miércoles, 17 de junio de 2009

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE
Lo que Bolivia necesita, no es un sindicalista, clarividente, en la primera magistratura, ni tampoco un revolucionario urgente o un denunciador justiciero casi igual que un Charles Bronson, en la Vicepresidencia, como quiere mostrarse García Linera. Es más, García Linera, cree tener algo de Rousseau, de Diderot, de Marx, de Engels, de Sousa Santos, de Hinkelammert, aunque, más convencido lo noto, de haber heredado algo de Foucault, no precisamente la sagacidad del pensamiento arqueológico del francés, en fin, tanta especulación y tanta petulancia, de un Vicepresidente con pose de “Varón Escarlata”, tiene más de Robespierre, de Stalin, de Franco, de Mussolini, de Hitler, no sería novedad ni escándalo, que hubiera aprendido de lejos de “Mi lucha” que del “Capital”; y estoy convencido que, ni con todos los libros de ciencias sociales que dice le fueron robados por facinerosos, sería capaz de responder a la pregunta simple que un campesino chuquisaqueño, me lanzó el otro día: ¿Cómo un comunista puede ser demócrata?

Los engendros de mula con demonio, han bifurcado el país y, ahora, me imagino una patria, que entra en la autopista de la noche más larga. Y tengo la impresión de que no llega nunca a ningún sitio, porque ellos –los masistas de García Linera– están haciendo un viaje hacia el pasado y los otros –los radicales de derechas– creen venir del futuro, de esa nueva sociedad consumista, vanidosa y hedonista, del glamour y pasarelas, de las magnificas de Pablo Manzoni, de los viajes de Gulibert a las islas Caimán y las Bahamas y otros cruceros trasatlánticos.

Con un país dividido, que “viaja al fin de la noche”, recordando a Louis- Ferdinand Céline, yo, no sé si voy o vengo, no estoy con unos ni con los otros; esa postura media rara la de Richard Rorty y su filosofía del cinismo, me permite lanzar mis dardos en todas las direcciones. Eso sí, estoy quizá, del lado de los agricultores que horadan la tierra sin descanso, de sol a sol; sí, mi abuelo era agricultor de manos encallecidas, de tierra húmeda y bueyes fornidos, domador de caballos y mujeres recias; cuando aludo a los políticos bolivianos del presente, sólo quiero mostrar mi inconformismo, de cómo han logrado maquillar la realidad a plan de mentira, engaño y prebenda, y cómo perniciosamente construyen un “fascismo social”, que va reordenando la sociedad en ghetos, por medio de un apartheid cultural e ideológico perverso.

El invierno ya está aquí. También la influenza A H1 N1. Ya se sabe de la multimillonaria estafa en la compra de Trans Redes, empresa nacionalizada; en su debido momento, don Humberto Vacaflor, experto en temas hidrocarburíferos, saldrá a explicarnos todo ese rollo de YPFB, que está ya de buen tamaño, mientras los del gobierno guardan un silencio sepulcral. Hace frío. Hace unos días, le pregunté a Chaly (Carlos) Rimassa, si H. C. F. Mansilla era el mejor pensador político boliviano, “escribe muy bien el hombre”, respondió; y ¿Fernando Mayorga?, “demasiado barroco y sistémico para mi gusto”; el Vicepresidente, García Linera, que se las da de intelectual comprometido, le dije, “creo –respondió– que García Linera escribió poco y mal; no es un pensador político, además, todo comunista y socialista confeso, al estilo cubano, no perdona ni a su santa madre, hombre”. Le pregunto por otros pensadores políticos más inmediatos. “El Señor don Rómulo”, dice, “ese exiliado voluntario en los EE.UU., el de los bigotes poderosos, que se los afila con la punta de los dedos, es el más incisivo”, asiento tal afirmación; a Cayo Salinas y Cayetano Llobet, los encontró, mi amigo, rayanos, de mal gusto, abruptos y de un prosaísmo analítico espeluznante. Ya no quiero preguntarle más a nadie, sobre toda la política en Bolivia y mucho menos, por los políticos de izquierdas o derechas, pues, las conclusiones están a flor de labios, en la Cancha, el Prado, en los cafés de la calle España, en las chicherías de la zona Sur; la mayoría coincide conmigo: “es que no hay pensamiento político, pero, sí, políticos que no piensan” y hasta ignoran de esa cualidad, específicamente, humana, por encima del resto de los seres y las cosas.

Frente a la orfandad del pensar político, atrofiado, completamente, por el lavado de cerebro practicado por venezolanos y cubanos, alentado desde Palacio Quemado, que dicho sea de paso, huele a carroña, no nos queda más que la tarea de recobrar la dignidad de la política, tan esencial para el ser humano como dormir, comer o hacer el amor.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

viernes, 12 de junio de 2009

TIEMPO DE DESTRUCCIÓN

TIEMPO DE DESTRUCCIÓN

Me presto el título de una novela inconclusa, de Luís Martín Santos, publicada en 1975 –el autor también escribió “Tiempo de silencio”–, para referirme al clima de intemperancia en el que vivimos, aunque no sólo es eso, sino, como dijo hace más de tres siglos atrás, Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, uno de los mayores representantes de la Ilustración latinoamericana: “vivimos en la más grosera ignorancia y en la miseria más deplorable”, y no puramente material, también espiritual.

Y a propósito de los nuevos rostros de la política en Bolivia –nada más y nada menos, el hoy extremista radical, Gustavo Torrico, seguramente, por su condición, otrora mesero del parlamento, ahora honorable diputado nacional, un típico caso arguediano y muy boliviano, un salto olímpico, como ya dijera Hugo Chávez de Evo Morales, de llamero a Presidente– que han sido la inspiración de mi escritura durante este tiempo, sigo pensando, que esos revolucionarios de izquierdas están condenados al fracaso, porque en tres años de poder, no han hecho sino asustar al dinero de la inversión extranjera, eso sí, se han lanzado como moscas al estiércol en busca de las arcas nuestras en el Tesoro General, más no han tenido reparos en llevar nuestra economía hacia una bonolización, sencillamente, para no decepcionar a sus electores, a la gran masa acostumbrada a la dependencia y amante del clientelismo, sobre todo si viene del caudillo.

Estamos sopesando, pues, un “tiempo de destrucción”, como acertó a titular la novela que dejó inconclusa, Luís Martín Santos; estamos viviendo un largo suicidio colectivo en el que decididamente es responsable la política festiva del MAS y sus bonos, la derrota de la selección en la altura de La Paz, la trampa oficialista para ir a las elecciones de diciembre con un padrón viciado, y, es responsable también, la absoluta ceguera político–estratégica de la derecha cavernaria de la oposición cívica, así como la lenta penetración de la influenza A H1N1. Los pobres estaban contentos con la victoria ante argentina, se había vuelto a inventar el fútbol, aunque la verdad es que, a los pobres se les contenta con cualquier cosa, así sea unos pesos para bloquear o marchar por cualquier asunto; me parece que lo que el masismo hace en nuestro país, es una política espiritista y parapsicológica, sino de donde surgió eso del “espíritu de las revueltas de los Alejo Calatayud o Bartolina Sisa”, el espíritu de los mártires de la democracia, el espíritu de los muertos del 10 de octubre, el espíritu del proceso de cambio social y transformación profunda.

Yo creo que en este “tiempo de destrucción” sistemática, no solamente se ha derrumbado la institucionalidad, no, sorprendentemente hasta el tiempo líneal ha sido revertido; los sabios del MAS nos hablan de un tiempo que fluye hacia atrás, siguiendo fielmente la concepción del tiempo dentro de la cosmovisión andina –hasta donde recuerdo, un profesor de antropología, repetía eso de que para los quechuas y los aymaras, el pasado está delante y el futuro detrás, de modo, digo, que cualquier día de estos, nos despertamos, no convertidos en escarabajos, como Gregorio Samsa, sino en medio de la Isla del Sol o en el Cuzco, para presenciar la escena esa en la que Mama Ocllo y Manco Capac, hunden la varita de oro que da comienzo a esta inversión del tiempo.

Cuando los políticos de izquierdas, nunca como ahora, aluden a las esencias, a la raza de bronce, a los señoríos ayamarás, al “aquí estamos y somos la savia que da sentido a la historia, a los espíritus de los achachilas y otros desmadres, al petróleo que le vendemos al Brasil y Chile vía la Argentina, al litio que nos pondrá en la cima de los países del Tercer Milenio, es que las cosas, no deben de estar tan bien como nos lo cuenta el canal estatal y su propaganda gubernamental; el “tiempo de destrucción”, sí, que vino para quedarse por mucho tiempo; un iluminado dirigente de la CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia), Adolfo Chávez, ha amenazado con no dar cabida a propaganda política alguna en territorios indígenas, que sea crítica o en franca oposición al movimiento al socialismo, dígame, si eso no es un atentado contra la libre elección personal, un atentado a la democracia.

Los bolivianos hemos acabado por reducirnos, encerrarnos en nuestros males políticos, y no tenemos la astucia para poder ver la crisis económica de forma general, además de fenómeno mundial; los salarios, igual que en las mejores épocas del populismo o el neoliberalismo de extrema, no da para un fin de semana a pesar de aprendimos a ajustarnos el cinturon hasta límites insopechados; por eso ya el viejo Heráclito vio que todo fluía y se desvanecía en el aire; “así, los pobres seguirán (mos) siendo pobres por toda la eternidad” y los capos del partido en engorde vertiginoso.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

EL FASCISMO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

EL FASCISMO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

A Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“Fascismo es toda posesión de la verdad absoluta”. Eso al menos, es lo que traslucen todas las declaraciones vertidas desde palacio de gobierno, al parecer siguen un libreto común; los mofetas del ejecutivo, exhalan aires de apoderamiento de la verdad, sobre el país, la gente, la religión, la Iglesia, en suma, sobre la realidad. La frase dicha por Haro Tecglen, en “Fahrenheit” –quizá, la mejor novela de Ray Bradbury– “el fascismo está entre nosotros”, nos cae como anillo al dedo. El fascismo masista, se hace patente, en la barbarie democrática ejercida por el poder central, las fuerzas armadas y las hordas aliadas al MAS, entre ellos algunos movimientos sociales financiados por el Estado; la barbarie estatal se ha dado a la tarea de perseguir a cualquier sospechoso de terrorismo, por tanto todos los ciudadanos son catalogados como potenciales terroristas. Hubo un tiempo en que el Estado, en lugar de buscar sospechosos, poner multas, hacer fichas biométricas de todos y tratar a los ciudadanos como delincuentes, se dedicaba a proteger la libertad y los derechos fundamentales. El MAS ha convertido al Estado boliviano, en un policía perfecto, omnisciente, un ojo coercitivo que lo ve y castiga todo.

Si por allá en los tiempos de gobiernos neoliberales, el político vivía de espaldas al pueblo, hoy, vive a costillas del pueblo; yo, hombre de la calle, como miles, diría que los políticos bolivianos de ahora, tanto los que están en el poder (MAS) como los que de rato en rato rompen el silencio (opositores) en el que viven, para hacer declaraciones obtusas, enigmáticas –el ejemplo más vivo de ese rampante discurso, es García Linera–, están cayendo en un barroquismo deslucido, que sólo les lleva a hablar unos contra otros y, sin duda, por medio de esos epigramas parecen entenderse no más ellos, más el pueblo sencillo, el de a pie y taxi trufi o micro bus, el de las cloacas y debajo de los puentes, no sabe de que se está hablando.

Los nuevos óligo–burgueses de izquierdas en Bolivia, dicho sea de paso, no son más que de tercer mundo, no han dejado de tener un cierto complejo de ricos del primer mundo, por eso, se afanan tanto en acumular riquezas (como los 30 camiones del caso Quintana o los millones de dólares desaparecidos durante la gestión de Santos Ramírez en la estatal petrolera) a costa del Estado, y vaya que lo van consiguiendo. Son digamos, hoy, Ramón Quintana, García Linera, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, Antonio y Chato Peredo –los más recalcitrantes nostálgicos del foquismo guevarista– unos ricos voraces, unos ricos con traumas de pobreza, de ahí que lo suyo, políticamente, ya no sea un movimiento revolucionario de cambio y transformación, porque todo nos demuestra que lo que queda en pie nos es más que un movimiento involutivo, discursivo, investigativo, más nada.

Seguramente, quisieran volver, los agoreros de sal de la izquierda festiva de hoy, a los kepis y boinas y fusiles, a ese tiempo de guerrillas exasperadas de los sesenta; los nuevos óligos posan de demócratas, socialistas, comprensivos, apegados a la norma y la ley, respetuosos de los derechos humanos, pero, sólo para aquellos que profesan la religión del Estado, es decir, el culto al tirano; quisieran volver a la edad idílica, no sólo de los años del socialismo internacional, sino hasta el mismísimo origen del imperio inca, y nada más para mantener domesticada a la masa aunque sea a costa de mostrar como bandera de lucha, el rostro indio de Evo Morales; lo crean o no los masistas, pero muchos hemos visto ya las armas y los dientes y las uñas largas de su ambición por el poder absoluto.
Al parecer, por el momento en el país, los ciudadanos contamos con dos agujeros que nos amenazan, dos bocas que se abren para engullirnos, sí, como en los cuentos de niños, de esos que mamá me contaba para asustarme, esas historias en las que un camino es el bueno y otro es el malo, uno que lleva a la casa de la abuelita y el otro directo a las fauces del lobo feroz. Por el camino, propuesto por el masismo, dicen, se llega al paraíso socialista, en el que se podrá ser y hacer todo en todo tiempo y lugar, eso sí, para ser funcionario de gobierno o servidor público, el requisito indispensable será ser dirigente sindical o militante de algún partiducho de izquierda, y, por el otro camino, siempre según los fascistas de hoy, uno se topará, inevitablemente, con el infierno capitalista, neoliberal, colonizador, inhumano, explotador y un largo etcétera.

No he sido jamás en toda mi humildad, admirador del sueño americano, ni pro imperialista, pero, tampoco me creí el invento del Edén Socialista-comunitario de Maxs y los marxistas, ni creo que haya infierno y paraíso proclamados por la demagogia de los ideólogos del momento. Sí, se que el fascismo de corte criminal está en la izquierda de principios de este siglo veintiuno, mañana, por ese eterno retorno de las cosas nietzscheano, podría estar en la derecha o en el centro.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

EL AUTISMO NACIONAL Y SUS INVENCIONES

EL AUTISMO NACIONAL Y SUS INVENCIONES

No cabe duda, de que todo sistema, sea este un partido político o un régimen autoritario, y, todo individuo (k’ara o indígena) que se enfrasque en ser absolutamente original (u originario), nada más acabará inventando y descubriendo cosas como el lago Titicaca, la puerta del Sol, el cerro rico de Potosí, el salar de Uyuni…; esa obstinación, propia de personalidades egocéntricas, en Evo Morales, no sólo es sorprendente, sino digna de ser incluida en el libro de los records mundiales, por su intención de “inventar la democracia” en pleno siglo XXI, a pesar de que la democracia ya fue inventada por los griegos y reflexionada hasta la saciedad por los viejos clásicos, de la talla Baruch Spinoza, Thomas Hobbes, John Locke y otros.

Borges, en uno de sus más brillantes relatos, nos cuenta la hazaña de un hombre empeñado en inventar el Quijote, sin acudir en absoluto a la obra cervantina; Pierre Menard lo reinventa todo, línea a línea; por supuesto que no deja de ser una tarea loable y ejemplar, pero, perfectamente inútil; por su lado, hablando ya del carnaval político en Bolivia, el régimen masista, sin siquiera consultar, por medio de la lectura de las hojas de coca, y ni pensar, en la revisión de los teóricos de la democracia, posiblemente, sí en las piedras y las arrugas de los Jilakatas andinos, busca reinventar la democracia, una democracia de corte comunitarista, que se erige sobre las ruinas del Estado colonial, republicano, excluyente, es decir, ese que nació con Bolivar y agonizó con Goni Sánchez de Lozada, pues, es eso lo que se afirma en el preámbulo de la Constitución Política del Estado: “Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario…”

La democracia ha sufrido en estos años de gobierno social-comunitario, una suerte de devaluación, respecto de las enormes posibilidades que ofrece la misma, para vivir en sociedad; hemos escuchado, desde el día que llegó don Evo Morales al parlamento con su slogans de “500 años de opresión a 200 años de liberación”, hasta escuchar cómo el último de los súbditos masistas, se lava la boca y se limpia la cara con la democracia; y no puede ser de otra manera, si en estos tres años de gobierno, los más bruñidos y acrisolados símbolos del más degradante “autismo nacional”, Evo Morales y García Linera, han legitimado las acciones más brutales como las más caritativas dádivas de los cheques venezolanos y los bonos clientelistas, en nombre de la democracia inventada para el sustento del Estado plurinacional; mientras la democracia continúe secuestrada por personajes que han dado un largo paseo por el nacionalsindicalismo o el terrorismo foquista de los ayllus rojos, la democracia verdadera ni la reinventada por el masismo, podrán conducirnos al reino de la libertad y los derechos humanos.

El Estado plurinacional del MAS, no sólo sirve como escaparate en el que los indígenas (indigentes) son expuestos para el mundo, a modo de modelo y ejemplo de inclusión, sino que también, es la forma más soterrada de hacer del indígena, una figura decorativa, mientras sea un símbolo que justifique los medios y los fines de la izquierda autista de los sesenta, de la perseguida por las dictaduras, de esa que se alimenta del populismo salvaje para mantenerse a flote en el poder; ¿acaso, Evo Morales, en medio de todos esos intelectuales, que dicen haber leído a Karl Marx y Friedrich Engels, no es sino un adorno? ¿La ministra Celima Torrico, que sólo aparece para las fotos, pero en temas jurídicos, ch’acatay, no es sintomático? ¿Y el más lúcido de los figuretes, al igual que el Menard de Borges, no acostumbra leer nada, porque dice que hace daño, el Canciller Choquehuanca, que confunda el derecho internacional, con la justicia comunitaria, es gratuito? Creo que nada de lo que pasa con los rostros indios del gobierno, lo es, porque es la única forma de domesticar a las masas.

El “autismo nacional” del gobierno, acaba por inventarlo todo de nuevo. Le ganamos a la argentina, por 6 goles a uno, y pensamos que se ha inventado el futbol; se habla de descolonización, y se piensa que se está creando, la receta para luchar contra el neoliberalismo; se escribe en la Carta Magna, Estado plurinacional, y se piensa en su exportación; y así es cómo el autismo nacional, termina por reinventarlo todo. Y si estamos a punto, en política, de inventar esa democracia, debiera ser de prisa, para hoy y no cuando ya no importe nada u aparezcan otros autistas nacionales, no vaya ser que quieran inventar otra nueva democracia.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

NACIONALIZACIÓN DE LA POBREZA

NACIONALIZACIÓN DE LA POBREZA
Vuelve uno al pueblo en el que nació o vuelve uno a Bolivia, después de algunos años, y en el que caso de las mujeres –las más de las veces-, tras haber fregado trastes y waters, limpiado traseros de ancianos o cuidado guaguas –mientras los suyos quedaban al vaivén de la caridad familiar-; y los hombres, esos odiseos contemporáneos, en busca del sueño europeo o el americano, no sólo las pasan (ron) las de Caín, errabundos en un mundo de millones de parias que exhalan estos tiempos líquidos de movilidad intercontinental. Por si fuera poco esa brutal experiencia, me dijo un amigo recién llegado de Italia, “uno se encuentra con un país entregado, no a la lucha democrática, no a la aventura del futuro o la llama del presente”, sino a la más pura y obstinada nostalgia por un pasado que quedó sepultado hace mas de 500 años, ese que se desplomó en la plaza de Cajamarca, sin pena ni gloria –a más de las ruinas que quedan en pie– en manos de un puñado de españolitos aventureros y sedientos de oro.
Esos nostálgicos son nada menos y nada más, la “guapa gente de izquierdas”, sátrapas en el orden de la mentira, sino cómo se explica la invención de eso del señorío aymara, indígena, para maquillar el verdadero rostro de la pobreza; los señoritos de izquierdas, se han sacudido la vergüenza y otras cosas, ante la “gula que produce el poder”; han enarbolado a Evo Morales como el nuevo Wiracocha de pasarela, de museo, pretendiendo que el mundo entero le aclame igual si fuera el redentor de la humanidad, o una pieza arqueológica; cuando no es más que el símbolo de un dontancretismo (perfecto cretino) nacional, en tiempos de dengue; los izquierdistas nos quieren hacer ver a Evo Morales, como todo un ejemplo de cómo habría que parar, el hambre, la exclusión, la corrupción, prebendalismo y otros males sociales.
La realidad y la cotidianidad, terminan siempre desbaratando cualquier construcción discursiva; acaso, la gente sencilla, humilde, esa de tierra adentro, esa de la que nadie se acuerda, sino sólo en tiempos de pandemia electoral, esa que lleva la tripa seca, apretada, para que el hambre no duela tanto, ¿no se debate en la absoluta miseria?; el estado de las cosas no ha cambiado a pesar del paso de los días y años, la sombra, el viento, el otoño, el dolor, la soledad, porque los izquierdistas de traje y corbata, de chaqueta de lana de Alpaca, Vicuña o Llama y zapatos de cuero de chancho, no cesan de saquear al Estado –lo mismo hicieron sus antecesores neoliberales, hoy, perseguidos y convertidos en apátridas– y sienten como engordan sus bolsillos, convencidos de que “hablar por y de los pobres” –de esos que el calambre les hace retorcer el estómago y esquivan, milagrosamente, la cornada de la muerte para no caer fulminados por la embestida del hambre– había sido un negocio tan rentable como el capitalismo salvaje de las trasnacionales.
Resulta insólito, para el que vive dentro del país como para el que llega de fuera, encontrarse con su comunidad, su pueblo o su ciudad y su Bolivia, viviendo al ritmo de la música de protesta de los sesenta, aletargadas retahílas sobre la liberación; algunos llegamos hasta el hastío con la hipocresía de las canciones de Piero, Facundo Cabral, Mercedes Sosa, León Geco, Silvio Rodríguez, Kilapayum, Benjo Cruz y otros; cómo no causarle a uno estupor, cuando los nuevos óligos de izquierdas, endiosan al guerrillero muerto en Ñancahuzú, bajo el fuego de un humilde soldadito boliviano, que a punta de tiro le hizo morder el polvo de su osadía, a ese extravagante argentino-cubano, elevado casi al rango de deidad; a ese soldado, obligado a servir a la Patria, debieran hacerle por lo menos una estatua de sal, por su defensa de la soberanía nacional.
Aseguran algunos entendidos que Evo Morales es una personalidad influyente y tan famoso como el Cóndor que adorna el Escudo Nacional; su influencia no es más que un mito del subdesarrollo, delfín de un cuartomundismo boliviano y raído; al país entero le hace falta resuello, fondo, porque todos hacemos una faena corta, en la oficina, en el colegio, en el amor, en la vida, porque no se vive una vida verdadera, sino que vivimos una imitación espectral de la vida, importada de Carácas y la Habana, hecha de gestos, bonos, alusiones, actos fallidos, desmantelamientos institucionales. Basta salir a la calle o navegar en un atiborrado microbús, para darse cuenta de qué modo todos le hacemos la jugada corta, la zancadilla, el compromiso pobre y temeroso en un país lleno de miedo, escasez, dolor y vendetas. Dios quiera, y no los achachilas o ilusos de ayer, que no se nos quede la inercia del presente por mucho tiempo.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

INCERTIDUMBRE Y VACÍO ÉTICO

INCERTIDUMBRE Y VACÍO ÉTICO

Una gran cantidad de personajes idílicos, aunque, no sólo aquellos que emergieron de las cenizas del foquismo guerrillero, sino, también esos hábiles travestís políticos, y, que en el actual poder ejecutivo ocupan ministerios y asesorías, vieron, oportunísticamente, en el liderazgo de Evo Morales, cocalero, sindicalista, así como al movimiento al socialismo, “el último refugió para los confundidos y los ignorantes”; esa es la ralea de gente, en oficialistas y opositores, que pululan en el ámbito político del país; no otra es la causa, para el malestar y el asco que produce la política en una inmensa masa de electores.

La estrategia del poder ejecutivo para mantenerse en el poder, no es otra que la política de la “incertidumbre”; esa que se genera debido a la angustia social que desorienta al pueblo; pero, al mismo tiempo, es el fertilizante del que se nutre todo el masismo para hacer germinar el desconcierto; ante esta realidad, lo que se pone en juego son las debilidades y fortalezas, la gloria y la miseria de nuestra sociedad de cara al futuro. Así, la política practicada por el MAS, está enraizada en una sola condición: “las angustias que la erosión institucional engendra y perpetua, profundizada, por una encarnizada persecución política, fecundada por el foquismo guerrillero de Linera, transubstanciado, hoy, en el Estado narco-guerrillero del MAS.

El desmantelamiento institucional, fruto de la escasa gramática en el ejercicio del poder, ha generado un espacio éticamente vacío y en su interior los poderes políticos constituidos (marxistas, indigenopopulistas, sindicateros, movimientos sociales, cobistas) se toman la libertad de seguir sus propias reglas, excluyendo al resto de la población, pero, la situación se torna brutal, cuando estos grupos sólo buscan eludir y eliminar toda regulación de la justicia; este vacío ético, asimismo, no es más que la viva imagen de la conducta antiética de grupos radicales de izquierda, cuyo sostenimiento en el poder, es intrínseca a la lógica de la incertidumbre, a través, de la mentira, el odio, el terror, el engaño, que terminan estrangulando la libertad, la democracia y los derechos humanos, con el único fin de hipotecar el futuro de las nuevas generaciones, por una migaja de poder pasajero.

La aparente bandera de lucha, que enarbola el masismo, en nombre de los pobres y hambrientos del país, más allá de ser una falacia, no tiene la pretensión de atacar las raíces mismas de la miseria humana; por esa razón, el discurso sobre y de los pobres y su pobreza y su liberación, en medio del vacío ético global creado por el masismo para gobernar sin conciencias críticas, tiene una apariencia nebulosa; otra manifestación, de ese vacío pernicioso, es la dialéctica bueno/malo, que sirve de legitimación para cualquier acto violentador de derechos fundamentales, sobre todo, contra aquellos que no comparten las preferencias del gobierno, son encasillados en el papel de espectadores y condenados a cargar con ese rol por mucho tiempo insoportablemente largo así como marchan las cosas; las etiquetas usadas por el gobierno, ya son conocidas por las arengas del sapa Inca: “vende patrias”, “burgueses”, “k’aras”, y muchas otras chabacaneadas presidenciales, sin son ni ton.

Los nuevos poderosos (Evo Morales, Ramón Quintana, Sacha Llorenti, García Linera, Alfredo Rada, Antonio Peredo, Gustavo Torrico –satuco–) y los antiguos (Goni Sánchez, Yerko Kukoc, Mirta Quevedo), hacen lo mismo, ayer y hoy, explotan (ban) la imagen de las víctimas del pasado para tomar posesión del futuro ignorando el sufrimiento del presente, en vez de ocuparse de forma real y objetiva, de los desgraciados y esforzarse por desafiar directamente las causas de la pobreza (mal): el narcotráfico, la corrupción, el nepotismo, el compadrerío, el tráfico de influencias, el prebendalismo, males claramente visibles en el actual gobierno; la forma más desvergonzada de ocultar esta realidad, es como siempre se hizo, la inmediata creación y lucha obstinada contra unos perseguidores, invisibles, agitadores imaginarios, presentes sólo en el imaginario político de los nuevos privilegiados.

La esperanza para atravesar este tiempo de vacío e incertidumbre, nacerá del esfuerzo que pongamos todos en construir una comunidad de gustos compartidos, construida y sostenida desde el “compromiso” mutuo e incondicional de sus miembros; este discurso comprometido, debe privilegiar y buscar el diálogo, orientado desde el principio por la posibilidad que ofrece el debate sincero, para obtener la aprobación de aquellos a los que se dirige. La construcción de este diálogo, merece ser llamado, “la oportunidad política por excelencia”, que tiene toda sociedad, consciente de sus diferencias y heridas, en pos del mañana.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos