jueves, 27 de noviembre de 2008

INDENTIDADES INCIERTAS

Identidades inciertas

Una búsqueda absurda del masismo, en la que ha invertido ingentes cantidades de dinero, además, de toda una maquinaria política, durante estos tres años de Gobierno, ha estado centrada en escarbar en los escombros de un pasado precolonial, a fin de encontrar una identidad sobre la cual construir la nación: un indigenismo desbocado y extremista. Y el resultado más patente y patético de esa infructuosa tarea es el mismo Evo Morales, que carga sobre sí una identidad incierta, no muy apartada de la que vivió Trujillo en República Dominicana, que afanosamente por medio del poder omnímodo quiso blanquear la negritud de sus raíces haitianas. Evo Morales, ni con todos lo antropólogos y sociólogos a su servicio, ha logrado asumir eso que llaman lo indígena, si es que acaso existe este concepto, por la simple razón de su contacto con lo citadino; asimismo, por otro lado, lo k’ara en la persona del primer Presidente indio de la propaganda mediática, es una abyección, un proyecto truncado. Este cruce no podía ser más que la incertidumbre.
La política practicada por Evo Morales y su entorno, consecuencia de esa identidad incierta, la grafica de manera certera uno de los personajes de Vargas Llosa, en la Fiesta del Chivo: “La política es eso: abrirse camino entre cadáveres”. La cita no puede ser menos que cierta, cuando los muertos en este período de Gobierno socialista del MAS, sobrepasan la treintena en apenas tres años; en esta historia democrática de 25 años, el único Presidente que puede mostrar las manos limpias es Carlos Mesa Quisbert.
La política de las identidades inciertas del masismo, nos muestra una caterva de personajes cortesanos, entre grotescos y atroces, manejando los destinos de la nación, pero, no otra cosa segrega todo régimen autoritario; los perfiles de estos personajes, para nada irreales sino de carne y hueso, darían ingente material a un psicólogo para elaborar un manual de casos clínicos. Por ejemplo, uno de esos personajes muy propio del actual Gobierno, no dudaría en afirmar que ha hecho en política lo que se podía hacer, esquivando mujeres y corrupción, solitario y soltero, intelectual extremista pero algo culto; otro personaje singular que se pasea por Palacio Quemado, matón o policía personal, ex militar, especialista en espionaje, artista de la tortura, cirujano de hierro; y no menos un tercero, destacado asesor político y leguleyo, el “cerebrito” de los movimientos sociales, modisto con cara de pasarela… peor aún, si constatamos que toda la relojería política del masismo es engranada por estos personajes, cuyas identidades son tan inciertas como la del caudillo, y que no escatiman esfuerzos represivos en contra de cualquier ciudadano sospechoso o no de conspirar contra el régimen.
Evo Morales constituye, hoy por hoy, el ejercicio del poder, cuyos efectos humillantes y desmoralizantes, ha sido la flagrante violentación de derechos humanos y políticos; atropellos llevados adelante por una identidad incierta que administra el poder por medio del carisma, la intimidación, la manipulación y burocracia estatal; pues, no otra son las últimas advertencias para que la OEA admita en su seno a la expulsada Cuba, debido a la falta de libertades y garantías para dicho ejercicio, en un sistema revolucionario totalitario. La incertidumbre tiende siempre a separar entre buenos y malos o amigos enemigos, igual que el cazador.
No obstante, todo nos indica que la tan ansiada proyección continental y mundial de Evo Morales, como quieren sus más estrechos colaboradores, se ha derrumbado debido a la presencia de Barack Obama, como el ejemplo más visible de lo que puede suceder en una democracia donde se privilegia la libertad y la tolerancia. La proyección de Morales, tras el fracaso de su último viaje, deslucido, y completamente desapercibido por la comunidad internacional, está sustentada, equivocadamente, en “que nadie aspire mientras Morales respire”. Al parecer el caudillo del MAS cree puntualmente en esta interpretación de sus más allegados, como se desprende del libro “El jefazo”.
Para el MAS la búsqueda y consecución, a cualquier precio, de una identidad nacional que sirva como pretexto para toda acción política, sigue siendo eso: “La política que se abre paso entre los cadáveres”.

Iván Castro Aruzamen, es teólogo y filósofo, profesor de Derechos Humanos.

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