hoy extremista radical, Gustavo Torrico, seguramente, por su condición, otrora mesero del parlamento, ahora honorable diputado nacional, un típico caso arguediano y muy boliviano, un salto olímpico, como ya dijera Hugo Chávez de Evo Morales, de llamero a Presidente– que han sido la inspiración de mi escritura durante este tiempo, sigo pensando, que esos revolucionarios de izquierdas están condenados al fracaso, porque en tres años de poder, no han hecho sino asustar al dinero de la inversión extranjera, eso sí, se han lanzado como moscas al estiércol en busca de las arcas nuestras en el Tesoro General, más no han tenido reparos en llevar nuestra economía hacia una bonolización, sencillamente, para no decepcionar a sus electores, a la gran masa acostumbrada a la dependencia y amante del clientelismo, sobre todo si viene del caudillo.

Estamos sopesando, pues, un “tiempo de destrucción”, como acertó a titular la novela que dejó inconclusa, Luís Martín Santos; estamos viviendo un largo suicidio colectivo en el que decididamente es responsable la política festiva del MAS y sus bonos, la derrota de la selección en la altura de La Paz, la trampa oficialista para ir a las elecciones de diciembre con un padrón viciado, y, es responsable también, la absoluta ceguera político–estratégica de la derecha cavernaria de la oposición cívica, así como la lenta penetración de la influenza A H1N1. Los pobres estaban contentos con la victoria ante argentina, se había vuelto a inventar el fútbol, aunque la verdad es que, a los pobres se les contenta con cualquier cosa, así sea unos pesos para bloquear o marchar por cualquier asunto; me parece que lo que el masismo hace en nuestro país, es una política espiritista y parapsicológica, sino de donde surgió eso del “espíritu de las revueltas de los Alejo Calatayud o Bartolina Sisa”, el espíritu de los mártires de la democracia, el espíritu de los muertos del 10 de octubre, el espíritu del proceso de cambio social y transformación profunda.

Yo creo que en este “tiempo de destrucción” sistemática, no solamente se ha derrumbado la institucionalidad, no, sorprendentemente hasta el tiempo líneal ha sido revertido; los sabios del MAS nos hablan de un tiempo que fluye hacia atrás, siguiendo fielmente la concepción del tiempo dentro de la cosmovisión andina –hasta donde recuerdo, un profesor de antropología, repetía eso de que para los quechuas y los aymaras, el pasado está delante y el futuro detrás, de modo, digo, que cualquier día de estos, nos despertamos, no convertidos en escarabajos, como Gregorio Samsa, sino en medio de la Isla del Sol o en el Cuzco, para presenciar la escena esa en la que Mama Ocllo y Manco Capac, hunden la varita de oro que da comienzo a esta inversión del tiempo.

Cuando los políticos de izquierdas, nunca como ahora, aluden a las esencias, a la raza de bronce, a los señoríos ayamarás, al “aquí estamos y somos la savia que da sentido a la historia, a los espíritus de los achachilas y otros desmadres, al petróleo que le vendemos al Brasil y Chile vía la Argentina, al litio que nos pondrá en la cima de los países del Tercer Milenio, es que las cosas, no deben de estar tan bien como nos lo cuenta el canal estatal y su propaganda gubernamental; el “tiempo de destrucción”, sí, que vino para quedarse por mucho tiempo; un iluminado dirigente de la CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia), Adolfo Chávez, ha amenazado con no dar cabida a propaganda política alguna en territorios indígenas, que sea crítica o en franca oposición al movimiento al socialismo, dígame, si eso no es un atentado contra la libre elección personal, un atentado a la democracia.

Los bolivianos hemos acabado por reducirnos, encerrarnos en nuestros males políticos, y no tenemos la astucia para poder ver la crisis económica de forma general, además de fenómeno mundial; los salarios, igual que en las mejores épocas del populismo o el neoliberalismo de extrema, no da para un fin de semana a pesar de aprendimos a ajustarnos el cinturon hasta límites insopechados; por eso ya el viejo Heráclito vio que todo fluía y se desvanecía en el aire; “así, los pobres seguirán (mos) siendo pobres por toda la eternidad” y los capos del partido en engorde vertiginoso.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

EL FASCISMO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

EL FASCISMO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

A Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“Fascismo es toda posesión de la verdad absoluta”. Eso al menos, es lo que traslucen todas las declaraciones vertidas desde palacio de gobierno, al parecer siguen un libreto común; los mofetas del ejecutivo, exhalan aires de apoderamiento de la verdad, sobre el país, la gente, la religión, la Iglesia, en suma, sobre la realidad. La frase dicha por Haro Tecglen, en “Fahrenheit” –quizá, la mejor novela de Ray Bradbury– “el fascismo está entre nosotros”, nos cae como anillo al dedo. El fascismo masista, se hace patente, en la barbarie democrática ejercida por el poder central, las fuerzas armadas y las hordas aliadas al MAS, entre ellos algunos movimientos sociales financiados por el Estado; la barbarie estatal se ha dado a la tarea de perseguir a cualquier sospechoso de terrorismo, por tanto todos los ciudadanos son catalogados como potenciales terroristas. Hubo un tiempo en que el Estado, en lugar de buscar sospechosos, poner multas, hacer fichas biométricas de todos y tratar a los ciudadanos como delincuentes, se dedicaba a proteger la libertad y los derechos fundamentales. El MAS ha convertido al Estado boliviano, en un policía perfecto, omnisciente, un ojo coercitivo que lo ve y castiga todo.

Si por allá en los tiempos de gobiernos neoliberales, el político vivía de espaldas al pueblo, hoy, vive a costillas del pueblo; yo, hombre de la calle, como miles, diría que los políticos bolivianos de ahora, tanto los que están en el poder (MAS) como los que de rato en rato rompen el silencio (opositores) en el que viven, para hacer declaraciones obtusas, enigmáticas –el ejemplo más vivo de ese rampante discurso, es García Linera–, están cayendo en un barroquismo deslucido, que sólo les lleva a hablar unos contra otros y, sin duda, por medio de esos epigramas parecen entenderse no más ellos, más el pueblo sencillo, el de a pie y taxi trufi o micro bus, el de las cloacas y debajo de los puentes, no sabe de que se está hablando.

Los nuevos óligo–burgueses de izquierdas en Bolivia, dicho sea de paso, no son más que de tercer mundo, no han dejado de tener un cierto complejo de ricos del primer mundo, por eso, se afanan tanto en acumular riquezas (como los 30 camiones del caso Quintana o los millones de dólares desaparecidos durante la gestión de Santos Ramírez en la estatal petrolera) a costa del Estado, y vaya que lo van consiguiendo. Son digamos, hoy, Ramón Quintana, García Linera, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, Antonio y Chato Peredo –los más recalcitrantes nostálgicos del foquismo guevarista– unos ricos voraces, unos ricos con traumas de pobreza, de ahí que lo suyo, políticamente, ya no sea un movimiento revolucionario de cambio y transformación, porque todo nos demuestra que lo que queda en pie nos es más que un movimiento involutivo, discursivo, investigativo, más nada.

Seguramente, quisieran volver, los agoreros de sal de la izquierda festiva de hoy, a los kepis y boinas y fusiles, a ese tiempo de guerrillas exasperadas de los sesenta; los nuevos óligos posan de demócratas, socialistas, comprensivos, apegados a la norma y la ley, respetuosos de los derechos humanos, pero, sólo para aquellos que profesan la religión del Estado, es decir, el culto al tirano; quisieran volver a la edad idílica, no sólo de los años del socialismo internacional, sino hasta el mismísimo origen del imperio inca, y nada más para mantener domesticada a la masa aunque sea a costa de mostrar como bandera de lucha, el rostro indio de Evo Morales; lo crean o no los masistas, pero muchos hemos visto ya las armas y los dientes y las uñas largas de su ambición por el poder absoluto.
Al parecer, por el momento en el país, los ciudadanos contamos con dos agujeros que nos amenazan, dos bocas que se abren para engullirnos, sí, como en los cuentos de niños, de esos que mamá me contaba para asustarme, esas historias en las que un camino es el bueno y otro es el malo, uno que lleva a la casa de la abuelita y el otro directo a las fauces del lobo feroz. Por el camino, propuesto por el masismo, dicen, se llega al paraíso socialista, en el que se podrá ser y hacer todo en todo tiempo y lugar, eso sí, para ser funcionario de gobierno o servidor público, el requisito indispensable será ser dirigente sindical o militante de algún partiducho de izquierda, y, por el otro camino, siempre según los fascistas de hoy, uno se topará, inevitablemente, con el infierno capitalista, neoliberal, colonizador, inhumano, explotador y un largo etcétera.

No he sido jamás en toda mi humildad, admirador del sueño americano, ni pro imperialista, pero, tampoco me creí el invento del Edén Socialista-comunitario de Maxs y los marxistas, ni creo que haya infierno y paraíso proclamados por la demagogia de los ideólogos del momento. Sí, se que el fascismo de corte criminal está en la izquierda de principios de este siglo veintiuno, mañana, por ese eterno retorno de las cosas nietzscheano, podría estar en la derecha o en el centro.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos