sábado, 1 de diciembre de 2012

PODER, RIQUEZA Y REVOLUCION


PODER, RIQUEZA Y REVOLUCIÓN
La política del actual gobierno, como acaba de decirlo, aunque en voz baja, Carlos Mesa, en muchos aspectos es admirable, y uno de ellos la bonificación que insufla movimiento económico y lucha efectivamente contra la pobreza. A pesar de que no comparto las opiniones del otrora Vice de Goni Sánchez de Lozada, en muchos otros aspectos, el gobierno debe revisar profundamente sus políticas; por ejemplo, la política internacional, que debe tender mucho más hacia una actitud abierta, hacia una negociación bilateral seria; y de una vez por todas, debiera desterrarse de nuestra política internacional, el énfasis en los gestos antes que las acciones, pues, el mundo hace mucho tiempo dejó de moverse en torno a dos bloques y/o rivalidades de potencias antagónicas.
Por otro lado, la política cultural del gobierno, si quiere sostener una revolución que vaya más allá de las meras resonancias, debe superar algunas limitaciones; es necesario dar un salto cualitativo, de una revolución cultural centrada en el folklor, por una atención más exclusiva hacia la universidad y todos los aspectos superiores de la cultura, la ciencia, el saber desinteresado del arte y la literatura libre. Al parecer los gustos artísticos de los actuales gobernantes no logran superar el didactismo pseudorevolucionario y etnocentrista. Ya hemos vivido 150 años de un arte público convertido en un arte estatal, que siempre se nutrió de la glorificación de las figuras históricas. El gobierno debe tener mucho cuidado de aplicar políticas públicas y proyectos de Estado fuera del marco del contexto nacional; no se puede insistir en una educación socialista o marxista en un país que no es ni socialista ni liberal, pues, el peligro inminente es la enajenación ideológica.
No cabe duda de que aspectos como el económico y social, son importantes en la construcción de un nuevo Estado –sea Plurinacional u de otra índole–, habrá que verificar hasta qué punto la nacionalización del petróleo ha sido un gran paso y que los frutos esperados sean evidentes, esta es una tarea urgente sobre la cuál es necesario una investigación óptima, igual que sobre la política agraria y minera; por supuesto, que hay que prever cualquier consecuencia desastrosa del irreflexivo culto al desarrollo y desenfrenada industrialización; estas políticas no pueden responder a modelos e intereses foráneos, ni desarrollo a la norteamericana o China, tampoco la implantación de socialismos a la cubana o venezolana, sino, a la boliviana y no otra cosa. El camino escogido con la economía plural, la industrialización, la nacionalización, etc., no tienen que constituir un muro contra el cual se estrellen los intentos de cambio y transformación, sino la vía para resolver los eternos problemas de nuestro país: la pobreza y exclusión social. Asimismo, hay que tener mucho cuidado, de que ese otro sector del país, el menos desarrollado o menos favorecido, tienda a crecer desmesuradamente como el Almohadón de plumas, de Horacio Quiroga, y acabe por subsionar todo intento de transformación. Es hora de tomar medidas serias y coherentes, en contra de toda centralización demográfica, política, económica y cultural, que termine haciendo de una región la más hinchada mientras el resto endeble del país muere.
Es necesario recordarles a los gobernantes, que un admirable modo de ser líder y servidor público, pasa por dejar el poder en algún momento voluntariamente y rechazar toda tentación de convertirse en ídolos o querer gobernar eternamente detrás del trono. El verdadero revolucionario, crea las condiciones para que la gente tenga la sensación de que quien lo gobierna es un hombre de carne y hueso, un hombre tan igual como todos, un ser embarrado de todas las experiencias humanas.
En nuestro país se vive una rara atracción por el poder, mucho más que por la riqueza o quizá ambas. Es muy difícil ahora en la política nacional, por ejemplo, pasar de los negocios al mundo de la política, como ocurría en el tiempo de los gobiernos neoliberales; por esa razón es más que imposible que algún día, Mister Doria Medina, llegue a ser presidente de este país. Pero, sí existe la tentación siempre latente de pasar de la política a los negocios con mucha facilidad. Y quizá, un rasgo muy característico de la actual política nacional es la codicia por el poder y no tanto por los negocios o la riqueza como tal. Las revoluciones si quieren ser eso, revoluciones en todo el sentido de la palabra, deben desterrar el apetito por el poder y el dinero, por sobre lo humano. Poder, riqueza y revolución es una triada incompatible para todo proceso de cambio.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

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