miércoles, 25 de febrero de 2009

ÉTICA Y POLÍTICA
Para el maestro Juan Araos Úzqueda

La corrupción, si bien es un mal que se fecunda en el interior de las estructuras de poder, también es cierto, que la ética es el único antídoto con el cual poder hacerle frente y procurar su extirpación de toda ejercicio público; puesto que en última instancia es el individuo el que es moral o inmoral y es siempre hacia el interior del grupo, de la sociedad, del Estado, en el que actúan los individuos, en otras palabras, sólo se es moral o inmoral en el esfera social o pública.

La millonaria estafa de Santos Ramírez en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), los 30 camiones con mercadería de contrabando en Pando o la reciente desaparición de 150 millones de bolivianos en el Programa de Vivienda Social (PVS), hablan de la poca o nula apropiación e introyección de los masistas del artículo 8 de la Constitución Política del Estado: “El estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón)”; pues, se es ineficiente, se miente y se roba con la naturalidad más boliviana del mundo; el actual aparato gubernamental, si antes sirvió para el engorde de una burguesía enferma, hoy, cobija a toda una gama de flojos y vagabundos, que peroran los principios ético-morales del incario. Qué lejos están los pseudo–originarios–masistas de aquellos griegos pitagóricos, que entendían la perfección del gobierno de la ciudad, cuando esta era regida por la “eunomia” capaz de normar el acto justo de un ciudadano en relación con otro a fin de corregir todo exceso; así llegaron a la ecuación: “buen ciudadano era igual a hombre virtuoso”; para el masismo la ecuación (ética/política) se resume: “buen indígena es igual a hombre deshonesto y vicioso”; y no sería ya novedad, después del carnaval valluno y el concurso de taquipayanakus surgiera un nuevo ministro (a) de justicia, eso sí virtuoso (a) para la jocosidad pero vicioso (a) en cuestión de leyes.

La ética que debe sustentar la actividad política y conducir la transformación del Estado, será posible a partir del hombre virtuoso, puesto que el fin de la política es la realización de la idea ética del hombre. A partir del hombre virtuoso se puede construir un proyecto de futuro; un proyecto que permita movilizar las energías del este y oeste, norte y sud, del territorio boliviano; suscitar ilusiones y sueños del todo el conjunto y no sólo de una parcela. Todos los bolivianos recibieron de sus antepasados cercanos mucho más que los de hace 500 años, una lengua (el castellano), la religión (cristiana-católica), una cultura (híbrida, mezclada, inculturada, impura, contaminada), en suma, un sentimiento de pertenencia, no únicamente a los fósiles que nos antecedieron, sino un afecto de pertenencia afectiva como hijos de su tiempo; por esa razón, es urgente, acuñar un yo nacional dinámico, que mire y se proyecte hacia el “Estado Universal” (Miguel Manzanera) o la “sociedad civil mundial”.

El hombre virtuoso del que hablaban los viejos griegos deviene en un genio político capaz de hacer compartir a los ciudadanos un sueño común y es un hombre capaz de restañar heridas seculares, fruto de la historia pasada y presente. Evo Morales y sus estrechos colaboradores, por el contrario, se han empeñado en abrir grietas sociales insalvables, odios y venganzas incurables, que alientan la confrontación. El ama qhilla, ama llulla, ama suwa, que debiera hacerlos más virtuosos, constituye en su imaginario un mero postulado vacío de todo contenido práxico.

El discurso masista se ha empeñado en convencernos que Bolivia nació a la vida independiente como Estado pero sin naciones, nada más falso. Casi todos los países latinoamericanos nacieron como Estados-Nación bajo el modelo francés. En Bolivia todavía hoy, se nace hablando quechua, aymará, guaraní, castellano; se canta y se baila en quechua, aymará, guaraní, castellano; porque en el Estado uno es incorporado, no como persona sola sino la comunidad. El divorcio entre ética y política que muestran los actuales gobernantes, no ha hecho que miles de bolivianos renuncien a esa identidad híbrida que somos, pero sí, que muchos no se sientan solidarios con el Presidente indígena, y no se sientan herederos de Atahualpa, ni de Pachacutec.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
EL ESTADO SOCIAL COMUNITARIO

Tras el derrumbe del Estado Neoliberal en Bolivia, después de 25 años de democracia, se comenzó a discutir sobre “qué tipo de Estado” sería el más adecuado, que nos ayudaría a superar una conciencia “tribal o de hacienda”; ésta conciencia fue el sustento de la construcción del Estado, ya desde la época de la fundación de la República; si bien a partir de la marcha por la“tierra y territorio” de los pueblos indígenas del oriente boliviano, se aspiraba a que los derechos y las políticas sociales a favor de su cumplimiento se inscribiesen o fueran incluidas en el texto constitucional vigente, no aparecía ni de forma más remota en esos movimientos, la construcción de un “Estado Social Comunitario”; éste es producto de la visión oportunista de las izquierdas recalcitrantes de los 60, esa tendencia ideológica foquista, que arrastró al mítico Ché Guevara al fracaso militar en Ñancahuazú; y cuando el gonismo terminó por hundirse, amañadamente, lograron llenar esa conciencia tribal del pueblo con la imagen de un nuevo caudillo, un héroe de epopeya, un pseudo indígena.

Bolivia, a lo largo de 170 años de historia republicana, no sólo ha vivido una total ausencia de Estado en las convivencias ciudadanas, sino que, la escasa cultura cívica hizo añicos hasta las ideas más proyectistas de Estado que tuvo en determinados momentos; hoy, el cacareado Estado Social Comunitario, demuestra una clara insuficiencia para que las mayorías puedan estar representadas en él; de hecho se empieza a manejar, bajo al égida de la concepción Estatal del Socialismos del siglo XXI, un concepto de Estado solamente proteccionista de unas minorías burocráticas, sobre todo, las del partido, esas que controlan por medio del clientelismo y la corrupción, la conciencia de hacienda de las masas.

El Estado Social Comunitario del MAS perfila para muchos sectores de la clase media, una suerte de “apartheid político”; ya que por el momento parece no contar el 40% de electores que rechazó el texto constitucional aprobado; en la visión Social Comunitaria, la participación electoral de muchos sectores, es asumida sólo para legalizar una “democracia discriminativa”; de ahí que este Estado en cuyo marco se ejerce el derecho al voto, no tiene relación con los votante en cuanto Estado. Por otro lado, es por demás notorio, tras el escándalo de los 30 camiones en Pando y el caso del clan Ramírez-Doria Medina en la estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos), que estamos ante un Estado deficitario inoperante, y que por más atributos democráticos y legales que se arrogue, se encamina por el sendero de la deslegitimación real; pues, al no funcionar en sus instancias básicas es prácticamente inexistente, pues, el gobierno que es la cara más visible del Estado no funciona por medio de decretos. Por tanto, lo que opera es un gobierno mediatizado, un gobierno del discurso del cambio y del “Evo sí cumple”, puesto al servicio de unos pocos, dirigentes y políticos que se disputan las arcas del Estado.

El clientelismo político del Estado Social Comunitario, significa un retroceso real, peor que en épocas de cuartelazos o los gobiernos neoliberales, porque el pueblo continúa con la idea de que el Estado es de otros (Movimiento al Socialismo, Movimiento sin miedo, Partido Comunista de Bolivia, Movimiento M-19, etc.) y más grave aún, cuando dentro de la construcción jurídico-política, la población no tiene conciencia de pertenencia ni experimenta pertenencia alguna al Estado. De ahí que, muchas manifestaciones de las mayorías o minorías en el país, no son más que la muestra clara de una absoluta carencia de autoestima colectiva, manifestación por demás evidente, de la ausencia de percepción de la vigencia de un Estado al que se pertenece y en el que se puede y debe encontrar protección. En la conciencia colectiva del pueblo boliviano el Estado es todavía una idea muy difusa y académica.

La “corrupción”, el “contrabando”, el “desmantelamiento institucional”, el “tráfico de influencias”, que sufre el Estado, debido a la instauración del proclamado proceso de cambio, y otros quiebres que se ciernen sobre él, podemos afirmar que, por el memento, la realidad del “Estado en Bolivia”, se encuentra en una fase rudimentaria y presa de un inmovilismo estatal endémico.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

lunes, 9 de febrero de 2009

NEOCOLONIALISMO Y MARGINALIDAD

NEOCOLONIALISMO Y MARGINALIDAD

Las predicciones masistas, por medio de su “pachacutec”, Evo Morales Ayma, de una mayor integración y cohesión social en el país, a tres años de gobierno, no se han cumplido. Es mas, el discurso presidencial, ha hecho grandes esfuerzos por acrecentar “nuevos colonialismos”, tanto como la desigualdad y la segregación.

Ese número desdeñable, un puñado, de burócratas de izquierda (el entorno palaciego), se empeña mediáticamente en destacar avances que –según ellos– la administración masista ha logrado en el Estado, mucho mejor que en otros gobiernos; según ellos, problemas como el narcotráfico, el soborno, la delincuencia, la corruptela política, el compadrerio, el padrinazgo, no son sino manifestaciones tradicionales de la cultura política boliviana; la gran novedad de estas prácticas, es que los masistas las legitiman en nombre de –agresivo discurso– los pobres.

El “neocolonialismo etnocentrista” del MAS, no sólo hace bandera de lucha política, las reinvidaciones del colectivo indígena-originario, sino que además, reaviva los postulados del viejo colonialismo occidental ¿hemos escuchado resonar la voz de los indígenas con tono propio? No. Siguen siendo los blancoides los que hablan por ellos. El neocolonialismo etno, no socapa la conciencia indígena–originario, a plan de escopetazo limpio o amenazas igual que sus predecesores neoliberales, sino que usan razones de tipo técnico, más racionales, so pretexto de cambiar la estructura del Estado; pues, no cabe otra explicación, frente a las intenciones de los burgueses viscerales, incrustados en el masismo, que buscan conservar para sus intereses, un Estado esclerótico y cada vez más obeso en su administración.

Este nuevo colonialismo “etnocentrista” genera marginación social tan atroz como el capitalismo. En estos tres años, la pobreza urbana ha ganado cuerpo y tanta fuerza como a principios de los ochenta. Los buscavidas, mendigos, pedigüeños, ganapanes, pordioseros y todas las cofradías de mal vivientes, han poblado nuestras ciudades con más fuerza que el día que llegaron los españoles en 1492. Surgen nuevas formas de mendicidad más o menos encubierta: músicos de pasillo de restorantes y cafés, lava parabrisas, malabaristas de avenida, roba partes de coches y toda una nueva grey de vendedores de dulces y cigarrillos mientras espera uno que se ponga verde el semáforo o compramos el periódico. Así de perverso resulto ser el travestismo neocolonial del MAS.


Citaré en último término, el caso de la “marginalidad política”, que implanta este nuevo colonialismo etno: la de muchos ciudadanos bolivianos (as); paradójicamente, la transición hacia un nuevo Estado de socialismo comunitario no abre vías para un sistema de participación ¿dónde están sino los indígena–originarios en el llamado gabinete plurinacional? De ahí que el desprestigio de la política y los políticos (habrá contados y honrosas excepciones) es evidente, como lo refleja la conversación cotidiana y (lo que es peor aún) los sondeos de opinión. El comportamiento de los políticos viscerales, oficialistas como opositores, es el de evitar ir más allá, porque sólo cuenta el poder sobre las masas.

El gran ausente y que sufre una marginación brutal –en la Bolivia del 2009– es el colectivo de la clase media urbana y entre ellos los intelectuales inorgánicos, así como muchos sectores productivos, que de una u otra forma, en una u otra medida, no cuentan en el Estado de los Etnos. Después de la aprobación del texto constitucional del MAS, ya surge un gran porcentaje de bolivianos (as), con una conciencia cada vez más extendida de “automarginación” respecto del proyecto segregacional del colonialismo etnocultural. Este neocolonialismo instaurado por los cholos “viscerales” del poder ejecutivo, que margina abruptamente a sectores de la sociedad boliviana, crea un clima de desasosiego persistente; la creciente conciencia de marginalidad viene a raíz de la decisiones, que nos afectan vitalmente, pero que se toman unilateralmente y en otras latitudes (Caracas o la Habana) con frecuencia cada vez mayor.

El persistente etnocentrismo del discurso y la práctica masista, es la muestra de una “conciencia marginal global” que permea toda la sociedad boliviana; tanto así que, en muy poco tiempo el país ha pasado de ser un Estado periférico a “marginal”, dentro del contexto mundial de las naciones; si ello es bueno o malo, y si el “rampante colonialismo interno” del MAS nos abrirá paso hacia una sociedad más justa o dividida, o si el cambio de Estado pasa por el cambio de nombre de las instituciones y el ensanchamiento en la administración, el tiempo se encargará de decirlo.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

Profesor de derechos humanos

jueves, 5 de febrero de 2009

¿HACIA UNA NUEVA IGLESIA?

¿HACIA UNA NUEVA IGLESIA?

Pensadores de la altura de “Ludwing Feuerbach” o “Friedrich Nietzsche” han realizado intentos serios de crítica a la idea de trascendencia: el primero, en su crítica a la religión llega a sostener que Dios no es mas que una proyección del hombre; Nietzsche tras la proclama de la muerte de Dios, se hace un negador de la existencia de Dios y en particular del Dios cristiano. Hasta ahí se llegó y, digamos, caló muy hondo este ateismo en el pensamiento humano. Pero, tuvo que pasar más de un siglo para que, un personaje “alzado de las ruinas incaicas”, proponga una idea descabellada e irresponsable: “fundar una nueva iglesia y auto proyectarse como el nuevo dios”.

La pretendida nueva iglesia, por lo menos durante estos tres años de gobierno, no ha abordado algunos de los problemas de la sociedad, tanto los administrativos como los propiamente sociales; por ejemplo, no contamos con un tribunal constitucional, porque fue descabezado tras una maquiavélica persecución política. El jerarca del MAS auto ungido y la venia de sus seguidores, sólo busca fortalecer una vieja idea de la política boliviana, “el poder presidencial ilimitado”.

No está de mas, recordar, que el reto que tendría la nueva iglesia, sería edificar, para empezar una escuela primaria, laica, por supuesto que este proyecto necesitaría miles de nuevas estructuras educativas así como maestros, por el momento el Estado no tiene condiciones ni siquiera para satisfacer las necesidades de la escuela tradicional; pero, lo más difícil –dudo mucho de la capacidad de sus lideres y adeptos– sería encarar y disputar a la Iglesia católica y sus congregaciones religiosas, todo el capital humano y histórico adquirido por medio de su misión, el servicio; y los problemas prácticos que platearía dicha pretensión, son infinitos.

De ahí que más allá de las perogrulladas usadas contra la Iglesia católica, la cuestión religiosa es grave; pasar de una Iglesia que forma parte de la historia misma de la república hacia un sistema laico, significa no sólo una cuestión “paranoica” e irresponsable sino un imposible. La inmensa mayoría de católicos bolivianos y bolivianas, hoy sin representación en el poder político, no sucumbirán a ese intento vano de la nueva iglesia indígena originaria (no pongo campesina, porque miles de ellos como yo, somos católicos por principios), cuyo pontífice recurre a la diatriba con el fin de usurpar a la Iglesia la fuerza adquirida durante dos mil años de existencia, sólo a través de una ética simple, el “servicio”, algo que el gobierno ignora.
Es notoria, la pretensión de fundar una nueva iglesia, detrás del soterrado discurso anticlerical de Evo Morales y García Linera. La nueva iglesia del masismo, gestada desde las arcas del Estado, cascabelea los dientes ante el peligro que representa la Iglesia de cristianos en Bolivia, por la sencilla razón de que la “fuerza histórica de los pobres” es defendida con el testimonio y la praxis solidaria. En la anhelada iglesia masista los líderes sindicales son los que hablan de su dios (Evo) a los más pobres; en la Iglesia de Jesucristo son los pobres los que hablan de Dios a sus pastores.

El 60% que votó corporativamente por la nueva constitución política, le ha hecho creer a la “extrema izquierda anarquizante”, esa piara de jabalíes sedientos de poder, que hacen gala de un anticlericalismo popular inexistente, de que “Bolivia ha dejado de ser católica”; para esta izquierda el problema político será siempre, para tapar su ineficiencia de gestión, sobre, por y contra los “curas y los frailes”, los “cardenales y obispos”, así como “laicos comprometidos”. La nueva iglesia masista, que se edifica sobre la piedra angular de la estructura estatal, tiene como sostén a las fuerzas armadas, pues, no en vano a reconocido su cacique, la vital importancia de las fuerzas armadas y que además habían estado desarmadas; no sin razón, numerosos militares, sobre todo, en los altos mandos, son “monárquicos de corazón”, característica de ciertas castas; no cabe otra explicación ante la alianza indígeno-militar; sin embargo, no está tan claro cuál es el evangelio que proclama esta nueva iglesia.

La democracia es un modo de vida que hace posible vivir el evangelio y vivirlo en sociedad sin tener que optar por una vida ascética o religiosa. Se trata entonces de que “reine la igualdad”, como dice el apóstol san Pablo en la carta a los corintios. El Dios de la Biblia, el de los cristianos y al que profesa la Iglesia católica, dice por medio de sus profetas, que él no quiere culto, que está harto de las plegarias, de las oraciones, de los sacrificios, del incienso, de los ayunos; lo que quiere es que se rompan las cadenas de los oprimidos, que no se despojen a los huérfanos y viudas, que haya justicia entre los hombres. Cristo pronunció su mensaje y su práctica en esta línea. La Iglesia continúa este legado. El dios de los masistas se contonea con la salacidad, el culto y la adulación,

Escribo como defensor de la democracia que cree en Dios y en la vida después de la muerte; así como creo que la democracia no se opone al cristianismo ni a la Iglesia sino que la complementa. Existen miles de católicos en Bolivia que son demócratas y que saben que es el camino más seguro para una convivencia social pacífica, que son capaces de diferenciar la enorme distancia que separa a la iglesia del patriarca Evo, corrupta, contrabandista, traficante de influencias, prebendal, abarrotada de cuellos blancos, de una Iglesia como la de “Jesús de Nazaret”, el Cristo, que baja al encuentro de los más débiles y empobrecidos de la tierra.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos