viernes, 2 de marzo de 2007

QUIERO PENSAR, PERO ME SALE ESPUMA

QUIERO PENSAR, PERO ME SALE ESPUMA

Una de nuestra voz poética más representativa, el beniano Pedro Shimose, con mucho acierto escribió un libro de poemas, “Quiero escribir, pero me sale espuma”, obra que fue ganadora de uno de los premios más prestigiosos para las letras hispanoamericanas, el premio Casa de las Américas. Pero, no siempre un buen poeta acaba siendo mordaz o al menos lo medianamente objetivo cuando escruta y pasea su mirada sobre eso que llamamos realidad, “lo cotidiano”, diría Francisco Ayala. Las más de las veces, cuando el intelectual escribe sobre ese espacio conflictivo y caótico, donde discurren las vidas de una inmensa mayoría, muchedumbre, de desharrapados y pobres, que son los más en este país, no hace sino echar espuma por la boca. Hablar sobre lo cotidiano es harto complicado, sin embargo tarea ineludible para la mayoría de esa casta llamada intelectual. El poeta o el novelista, como dice el autor de “Animal Tropical”, el cubano Pedro Juan Gutiérrez, a través de la palabra debe “desnudar la realidad, no maquillarla”, aunque es un cometido pocas veces alcanzado más no por eso imposible.

Shimose escribió un artículo, aparecido en el matutino "Los Tiempos", el domingo 21 de septiembre de 2004, bajo el título “Evo, el protestante”, en el que de modo subjuntivo se aventura a soñar cómo sería el gobierno del dirigente y diputado cocalero. Craso error de criterio político y miopía intelectual, pura ficción, al estilo Isaac Asimov. Además, no incluir en sus apreciaciones al actual gobierno, es como ver la paja que tiene el vecino en el ojo y hacerse el loco con el tronco que hay en el propio, para no decirlo con palabras de Cabrera Infante en Tres Tristes Tigres. El gobierno de Sanchez de Lozada, en su lucha frontal contra al corrupción, no ha pasado de ser un eslogan que sólo ha acelerado el crecimiento burocrático del Estado. A un año y poco más de gobierno de responsabilidad nacional, como le gusta llamar al jefe del MIR, el palacio vive habitado de una carroña de políticos, ávidos de poder, y cómo dice Shimose: “rodeado de ineptos, corruptos, aduladores y sinverguenzas...”. Así anda este país y no es mentira lo que afirma Cayetano Llobet, “así de cojudos somos” los bolivianos, que nos permitimos realizar ejercicios mentales, tan alejados de lo cotidiano, como pensar que pueden existir políticos honestos.

Quiero recordarle a nuestro premio Casa de América, que no es lo mismo vivir en una metrópoli europea a vencer el día rascándose la barriga, en Curawara de Carangas en el Altiplano, o Pampa Rayo en Chuquisaca, o allá en el oriente boliviano en medio de la borrachera verde de la Amazonía, entre los restos de alguna de las tantas etnias..

La realidad de este país está condicionada por modelos importados, la intuición y, sobre todo, la hegemonía de una burguesía nacional bordeando la ignorancia. A principios del siglo XXI contamos con un territorio, en el que el índice de pobreza es tan alto como sus montañas, bajo índice de escolaridad, deuda impagable, escasa atención a las necesidades básicas de salud, una desigualdad escandalosa entre una minoría que vive en el primer mundo y una inmensa mayoría en los suburbios de la pobreza, pero aún endémica. Y es que no intento hacer una apología del Movimiento al Socialismo y su líder, porque el oficialismo y la oposición oportunista del MAS, actúan bajo la bandera de la irresponsabilidad más cínica de cara a la búsqueda del bien común.

Juan Rulfo, en uno de sus cuentos más desgarradores que leí, “Lubina”, escribió: “en qué país vivimos Agripina... el gobierno nos ayudará”. Y Luis Sepúlveda, chileno, en su novela, “El viejo que leía novelas de amor”, dice: “el culpable de que te duelan las muelas, sabes quién es, el gobierno, pendejo”. Pues bien, vivimos en un país en el que la simpática gente de derechas o izquierdas (progresistas) encaramada en el poder, no sabe a ciencia cierta qué hacer con él, a lo sumo matar; y el (los) culpable (es) de que nos duelan no sólo los dientes sino la vida misma, el existir aquí y ahora, tiene un rostro concreto: MNR, NFR, MIR, MAS, MIP, UCS...

Iván Castro Aruzamen

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