miércoles, 13 de julio de 2011

REVOLTOSOS Y CURSIS

REVOLTOSOS Y CURSIS

A los revolucionarios de los sesenta los educaron para cursis. Sus familias eran cursis. El Ché por un lado y Mao por otro o los hermanos Castro, incluido Daniel Ortega, fueron una expresión grotesca de lo cursi; pues, bien sabemos que esos pequeño burgueses, como eran los que se decían revolucionarios, nada más querían parecerse e imitar a la burguesía; la barba, el fusil, sólo fueron excusas. Los chicos de blue jeans hablando de la pobreza del país, que cosa más cursi. Así que de revolucionarios como Gandhi o Luther King, nada, su cursilería revolucionaria no pasó de lo revoltoso.

En la Bolivia de Evo Morales y García Linera, hoy por hoy, se ha fraguado lo cursi por arriba y lo indígena popular por abajo. Por arriba, digo el gobierno, se quiere parecer cada vez más a una monarquía y sí pudieran restaurar en nuestro país un pusaj (9) tinsuyo, no dudarían; pero, por abajo, han buscado imitar o hacer parecer algo de socialismo, pero socializando la corrupción y el narcotráfico; aunque esa fascinación que muestran por el socialismo más parece la de un merluzo (borracho).

Un revolucionario reprimido y un obrero o indígena desclasado, son cursis de la peor raigambre. No es acaso cursi el Vice que se pasea por el Palacio Quemado con su abrigo negro muy a lo conde Patula o como no hace mucho acaba de confesar en un programa cursi de Santa Cruz, que va con su novia (o) invisible a pasear por las orillas del lago Titicaca, siguiendo quizá las huellas de Manko Capac y Mama Ocllo; los obreros e indígenas desclasados en el gobierno abundan, no. El señor Surco representa al típico sujeto desclasado, porque el régimen terminó por arrancarle la conciencia de clase y lo queda de él es sólo un cursi de lo más ordinario.

Pero, hay quienes nos salvamos de la cursilería hereditaria y de la educación sentimental de la cursilería. Unos porque leímos a tiempo a los metafísicos ingleses y los poetas malditos de Francia. Otros porque nos dimos cuenta en su momento, que entre el revoltoso cursi y el liberalote épico erótico, no había más diferencia que la del horario, pues, los primeros iban a misa de las siete y los segundos a la de nueve. El revoltoso cursi, el liberal erótico, el indígena desclasado, yo creo que son las capas antropológicas que hemos ido amontonando los bolivianos. Aunque todos hemos tenido un poco de lo uno o de lo otro, incluidos los novelistas, poetas y gamberros (libertino, pendenciero, malhechor). Si bien aprendimos todos a usar los tenedores, todos, niños de ayer y de hoy, nos cubre un manto común: la pobreza y lo cursi. Para no seguir con la cursilería de izquierda y el desclasamiento indígena, que además, han terminado aceptando todos los mitos del mercado, todas las conductas burguesas, todos los mimetismos y todos los vicios, sólo nos queda en este Estado Plurinacional de las cosas, vivir cada uno nuestra propia película todos los días en la calle. O finalmente, recuperar una nueva ola de gamberrismo como medio de protesta social.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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