jueves, 30 de julio de 2009

EL MAGISTERIO DE LAS COSTUMBRES

EL MAGISTERIO DE LAS COSTUMBRES


Llevo preguntándome, desde que la democracia formal y pactada (neoliberal) –según el masismo– llegó a su fin, dónde están los valores espirituales y ancestrales, algo así como las esencias, que nutren la nueva democracia comunitaria del Estado Plurinacional, de las que perora hasta el aburrimiento el presidente Morales y los príncipes del Japón no fueron la excepción, acabaron bostezando. He buscado todo este tiempo, esos valores, por entre los movimientos sociales, las organizaciones de mujeres bartolas, la Central Obrera Boliviana, la Federación de trabajadores campesinos de Bolivia, la Federación de cocaleros del trópico, la Federación boliviana de fútbol, y, hasta en las canas del vicepresidente, pero nada, esas esencias no aparecen por ningún lado; la única con la que me tiño los riñones, es la de las incontables tazas de café que acompañan la escritura de mi columna.



Yo creo que apenas estamos atravesando el estrecho margen de una democracia formal (orgánica) hacia una democracia bélica (comunitaria); y es que estamos en época de persecuciones fruto de una absoluta judicialización de la política; estamos en época de matanza. La otra noche le oí decir al ministro de Hacienda que las cifras del desempleo en Bolivia no sólo son bajas sino que ha disminuido drásticamente este flagelo; pero, lo que no ha mermado un ápice, es el nivel del caciquismo nacionalverticalista del presidente y que se extiende como un dolor de muelas, hacia los alcaldes y prefectos nacionalverticalistas del masismo en algunas regiones, solapando una verdadera democracia participativa para el pueblo.



En Bolivia desde siempre nos dividimos entre los que tenían en casa para asesinar ritualmente, pavo o cerdo, para la noche de Navidad o Año Nuevo, o en carnavales, y los que no teníamos más que lo de cada día, pan, maíz hervido y un poco de leche, de ahí, y no de otra lado, me vienen mis traumas y fijaciones, mis rencores y resentimientos con los que miro la política y a los políticos en el país. Así que, estoy seguro que en casa de los Ramón Quintana, Sacha Llorenti, Alfredo Rada, Walker San Miguel, no sólo habrán tenido pavo, cerdo y salchichas, la noche más fría del año, sino, no se los vería bien comidos, mofletudos, señores barriga, rellenos de tripa gorda; si ya nos diferenciábamos entre los que son y no lo son, entre ser y no ser, entre los que tienen y no tienen, encima nos echan los masistas la rabia comunista anticapitalista, como si la guerra fría no hubiera quedado congelada en los libros de John Le Carré.



Debiéramos irnos acostumbrando a la idea de que en Bolivia, “las revoluciones culturales y los procesos de cambio social, las hacen los que tienen pavo, cerdo y salchichas vienesas”, porque, hasta donde conozco, todavía los ponchos rojos y verdes, no han industrializado ningún embutido de carne de llama, alpaca o vicuña; pero, los del gobierno, andan armando cruzadas para salvaguardar los valores eternos, tipo esencias, de la democracia bélica que han construido, aunque para ellos pesa más el pavo, el cerdo y las salchichas, que los primeros rayos del sol del inti raymi aymara. Y los que no tienen nada de eso, no podemos hacer ninguna revolución, a no ser sólo la de la “probanza del sabor de la abundancia de los capos del masismo” (apócrifo), ahora, que ya no queda casi nadie (s) de los fundadores del instrumento político. La diferencia de clases en este país de castas, lo marcó la desigualdad, la distancia, en otras palabras, el tener antes que el ser y eso no ha cambiada para nada.



Los revolucionarios de enverne, los de mucha carne de pavo, cerdo y salchichas en su dieta, debieran andarse con mucho cuidado, cuando se trata de criticar o menospreciar al adversario político (Román Loayza, René Joaquino, Víctor Hugo Cárdenas…) de las próximas elecciones de diciembre, con o sin padrón biométrico, porque las familias que no pudieron hervir ni aumar salchichas, esas familias no van a votar por el MAS ni Evo Morales, que lo único que ha hecho en estos tres años de gobierno, es salvaguardar el interés de la oligocracia de palacio quemado –venidos de todos los suyus de la política boliviana (ADN, MNR, MIR, PC, PS-1)– sino que votará a quien le defienda la economía autofamiliar, la carne de pavo, cerdo y salchichas para el próximo San Juan.



La nueva oligocracia revolucionaria, el único papel que ha sabido escribir con dedicación, ha sido el del “magisterio de las costumbres”; y lo digo a propósito del decreto que establece un nuevo feriado nacional, el 21 de junio, como si fueran pocos los ya incontables feriados en nuestro calendario. Asimismo, es conocido, que el Año Nuevo aymara, no difiere en mucho del espíritu decadente del occidental, porque igual o peor es el derroche de energías en bebidas alcohólicas, marihuana, cocaína y otras píldoras, al mejor estilo yanqui; los únicos rayos que reciben son los de los humos alucinados de toda una noche de placeres al aire libre bajo un estrellado cielo invernal.



En todo caso, el masismo nos resultó medio sartreano –aunque hoy uno debiera pedir disculpas para serlo– con eso de que en Bolivia se ha esfumado con los bonos, la “pobreidad”; pues, con el Goni, los pobres no eran más que pobres, a secas, hoy, en cambio, con Evo Morales y García Linera, los pobres ya no son pura pobreza, sin pavo, sin cerdo y sin salchichas vienesas, sino además tienen una connotación marxista, y lo que pesa mucho más en los pobres, no son los piojos que llevan encima, sino las connotaciones. No se eliminan los piojos y la pobreza con albergues temporales mientras está el invierno con nosotros, tampoco con bonos para los empleados públicos so pretexto de mejorar la calidad del servicio y luchar contra la corrupción; sólo políticas de largo alcance y sostenibles para erradicar la pobreza, acabarán matando los piojos y el hambre.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

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