viernes, 8 de mayo de 2009

EL TERRORISMO POLÍTICO Y EL TERROR DEL ESTADO

EL TERRORISMO POLÍTICO Y EL TERROR DEL ESTADO

La suerte del Estado centralista (absolutista) en Bolivia está echada; pues, más allá de que los linera y morales, quieran eternizarse en el poder, ya se empezó a vislumbrar, desde mediados de los noventa, importantes instrumentos de control destinados a evitar los abusos de poder prevalecientes en el Estado neoliberal de los Bánzer, de los Paz Zamora, de los Goni. Entre los instrumentos más importantes se destacan: la separación de poderes y la desconcentración espacial del poder por medio de las técnicas de la autonomía regional; o la legitimación constitucional de las oposiciones; así como la conciencia cada vez más extendida de la necesaria envestidura popular de los gobernantes y representantes públicos a través de la extensión y registro del voto ciudadano.
El discurso del magnicidio presidencial, sobre todo, del primer presidente indígena, si tuviera algún asidero de verdad, desde una óptica estrictamente política, constituiría un craso error de estrategia en busca del poder, porque, no es abatiendo al tirano (dictador) que se restablece la libertad, aunque, en este momento, en que las pugnas y divisiones dentro del MAS, hablan del inicio de fracturas importantes, la eliminación del pachacutec o sapa inca Morales, sería el preámbulo de una desorientación y dispersión de las masas ¿acaso, Cortés, en la plaza de Cajamarca, sin la habilidad de un político, no avizoró el descabezamiento del imperio, lo cual devino en la ulterior conquista de los incas?
Por supuesto, que el problema del buen gobierno, no se resuelve con la conquista del poder por un partido de masa, que postula una identificación con la perspectiva “ex parte populi”; el buen gobierno se define por la administración eficiente del Estado; el viceministro (ministro) de Justicia, recientemente, habló de que el gobierno a partir de ahora, dedicará sus esfuerzos para realizar una verdadera gestión pública, como si el tiempo de la administración del poder fuera, cosa de novatos.
El gobierno de Evo Morales y García Linera, desde su asunción al poder, impulsó un régimen de terrorismo político, visto y concebido, como instrumento de resistencia frente al imperio norteamericano; por tanto, aquí cabe hacer una distinción, fundamental, entre lo que se entiende por terrorismo y terror, pero, más propiamente, dibujar, cómo el terrorismo político, incrustado en el masismo, con los extravagantes discursos de García Linera, se ha tornado en terror de Estado, o cómo el Estado boliviano en tres años se ha vuelto un Estado criminal.
El terrorismo político, no es sino otra cosa, que la práctica de grupos e individuos, que se valen de la violencia contra bienes y personas para, al provocar el terror, replicar a las autoridades establecidas, vistas como opresoras; este terrorismo tiene sus raíces en el populismo ruso y en el anarquismo, que veían en el atentado un instigador catalítico en la lucha política contra la opresión; no era otra, la línea escudriñada por los ayllus rojos y toda la lucha aymara desde Gabriel Condorcanqui hasta Zarate Vilca, a la cuál Linera le ha dedicado una pasión incontrolable, por encima de su posición de pequeño burgués intelectual; de ahí que, su terrorismo en la praxis tuvo un tinte individualista y anárquico, con la mentalidad de hacer uso de la fuerza de manera indiscriminada y excesiva; hoy, continua este tipo de terrorismo, en la agenda política del MAS, pero, ya de forma institucionalizada y extraparlamentaria, canalizada a través de los denominados movimientos sociales, el brazo pragmático del actual gobierno. Por otro lado, ese terrorismo político, ha adquirido la fisonomía del terror y ese ejercicio pasa por la construcción de un Estado criminal; cuando Rada, Quintana, Linera, Sacha Llorenti, juegan a la novela negra, no están lejos de la imagen de Ropespierre o Saint Just, que durante la Revolución francesa, por medio de los comités de Salvación Pública, instauraron un régimen de terror, por tanto, el terror es la puesta en práctica de la violencia por parte de los gobernantes para mantenerse en el poder.
Mientras no se llegue al fondo de los hechos ocurridos en la toma de la prefectura de Cochabamba, las muertes de la Calancha en Sucre, los asesinatos del Provenir en Pando, el atentado a los gaseoductos en Tarija, los hechos vandálicos en Santa Cruza con la toma de instituciones públicas, o las muertes perpetradas por el Estado, en el céntrico hotel Las Américas de tres súbditos extranjeros, todos estos actos seguirán siendo, y no otra cosa, que muestras palpables del ejercicio del terrorismo político, institucionalizado, en el terror del Estado, practicado tanto por oficialistas y opositores.
La búsqueda y preservación del poder, basado en el terrorismo político y el terror del Estado, han sido considerados ilícitos para el derecho internacional público; ante esta realidad, la severidad de las penas no es un medio para intimidar terroristas, porque el miedo al castigo de la ley presupone la razonabilidad y prudencia de los gobernados y gobernantes, cualidades ajenas a los actuales mandamases y que abundan en los grupos y personajes terroristas.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

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