jueves, 30 de octubre de 2008

NI MARX NI EL MAS

NI MARX NI EL MAS

Puede resultar fructuoso empezar a vislumbrar la imagen de hombres y mujeres que busca producir la revolución social y cultural del actual gobierno.

Un ejemplo literario nos puede abrir el camino en este cometido. Durante la última etapa del stalinismo, en su obra, Hacia el Océano, el novelista ruso, Leonidas Leonov, escribió: “El hombre nuevo creará nuevos hombres según su propia imagen y semejanza… Será el alma del gigantesco mecanismo que preparará suficientes cantidades de alimentos, ropas y placeres…” Frente a este texto, muchos políticos –los nuevos y los de vieja data– pensarían que sólo se trata de la imaginación de un pobre novelista loco, como ya dijera el ministro Rada del escritor paceño, Juan Claudio Lechín. Sin embargo, constatamos que la literatura escudriña desde la verdad de las mentiras, la compleja realidad, con más acierto que cualquier político de oficio. ¿Acaso no nos prometen cada día Morales Aima y García Linera, lo mismo que el neoliberalismo de los noventa, el nacimiento de un nuevo hombre (engendrado por ellos) capaz de hacer funcionar la gran maquinaria estatal proveedora de alimentos, ropas, bonos y los más extraños placeres?

Uno de esos placeres muy propio del revanchismo masista, es el sadismo colectivo canalizado a través de algunos dirigentes sindicales u de otra índole; ya no nos causa estupor, las golpizas y agresiones –de algún desocupado, nombrado dirigente cívico popular– a periodistas, en nombre de la vox populi; pero la infamia es legitimada cuando el jefe de bancada de senadores del MAS, sin titubeos ni reparo alguno, haciendo gala de su conocimiento del derecho, justifica estas acciones violentas desde el uso de libertades y derechos individuales; si el derecho y la libertad se entienden a partir del cercenamiento de la dignidad del otro, es que ya algunos magos o hechiceros del MAS no están conduciendo derecho al infierno.

Pero hay algo más, y de suma preocupación, en el plano propiamente de gestión del gobierno: el servicio de calidad de todo funcionario público. Para responder a esta cuestión urgente para todos los bolivianos que pagamos este servicio y graficar la ineficiencia pública, recurramos a un texto del mismo Marx, a quien tanto venera el masismo. Este pontífice del pensamiento alemán, en la Ideología alemana, escribió sobre le rol del hombre en la sociedad ideal, sin clases: “Cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca. La sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto mañana a aquello; que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de cenar, si me place, dedicarme a la crítica, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos”.

Las coincidencias y la vigencia del sueño marxiano en nuestra realidad es abrumadora; el hombre nuevo de Marx (y del MAS) cree así que la regulación de la producción para todos vendrá –casi misteriosamente (como la mano invisible del mercado) – de la mano de las aptitudes de todos. De ahí que tengamos un dirigente sindical en la primera magistratura del país; un técnico informático como superintendente de hidrocarburos; un maestro rural, presidente de YPFB; una cantante de coplas, ministra de justicia; y hasta hace poco un poeta en la presidencia de Transredes… seguramente los ejemplos de esta asociación de productores libres, abundan en todas las esferas públicas.

Aunque Evo Morales y su inseparable amigo, Álvaro García, anuncien que vivimos ya en el país de las maravillas y que la sociedad socialista del MAS y el reino del hombre nuevo –como muchos funcionarios gubernamentales– son capaces de ser todo y hacer todo en un día, sin ser exclusivamente ni lo uno ni lo otro; todavía quedan bolivianos y bolivianas que no entregaran el país ni a Marx ni al MAS.



Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos - UCB

jueves, 23 de octubre de 2008

IDEOLOGIA Y POBREZA

IDEOLOGÍA Y POBREZA

Para Miguel Manzanera S.J., maestro y lúcido crítico de las Ideologías
La falsedad abominable con la que Evo Morales y Álvaro García, han cincelado su discurso encantador que adormece a las masas, tiene un ingrediente: los pobres y su pobreza; la ilusión derramada sobre las masas de su pronta eliminación, no sólo ha hecho de ésta un sueño boliviano, desde la óptica masista, sino además un modelo apetecido por otros Estados; este sueño labrado por el MAS al calor del oportunismo quiere ser catalogado como producto de exportación, made in Bolivia.
Pues bien: este producto pretensiosamente exportable lleva el sello de los movimientos sociales, que experimentan de momento un encandilamiento endemoniado por la figura del caudillo protector, cuando hoy por hoy, éstos debieran tener más interés por reconocer la real dimensión de la explotación material que sufren; sin embargo, participan de una ideología masista que disfraza y maquilla la extrema pobreza, y peor aún si la masa sin conciencia política termina disculpando y hasta sacraliza este proyecto; la ceguera llega al punto de la inmolación en función de perpetuar (la especie) el poder de los del centro (Morales, García Linera, Quintana, Rada, Yasik, Llorenti, Peredo…).
Leamos entonces en este contexto, la ideología del proyecto masista –sin dejar a un lado la comprensión general de Ideología como un sistema de medios, naturales o artificiales en orden a la consecución de un fin– en el sentido que la usó Marx para denotar aquélla puesta al servicio de intereses que deforman la percepción de la realidad, que la manipulan y adecuan a intereses mezquinos de un grupo, hablamos de los nuevos oligos; aparece en ese sentido de forma transparente, los tres años de gobierno masista en los que los ensayos socio-económicos (ideológicos) han primado por encima de la erradicación de la pobreza en la que viven miles y miles de bolivianos y bolivianas.
Por otro lado, me temo, fruto de esta fachada, la relación entre los gobernantes y gobernados, se irá tornando cada vez más distante y aleatoria en términos democráticos, porque los segundos no pueden apreciar en qué medida sus gobernantes toman decisiones en función del bien común; así, sólo nos queda una democracia aparente, en la que los nuevos oligos encontraron la manera de dar al pueblo la impresión de que ellos ejecutan la voluntad general, pero, que en el fondo permite hacer prevalecer la sabiduría de los líderes, sabiduría ancestral como la del canciller Choquehuanca.
La manipulación de la pobreza y los pobres con fines meramente políticos, en boca de Morales Aima, alcanza ribetes escatológicos de la mejor teología paulina (promesas): “Si el Evo no puede vencer al Imperio Capitalista Neoliberal lo hará el pueblo, les digo desde mi experiencia de presidente”. García Linera no queda lejos, cuando pregona las bondades del proyecto de constitución y de cómo ésta apenas entre en vigencia producirá frutos paradisíacos que darán lugar a una vida absolutamente distinta y que proporcionará a cada uno de los bolivianos todas las bellezas y placeres concebibles tras la instauración de la nueva sociedad y la emergencia del hombre nuevo boliviano: “A partir de ahora –ha manifestado– existe un antes y un después; ha partir de ahora se acabaron los sufrimientos, las penas y las tristezas, las marchas; se acabó el país de unos pocos y nace el país de la gente”; de esta forma, en el imaginario de García Linera, la nueva constitución surge como un poderoso instrumento de ingeniería social que al solo “sésamo ábrete”, las puertas del paraíso social boliviano quedarán abiertas de par en par para que el mundo lo contemple azorado.
Pero, lo inevitable de este sueño está por venir y será cuando descubramos a nuestras propias expensas el espesor de la realidad. Y muy pronto chocaremos con la complejidad que nos espera cuando se caiga en la cuenta de que el masismo quiso poner la realidad al servicio de intereses sectoriales. Y más temprano que tarde la realidad se vengará de tales intentos.

Iván Castro Aruzamen
Téologo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos - UCB

jueves, 16 de octubre de 2008

EL DIÁLOGO DEL CAZADOR

EL DIÁLOGO DEL CAZADOR
Desde todos los ámbitos de la sociedad ha brotado un clamoroso pedido: la urgente necesidad de construir un diálogo responsable, concertado, lúcido, que abra el camino hacia una paz social duradera en el país; y que de una vez por todas los acuerdos sean hechos en función del bien común; está claro: se necesita el diálogo ¿pero qué tipo de diálogo? Un diálogo que trascienda la mera dialéctica, por lo tanto que vaya más allá de una presunta objetividad –objetividad entendida como el reinado de una lógica divorciada totalmente de toda comprensión de lo humano como un criterio de riqueza.
El gobierno del MAS, sin embargo, se empeña tozudamente en llevar adelante el diálogo desde un criterio demasiado objetivo y dialéctico. Un sencillo ejemplo puede ayudarnos a entender y explicar la actitud del poder ejecutivo. Un policía encuentra un borracho que, en plena noche, busca a gatas su llave bajo la única luz en varios kilómetros a la redonda.
“¿Qué haces?”, pregunta el policía.
“Busco la llave de mi casa”, contesta el borracho.
“¿Lo has perdido aquí?”.
“No, pero es el único sitio donde hay luz”.
Pues, la única luz con la que el masismo intenta apoderarse del poder total, no es otra que el racismo encubierto en el slogan de la revancha histórica; así lo muestra el texto en el preámbulo de su proyecto de constitución: “y jamás comprendimos el racismo hasta que la sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia”; sólo la miopía del Zist sim leben (el contexto) puede llevar a esta visión histórico-acrítica.
El país necesita avanzar pero no por el camino del diálogo impuesto por el masismo linerista, que busca sólo convencer, es decir, imponer una verdad bajo el eufemismo del rol decisivo en la historia, sometida a las leyes de la objetividad dialéctica. Es así que voceros del gobierno intentan por todos los medios empujar el diálogo a la arena de la lógica donde se libra la lucha entre ideas. Cuando todo verdadero diálogo recíproco se da en el ágora espiritual del encuentro de seres que hablan, escuchan y que se espera sean algo más que máquinas negociadoras; porque sencillamente todos sabemos, que en la arena se pelea a muerte en cambio en el ágora se habla y se escucha. El diálogo que traspasa los límites de la pura racionalidad requiere de una actitud de desprendimiento y no de una estrategia para definir y determinar quien tiene la razón.
Las acciones del ministro Quintana, no muy lejos del proceder de Sánchez Berzain, desdice cualquier intento del ejecutivo, por lo menos de llevar adelante el diálogo dialéctico (político); éste siniestro operador del actual gobierno, ha puesto en marcha una brutal “epistemología del cazador”, es decir, toda una actividad dirigida, planeada, razonada, montada exclusivamente hacia la caza de voces discordantes con el discurso oficial; esto sólo es posible realizarlo desde una razón instrumental, lo que contradice abruptamente lo escrito por el masismo en el artículo 10 de su propuesta: “Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz…”; toda razón instrumental propugnada desde el Estado es contraria al pacifismo y está reñida con la condición humana y, sobre todo, con el amor y la humildad. El cazador desde esta óptica sólo quiere matar o por lo menos herir a su presa para capturarla.
Los paladines del masismo, si miraran más allá de sus narices y escucharan al poeta nicaragüense, Ernesto Cardenal, revolucionario de muchas décadas –no de ayer–, aprenderían un poquito cuando dice: “Las personas son diálogo, digo,/ sino sus palabras no tocarían nada/ como ondas en el cosmos no captadas por ningún radio,/ como comunicaciones a planetas deshabitados,/ o gritar en el vacío lunar/ o llamar por teléfono a una casa sin nadie”; de ahí que un diálogo sincero implique antes que el pensar todo el ser y requiera tanto un corazón puro como una mente abierta, cualidades absolutamente ajenas al masismo de Linera y Morales.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos - UCB

miércoles, 8 de octubre de 2008

EL ESTADO Y LOS NUEVOS OLIGOS

EL ESTADO Y LOS NUEVOS OLIGOS

Bolivia puede parecer a quien la mira globalmente desde el exterior o desde adentro, un país donde la vida propiamente política está reducida al mínimo. Es un hecho innegable, la reducción, y el continuo cercenamiento de las formas corrientes en que se expresa la función política: por ejemplo, las últimas consultas y la malograda asamblea constituyente, ha demostrado que no existen elecciones democráticas o si se perorata de su existencia es sólo de forma; no existe pluralismo partidario porque se va instaurando la lógica del partido único; los líderes regionales, van perdiendo terreno porque el gobierno los ha metido en la espiral de la violencia, y allí llevan todas las de perder; no existe un parlamento que controle al poder ejecutivo, más una oposición casi invisible moviéndose a tientas; el estado de sitio tiende a extenderse hacia todos los departamentos opositores, con el único y solo fin de impedir cualquier tipo de reuniones o actividad política contraria al proceso masista; todo nos demuestra que estamos ante una forma de política clásica, despectivamente conocida como “politiquería”, execrada ésta en su momento por el actual líder cocalero y Presidente Evo Morales.

No podemos pasar por alto, en este estado actual de las cosas, la total y absoluta falta de “conciencia política” de una masa que actúa bajo la bandera de movimientos sociales, y que poco a poco han ido dando a luz a la nueva oligarquía indígena-dirigencial, vinculada territorialmente a la producción ilícita de substancias controladas; ahora bien, esta enorme proporción de población está desprovista de los medios más elementales para juzgar entre sistemas o planes políticos. Ese 64% de hecho es la base politizada que la nueva oligarquía maneja a su antojo, en razón de la incapacidad de la misma para juzgar el bien común.

No es extraño que el proyecto político del MAS desde el inició de su ascensión al gobierno, haya buscado la supresión de la legalidad; la política que se esconde detrás de todas estas acciones, está abarrotada de medios ortodoxos de conservación del poder, entre ellos los métodos del terror y el miedo; por supuesto que las consecuencias de esta práctica es la consiguiente hipertrofia y exageración de la función política, y toda hipertrofia de la política es esencialmente oligárquica.

Lentamente esta nueva oligarquía indígena del poder ejecutivo, cuyos rostros están muy lejos del denominativo, se van convirtiendo en ser lo que ya son, frente a las masas de octubre, es decir, “oligos”, escasos, débiles numéricamente, herodianos, los toreros del pueblo, y que sólo pueden sobrevivir en el poder aliándose a la fuerza exterior (Venezuela, Cuba, Irán); esta es la prueba clara de la continuidad del subdesarrollo político, un problema endémico desde la creación de la República.

Es evidente que el esquema centralizador que subyace al proyecto político de los nuevos oligos indígenas, está caracterizada por la ruptura del orden legal establecido. Ello no es fortuito, pues es el primer paso de toda pretendida revolución; pero esta no es razón para que el totalitarismo político del MAS condicione el desarrollo de otros sectores de nuestra sociedad y frenar algún tipo de desarrollo democrático. La lógica de los perros hambrientos, ya muy conocida en la maniobra política del gobierno, permite cercar el congreso, los departamentos o regiones donde se genera opiniones diferentes; tras la asfixia alimentaría que produce un cerco, no sólo salen afectados los opositores al estado, también los propios adeptos del MAS, e inmediatamente el aparato estatal recurre al trueque, al más genuino estilo andino, intercambiando alimentos por confianza y sometimiento; todo lo que pueda tener de propaganda y optimismo el proceder de un Estado benefactor como el que pretende llevar adelante el MAS, queda en primer lugar la paludina confesión de que la tan demagógicamente “democracia popular” en realidad no es más que una “dictadura narco-sindicalista” chapareña, y en segundo instancia, la posibilidad de que este totalitarismo, no sea mas que una etapa provisoria en la vida política del país, tras su hetacombe surga una Bolivia de la legalidad, los derechos humanos y la evolución política.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de Derechos Humanos
email: iaruzamen@hotmail.com