miércoles, 10 de diciembre de 2008

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

IGLESIA Y PODER POLÍTICO

Las reiteradas declaraciones del Viceministro Sacha Llorenti y Álvaro García Linera, sobre el papel público que la Iglesia debiera desempeñar, es sólo una muestra de la absoluta indigencia de ideas y del clima de intemperancia que reina en el poder ejecutivo. Estos intentos del masismo no es otra cosa que un complot contra la Iglesia, que lo es en última instancia contra el cristianismo; es una muestra del ateismo y disolución social, y por tanto, contraria a todo derecho, natural y revelado.

La Iglesia –más allá de los errores históricos por los que ha pasado– como muy bien lo ha expresado el padre Gramut Moragas S.J., “no es una ONG” o un sindi-cato; la historia humana adquiere sentido por la irrupción de Dios en la temporalidad humana. A lo largo de los mas de 2000 años de su existencia la Iglesia de una u otra forma, peregrina en la tierra, ha centrado todos sus esfuerzos para que la dignidad de Dios pase por sobre aquellos cuya dignidad fue despojada o sometida por el orden político en condiciones degradantes. Por eso, –y deben saberlo los masistas– la finalidad de la Iglesia ha sido y seguirá siendo la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo, pues, no se trata del hombre abstracto –como imagina el MAS–, sino del hombre real e histórico: “se trata de cada hombre y mujer, niños, jóvenes y ancianos, a los que el Estado dentista del MAS no puede ni llegará jamás”; por esa misma razón, la Iglesia, no puede estar exenta de los errores y pasiones humanas.

Los intentos por desprestigiar y mellar la labor de la Iglesia, tildando a su pastor de hacer política partidaria, por parte de algunos personajes grotescos de palacio de gobierno, no es nada nuevo ni invención alguna; tras la cortina de hierro de los países que cayeron bajo el yugo del totalitarismo comunista de la ex URSS, también se buscó borrar de la faz de la tierra a la religión, pero, más temprano que tarde ésta se vengó del comunismo extremo y terrorista, con la caída del muro de Berlín; hoy, los golpes que intenta asestar el MAS a la Iglesia, sólo busca torcer la mano de Dios, pero, toda intención de lograrlo será irremediablemente vana y constituirá sólo el testimonio de un puñado personajes engreídos por el poder político.

Cuando la inercia profética estaba haciendo aguas en la jerarquía, emerge la figura de Mons. Julio Terrazas, Cardenal de la Iglesia en Bolivia, –no con ese afán mezquino propio del poder político– para poner en práctica la misión a la que está llamado todo cristiano, anunciar la Buena Nueva y denunciar las injusticias que aquejan al pueblo; este obispo vallegrandino formado en lo más genuino de la Teología de la Liberación y el servicio a los más necesitados y pobres, alza su voz para alertar sobre los peligros que se ciernen sobre nuestro país, y entre ellos el flagelo del narcotráfico; los cerebros del ejecutivo, inmediatamente tras haber escuchado la voz del pastor de la Iglesia, se habrán preguntado, si el discurso sobre Dios del Cardenal Terrazas es opio religioso para el pueblo o un verdadero fermento de libertad; por supuesto, que los marxistas masistas escogieron la primera opción para su interpretación. La Iglesia y el Cardenal, no hacen política partidaria, porque su misión y su camino es el “hombre mismo” con todas sus contradicciones.

Si nos interrogáramos los cristianos y no cristianos sobre le efecto público que tiene el hablar –o callar– acerca de Dios y la realidad en una situación determinada, ésta pasará siempre por un compromiso evangélico de liberación no sólo espiritual como quisieran hacernos creer Sacha Llorenti y García Linera. Ya que hablar sobre el papel público de la Iglesia y todo intento de acallar su voz profética, son intentos demasiado indignos y pecaminosos como para que se piense siquiera en tomarlos en cuenta, porque Dios y la Iglesia no les debe nada a los masistas. Pues, la política eclesial socialista del MAS busca practicar la opresión de las iglesias invocando la razón de Estado y que no es más que una política de Estado atea respecto de la Iglesia. Y eso lo tienen muy claro los cristianos en Bolivia.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

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