sábado, 15 de octubre de 2011

INANICIÓN Y ELEFANTIASIS

INANICIÓN Y ELEFANTIASIS

Posiblemente, ni siquiera se les pasa a los señores del gobierno, de tan embriagados que andan con el poder, que todo tiene su tiempo de expiración. Y es lo que va a pasar con este gobierno y los que vendrán. Tal como ha sido concebido –otras propuestas políticas corrieron la misma suerte –, sustentado en la cólera, la diatriba y la venganza de algunas cabezas irresolutas, espasmódicas, que han vertido su veneno sobre unas masas incautas, el futuro es incierto. Un proyecto así está condenado a morir de inanición administrativa o puede morir de elefantiasis ideológica. El masismo de Evo–García Linera perecerá por inanición y por elefantiasis.

Bueno, quizá dirán cuando les haya llegado la gran hora, que de todas maneras era una grandiosa forma de morir. Este gobierno se ha caracterizado, más allá de la improvisación, por su raquitismo pragmático en materia económica y por una inusitada timidez frente a la enorme posibilidad, entre demagogia y legitimidad, de transformar las obsoletas estructuras de un país como el nuestro sumido en el atraso, la corrupción y el narcotráfico. La pluralidad e interculturalidad de este gobierno se ha quedado simplemente en la homogeneidad de un partido único y colonizador.

O sea, lo que ha sucedido hasta ahora es que un gobierno que gozaba de un apoyo importante, debido a las marranadas de los neoliberales de turno, frente al atolladero de la escabrosa realidad de la miseria, la pobreza y la incapacidad de un Estado burocrático, no hace sino, hoy por hoy, inflar el perro para que las expectativas de sus huestes indoloras no merme. Nada más hemos pasado de una democracia orgánica (partidos tradicionales) hacia una democracia centrista del partido elefante. Una cosa así, sólo tiene dos posibilidades para perecer: por extinción o por extensión. Acaso, los más grandes imperios no se extinguieron por exceso de tamaño. Por eso no será ninguna novedad, que el mamut masista acabe calcinado en la lava histórica del país, tan anegada de tanta cochambre política y políticos.

El señor Evo Morales y sus seguidores no se han cansado de repetir que el modelo y proyecto de Estado que propugnan, tiene la intención de superar el modelo democrático neoliberal. Yo creo que bastaría con que lo igualasen. ¿Por qué habría que superarlo? Claro, como existe la sospecha de que ni siquiera se llegará, por el camino que van, a igualarlo, optan por discursear que será superada la democracia liberal. Y cómo no se sienten seguros de alcanzar la talla de la democracia de otros países, prefieren decir que van a superarlos. Se infla el perro, cuando anuncian que ingresaremos pronto al círculo de la industrialización, cuando lo que nos circunda grotescamente es la pobreza, el hambre, y sobre todo la ausencia de Estado.

Así como los grandes animales del cuaternario, hoy, yacen en los museos, el dipodoclus masista, con cara de Evo Morales y cráneo de García Linera, podrá ser mostrado en unos años más, a los niños y jóvenes del futuro, como un ejemplar de la prehistoria democrática boliviana; además, se dirá, que apareció en la década de los 90 y se extinguió a mediados de la década del 2020, debido a su estructura centrista, intolerante y una elefantiasis crónica.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

miércoles, 12 de octubre de 2011

GRACILIANO RAMOS

GRACILIANO RAMOS

Para Alejandra Canedo

Vidas secas de Graciliano Ramos, pertenece a lo más granado de la novelística del regionalismo nordestino dentro de la literatura brasileña de la primera mitad del siglo XX. Si Graciliano Ramos explotó al máximo la novela de la tierra, no menos hizo sobre aquellos que no tenían tierra, por esa razón, Vida secas, es una novela de la tierra pero de los sin tierra. La gran novelística brasileña –donde se inscribe Vidas secas– alcanzó madurez por la simplicidad de su prosa. En esa línea, Graciliano Ramos, desde sus trabajos iniciales, inaugura un estilo abierto y libre, en la cual todavía hoy se mantienen algunas corrientes contemporáneas latinoamericanas.

Cuando Graciliano Ramos escribe Vidas secas, el regionalismo literario se encuentra perfectamente perfilado ante la conciencia literaria de la época. No cabe duda en ese sentido, de que su autor la concibió como novela regionalista de la tierra. De acuerdo con tal propósito, Graciliano Ramos, en Vidas secas, se ajusta a las condiciones formales que definen y caracterizan a dicha narrativa. No es gratuito, que, Fabiano sea la biografía de un héroe que se enfrenta a las condiciones adversas de la sequía, la amenaza constante de la muerte, la soledad del bosque, la parquedad de su lenguaje, que le sume en condiciones de inferioridad frente al otro. Así, también, la inestabilidad de la fertilidad de la tierra, acaba por arrojar a los habitantes del sertón a la cúspide de la incertidumbre; por esa razón, salen de un lugar a otro en busca de una nueva oportunidad para la vida, que no deja de ser seca.

En Vida secas la sucesión temporal de episodios, se encuentra ligada a la estructura de manera indisoluble; y como género literario se propone expresar tan sólo el sentido de la vida humana, la vida en el sertón. Vidas secas, no consiste en otra cosa sino en una serie de vidas secas (Fabiano, doña Vitoria, los hijos y la perra Baléia), a través de las cuales se nos revela, las carencias, frustraciones, aspiraciones, y, sobre todo, aquello que la pobreza o la miseria absoluta no logran borrar: la esperanza.

La figura de Fabiano es un retrato proverbial del hombre que vive en la selva y que Graciliano Ramos, por medio de su técnica biográfica perceptiva revela una realidad profunda, la del protagonismo de la vida individual y colectiva, lo que hace de Vidas secas una verdadera novela del género de la tierra. El interés del lector, se desplaza desde el conformismo de Fabiano, para quien el destino “era como si en su vida hubiera aparecido un agujero”, hacia la conciencia del valor de la vida humana, singularísima, en cada uno de los personajes. Para el lector no pasan inadvertidos los castigos y escarnios por los que pasa Fabiano y su familia –el policía amarillo que lo conduce a la cárcel sin motivo alguno, el hacendado que siempre termina engañándolo por el valor de su trabajo (fruto del endeble dominio del lenguaje que tiene Fabiano) y la naturaleza que adquiere una enorme influencia en la conciencia de los personajes–. De manera que, por virtud del escritor, asistimos azorados al decurrir del fatídico destino que envuelve a los seres humanos cargando una vida seca. Gracias a los artificios estéticos, la intuición se apodera poderosamente del sentido de la vida humana, de toda vida humana. La técnica del relato biográfico del personaje, se desenvuelve dentro de las condiciones sociohistóricas acarreadas por la modernidad tardía que se da en Latinoamérica en la primera mitad del siglo XX.

Graciliano Ramos retrata en Vidas secas el mundo de los personajes como un espectáculo, que el lector enfrenta ensimismado y corroído por preguntas sin respuesta. La muerte de Baléia, por ejemplo, no sólo despierta sentimientos de piedad y conmiseración, sino la persuasión de que lo inevitable de los seres es la muerte. Si por un lado aparece la antropoformización del mundo animal, por otro, también se da una animalización de los seres humanos, que termina funcionando como una vitrina en las que se exhibe las vidas secas de los personajes y se nos presenta como un desafío para la conciencia individual con la que tenemos la posibilidad de entrar en contacto con la experiencia de los habitantes del sertón. Así, las cosas que hacen o que les pasa –los golpes del soldado amarillo, la falta de ropa, los coscorrones a los niños, la inaccesibilidad al lenguaje– lejos de ser una simple descripción anecdótica funciona como catalizador de la revelación íntima de los personajes; en esta develación de la psicología de los personajes, Graciliano Ramos, inserta por medio del lenguaje menguado de Fabiano, un efecto estético asombroso: la carencia del lenguaje deviene también en una vida estéril.

En la mudanza de la familia –al principio de la novela–, “minúsculos, perdidos en el desierto quemado, los fugitivos se abrazaron, sumaron sus desgracias y pavores. El corazón de Fabiano latió junto al corazón de doña Vitoria, un abrazo cansado acercó los trapos que los cubría”; pues, el objeto hacia el que se dirige la atención de Graciliano Ramos, no es la sociedad o determinado sector de ella, sino el mundo de los fugitivos, de la mudanza, de aquellos no tienen tierra, sino sólo unos harapos que los cubre de las inclemencias del agreste medio donde se desenvuelven, su cotidianidad. Vidas secas, devela el caos y refleja las condiciones de sobrevivencia y la desvalorización que sufre la existencia humana en medio de una realidad abrupta, y peor aún, cuando no hay posibilidad de acceso al lenguaje como manifestación de poder. Por tanto, la creación novelística de Ramos, escruta la experiencia del humano vivir para extraer de ella una ilustración corroborativa, que más allá del desánimo y la frustración, apela a la esperanza, como una posibilidad de salida ante el sentido grotesco de un mundo sin lenguaje y extremadamente voraz. “Y caminaban hacia el sur, inmersos en aquel sueño. Una ciudad grande, llena de personas fuertes. Los niños en escuelas, aprendiendo cosas difíciles y necesarias. Ellos dos viejitos, acabándose como perros, inútiles, acabándose como Baléia”. Sin posibilidad de acceso al lenguaje y mejores posibilidades de vida, una vida llena de exuberancia, será siempre un sueño o como dice Francisco Ayala, “Muertes (vida) de perro”.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿COLONIZADORES O INDIGENISTAS?

¿COLONIZADORES O INDIGENISTAS?

Tras la brutal arremetida de la policía –por orden del Poder Ejecutivo– en contra de los derechos de cientos de indígenas –lo mismo que los colonizadores españoles del siglo XVIII asentados en Santa Cruz, que cazaban a los guaraníes como si fueran ratas para luego reducirlos a la servidumbre de hacienda– es necesario hacer un repaso de todas las estructuras del país: burguesía, clase política, obreros, estudiantes, movimientos sociales, indígenas, colonizadores (cocaleros y quienes hoy se denominan interculturales), maestros, ancianos, etc. Y es que de entrada tenemos una burguesía (tanto de derecha como izquierda) inoperante y acomodaticia, una izquierda subversiva que no termina de organizarse y sólo pasa por oportunista, unos movimientos sociales péndulo, que se mueven según intereses coyunturales, algunos opositores absurdos, y, en general, un pueblo que empieza a ganar madurez y criticidad, frente a una clase política que necesariamente debe ser desasnada.

Muchos políticos del actual sistema (Fidel Surco, Saúl Ávalos, Eugenio Rojas, David Sánchez –uno de los más desubicados–, Marianela Paco, Rebeca Delgado, César Navarro, Roger Pinto, Tomás Monasterios, Wilmer Cardozo y muchos otros) han hecho de la política nacional una cloaca; nuestra política nacional ha alcanzado niveles grotescos y es que sencillamente, los políticos se pasan la vida mareando a las masas, nada más “hablando de política” pero sin “hacer política”. Sobre todo, en un momento en que los bolivianos necesitamos saber la verdad de muchos hechos; aunque lo más urgente es conocer los entretelones de esa masacre salvaje, cobarde y cruel sobre la humanidad de los indígenas del TIPNIS. Contrariamente, el gobierno no hace sino salir con intervenciones demagógicas, mentiras efectistas, que sin duda ya no tienen la habilidad de hace un par de años atrás. Esta manera de manejar la política no estaría mal en cualquier político joven, pero, es imperdonable en quienes hacen alarde de este oficio. Un señor Vice –que viene de las fauces del terrorismo y un marxismo mal digerido– y un Presi –producto del sindicalismo, discípulo de Filemón Escobar, pateado, golpeado por la DEA por defender su cato de coca– llevar la política al rango de circo y la banalización, no; lo cierto es que el cuadro político nacional está cuando menos un asco, un excremento que no sirve para abonar la política del país.

Por lo visto hasta ahora, en materia revolucionaria, los revolucionarios –aunque me gusta más llamar la revolución blanca (cocaína) –de izquierdas (antiimperialistas, anticolonialistas, anticapitalistas y antiindigenistas) están condenados al fracaso, al punto que no quedarán ni para la estatua, porque al final, el señor Presidente y su revolución blanca terminará en su monó–culo y una corona de hojas de coca. Y por su lado el señor Vicepresidente, descubrirá muy pronto que el marxismo, el leninismo o el estatismo y el desarrollismo no son inmortales y mucho menos algún socialismo avanzado. Porque a estas alturas de la historia, nuestro demacrado Vice, no es más que un doncel de izquierdas, que duda entre las armas y las canas de su clase pequeño–burguesa, pues, definitivamente, por mucha letra que tenga no se ganará nunca al mundo indígena. Al lado de Morales no pasará de ser un colonizador más.

Ahora que el gobierno ha echado por tierra el discurso indigenista, violando los derechos humanos de los indígenas, el proceso de cambio desde la óptica del MAS, es intelectualmente indefendible. A pesar de que muchos políticos masistas se esfuerzan por intelectualizar los problemas del país. Una verdadera política participativa e incluyente, intercultural y plurinacional, debe ser corroborada por hechos pragmáticos, realísimos y legitimada por las evidencias. Todas las sociedades cuentan con situaciones democráticas límites, como la libertad de expresión, libertad de circulación, derecho a la exigencia de sus derechos, al voto y, sobre todo, a la vida. Y al parecer, los rasguños producidos a la ñusta menor del gobierno, el canciller Choquehuanca, con las endebles flechitas de los tipnianos –armas de guerra para el nefasto Llorenti– desencadenó la furia del gobierno contra los indígenas. Los masistas blancoides, cholos, mestizos, y/o rasgos indígenas o lo que fueren, no han dejado de ser colonizadores y mercantilistas.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo