martes, 28 de junio de 2011

ASUNCIÓN: MITACUÑA PORÁ

ASUNCIÓN: MITACUÑA PORÁ

Para Ninfa Martínez y Egdar Pou

Asunción es un libro abierto en el que puede anotarse muchas cosas, las cosas que a Asunción le pasan. He caminado por las orillas del río Paraguay, donde seguramente, Augusto Roa Bastos, iba a ver los crepúsculos como ahora uno se sienta a mirar la tele o navegar en la red.
El aire blando, húmedo, tan sólo cortado por esos siniestros gruñidos de los grandes colectivos que se pasean raudos por las calles –sin semáforos– o las largas columnas de autos al atardecer. Asunción es una bella dama sobre los hombros del enorme río guaraní. La gente de Asunción es alegre y el guaraní que emerge de sus labios se escucha como una canción bajo una luna plateada. El viajero que pasa por Asunción se posa como un ave sobre la verde alfombra de su paisaje. Por sus anchas calles, asoladas, deambula desde el amanecer hasta la noche, el sabor del mate que quema la garganta deliciosamente. Sobre las ondulantes aguas del río, a pleno medio día, se desliza una suave brisa, agradable, como una caricia lenta y sabrosa.
Claro que en Asunción pasan otras cosas. La exuberante flora y fauna. El canto de los bien te veo, que tanto gustaba A.R.B. en el Trueno entre las hojas. O los poemas del poeta más crítico del Paraguay actual, Jorge Kanese, y cómo olvidar a los poetas Cristino Bogado, Edgar Pou (el cazador de Yiyis) y la I Feria del libro Kartonero (de la que hablaré en un próximo artículo).
El taxista que me llevó del aeropuerto al centro de Asunción, elegante él, me dice: “Aquí el gobierno como que no tiene buenas decisiones, no se hace respetar. La oposición sigue siendo un obstáculo para el país”. Por supuesto que la historia sigue repitiéndose igual que el eterno retorno de lo mismo. Lugo busca afanosamente ser reelecto. Paraguay celebra la firma de Paz con Bolivia tras una penosa e insulsa Guerra del Chaco, recuerda, llora sus muertos y quiere una Paz duradera.
Yo desciendo de las montañas para quedarme un poco en Asunción. En la cárcel de mujeres, me encuentro con dos bolivianas, recluidas por tráfico de drogas. “Llevo ya aquí tres años y sin sentencia”, me dice una de ellas: “Quisiera volver a Bolivia” y su voz se quiebra en la nostalgia por la tierra. Caminar por las calles de Asunción a uno le hace sentir como un delfín feliz de las cosas.
La mujer del poeta Edgar Pou, me enseñó dos expresiones en guaraní que se las pedí mientras vagábamos por la noche asuncena: Yo te amo, mujer hermosa (Che rohayhu mitacuña porá) y tú y yo hemos tenido el hijo más bello del mundo (Yawereko mita ivi iporavéva ko) Así, mientras ascendía el avión por los aires, pude decir de Asunción: mita cuña porá; me voy pero me quedo y la segunda frase se la dije a mi esposa. Seguramente volveré para matear y contemplar otros crepúsculos a orillas del paragua (i).

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo

1 comentario:

Cristina Chain / Tijeras Turkas dijo...

solo corazón

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mis abrazos compañero