jueves, 3 de septiembre de 2009

YO, CANDIDATO

YO, CANDIDATO

Todo estaba medio tranquilo en mi vida, paisano, como siempre, metido en mis clases de literatura, mis artículos políticos en este periódico, las últimas visitas al médico, de rutina por supuesto, algunos problemas en el barrio, por ejemplo, una chichería infesta que acoge a toda clase de malandrines, esta rodilla mía un poco inflamada, cuando en esto que me llaman unos amigos, muy serios ellos, además, de librepensadores independientes, buenos tipos, una especie por encima de la clase política, tanto en lo ético como en lo profesional, y me dicen: “Que estamos preparando una candidatura, ya que están de moda los presidenciables. Y como independientes, un centro equilibrado, entre la extrema derecha y la izquierda, es decir, ni oligarcas ni terroristas, hemos pensado, te presentes candidato”. Antes de colgar el móvil, no puedo más que agradecer a mis amigos, por haber pensado en mí, ya es mucho para un gesto de amistad o tal vez de desesperación, como muchos bolivianos, frente a la ausencia de líderes políticos, con un poco de sesos y sensibilidad humana.

Joder, yo candidato. Sí, ahora se ha puesto de moda ser candidato, y una especie de demencia política empieza tentar a mil y (gil) para ser presidente. Si don Evo Morales llegó a ser Presidente, candidato, diputado, sindicalista, cocalero, platillero, llamero, es que, digo, paisa, para qué ser candidato, a nada, si cualquiera opta por ser político, para qué descender a ese submundo de parias de la política; si yo fuera candidato, debiera de haber sido, heladero, panadero, mozo, zafrero, cafizo, voceador, juez de agua, trapecista, clarividente, callahuaya… no señor, estoy no más bien así. El travestismo político de la derecha y la izquierda, se ha convertido en condición “sine qua non”, para ser candidato, no pasianos; eso de ser candidato, nada, no me veo candidato a nada, y es que la política en Bolivia, a más de ser subdesarrollada, en ella sólo hay espacio para una bola de ineptos y carentes de oposición(méritos); no hace mucho, escuché decir, con una parsimonia novelesca, a don José Luis Paredes (Papelucho), que se consideraba un (el mejor) servidor público nato, yo digo, todavía en nuestro país no existe una cultura del servicio desinteresado, en función del bien común, que se sustente en la gratuidad y la entrega por los demás, al punto de dar la vida por los amigos; el día que surja un servidor público de esa catadura, no cobrará un peso por su aporte a la comunidad, pues, mientras tanto, “el servidor público de nuestro tiempo (Presidente, Canciller, ministro, senador, diputado, dirigente y todos sus derivados) estará sujeto a las necesidades de la billetera y sus bajos instintos”.

Ser candidato es oficializarse o hacer que lo oficialicen otros; si nunca tuve un carnet o aval ni del MNR, MIR, ADN, CONDEPA, UCS, PS-1, PCB, PODEMOS, MAS y/o cualquier tienda política que haya existido, por qué ahora habría yo de renunciar, a aquello que quise desde el día que pise la universidad, un académico como el P. Miguel Manzanera o el maestro Juan Araoz, un novelista, un pensador, profesor, pero nunca candidato; en el Estado Plurinacional de hoy, ser candidato ya no es un mérito ni mucho menos, es sí, en cambio, el lugar indicado para los vividores, sátrapas, corruptos, antipatriotas, terroristas, travestis, facinerosos, ostras, mezquinos, megalómanos… en pocas palabras, para los prescindibles y toda laya de bazofia politiquera; Dios quiera que a las nuevas generaciones, ni siquiera se les pase por la cabeza querer ser como un Víctor Paz Estensoro, Goni Sánchez de Lozada, Jaime Paz Zamora, Evo Morales, García Linera, y me vienen ahora estos amigos míos, a querer hacerme como esos personajes.

¿Yo candidato, yo espejo cívico, yo escultura ética, alegoría ciudadana, arquetipo, patriota, padre o cosa? Yo, no. Que otros se aventuren y enloden en ese río de bosta política. Mejor que ser candidato, mucho más digno, es pasarse uno la vida, pregonando sus vicios, haciendo literatura, hablando de los pecados y las perversiones que llevamos dentro y sacándoles el cuero a los personajes abyectos de la política. El poder que da un carnet o un aval oficializándose, no es nada comparado con el poder de la palabra y la inteligencia sentiente, eso lo saben muy bien los novelistas y escritores y poetas, pues, el carnet o el aval, pasa.

“Estoy para siempre con esos librepensadores independientes, anti Evo Morales, anti García Linera, anti oligarcas, anti izquierdistas, anti comunistas, anti indigenistas y anti militarismo. Eso sí, desde la calle, porque la calle sí que es de nosotros y no de masitas o cualquier facción radical, ni de ningún pendejo que se pasa la vida de candidato a todo”.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

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