martes, 26 de octubre de 2010

DESCOLONIZACIÓN Y FARENHEIT

DESCOLONIZACIÓN Y FARENHEIT

Fahrenheit de Ray Bradbury no es una novela muy conocida en Bolivia y mucho menos para algunos personajes sin autor, del gobierno actual. Pues, la ciencia ficción no es sino un pasado actuante, un pasado que funciona como futuro. Por eso, se hace tan necesaria hoy la lectura de Fahrenheit, de Bradbury, porque el Estado Pluri de los Paco, Choquehuanca, Rojas, Ávalos, Surco, tiene feroces aparatos de intolerancia y porque Fahrenheit es una crítica a todo tipo de fascismo; es, asimismo, una crítica profunda y total a aquellos que detestan la literatura y se quedan en la mera ideología; y también es un canto homérico, enternecedor y melancólico al libro, al universo Gutenberg, en contra de aquellos pontífices eclécticos que quieren darlo por muerto. Ray Bradbury escribió este canto magistralmente.
Para los que han salido a manchar “Raza de bronce” y “La niña de sus ojos”, de libros racistas, practicando quizá algún tipo de ejercicio supino; el libro de Bradbury, ojalá les sirviera para que hagan todo un examen de conciencia y que los políticos se ocupen de su imagen, de reuniones y comilonas y otras pendejadas, que del saber no saben nada. No hay nada más retrógrado que querer cercenar la libertad de imaginación, derecho universal más que fundamentalísimo. Sólo políticos alienados por el poder y sonsacados por el odio revanchista son capaces de querer instaurar entre nosotros –país de analfabetos– un Fahrenheit.
La ciencia ficción –o ficción a secas– no mira al futuro, sino hacia atrás; y la buena ficción como la de Bradbury o Arguedas, no es sino la utopía inversa, crítica y negativa, frente al platonismo del socialismo, indigenismo, marxismo, liberalismo o cualquier ismo. Es impensable que a principios del siglo XXI, haya gente –cuando no los políticos– que busque normar, qué uno va leer o no. Ahora, sólo hace falta que las hordas del gobierno, asalten, quemen y apedreen librerías, editoriales, imprentas o acuchillen algunos cuadros de artistas plásticos nacionales.
La estupidez congénita de algunos políticos plurinacionales no es un simple lapsus, sino que ocupa todas las paredes de su conciencia y de su quehacer político. Quemar libros como en Fahrenheit no es solamente ponerlos al alcance de un lanzallamas, es también, censurarlos, modificarlos, prohibirlos, perseguirlos, desaconsejarlos, ignorarlos, malversarlos, y, sobre todo –como en la Bolivia de hoy– sustituirlos –ha dicho el ministro de Educación– por libros ideológicos mongolizantes y otro tipo de anuncios falaces. Y en última instancia es como decía Jonh Milton, asesinar un libro, y esto es matar la imaginación, señor colonizado, Viceministro de descolonización.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

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