jueves, 5 de febrero de 2009

¿HACIA UNA NUEVA IGLESIA?

¿HACIA UNA NUEVA IGLESIA?

Pensadores de la altura de “Ludwing Feuerbach” o “Friedrich Nietzsche” han realizado intentos serios de crítica a la idea de trascendencia: el primero, en su crítica a la religión llega a sostener que Dios no es mas que una proyección del hombre; Nietzsche tras la proclama de la muerte de Dios, se hace un negador de la existencia de Dios y en particular del Dios cristiano. Hasta ahí se llegó y, digamos, caló muy hondo este ateismo en el pensamiento humano. Pero, tuvo que pasar más de un siglo para que, un personaje “alzado de las ruinas incaicas”, proponga una idea descabellada e irresponsable: “fundar una nueva iglesia y auto proyectarse como el nuevo dios”.

La pretendida nueva iglesia, por lo menos durante estos tres años de gobierno, no ha abordado algunos de los problemas de la sociedad, tanto los administrativos como los propiamente sociales; por ejemplo, no contamos con un tribunal constitucional, porque fue descabezado tras una maquiavélica persecución política. El jerarca del MAS auto ungido y la venia de sus seguidores, sólo busca fortalecer una vieja idea de la política boliviana, “el poder presidencial ilimitado”.

No está de mas, recordar, que el reto que tendría la nueva iglesia, sería edificar, para empezar una escuela primaria, laica, por supuesto que este proyecto necesitaría miles de nuevas estructuras educativas así como maestros, por el momento el Estado no tiene condiciones ni siquiera para satisfacer las necesidades de la escuela tradicional; pero, lo más difícil –dudo mucho de la capacidad de sus lideres y adeptos– sería encarar y disputar a la Iglesia católica y sus congregaciones religiosas, todo el capital humano y histórico adquirido por medio de su misión, el servicio; y los problemas prácticos que platearía dicha pretensión, son infinitos.

De ahí que más allá de las perogrulladas usadas contra la Iglesia católica, la cuestión religiosa es grave; pasar de una Iglesia que forma parte de la historia misma de la república hacia un sistema laico, significa no sólo una cuestión “paranoica” e irresponsable sino un imposible. La inmensa mayoría de católicos bolivianos y bolivianas, hoy sin representación en el poder político, no sucumbirán a ese intento vano de la nueva iglesia indígena originaria (no pongo campesina, porque miles de ellos como yo, somos católicos por principios), cuyo pontífice recurre a la diatriba con el fin de usurpar a la Iglesia la fuerza adquirida durante dos mil años de existencia, sólo a través de una ética simple, el “servicio”, algo que el gobierno ignora.
Es notoria, la pretensión de fundar una nueva iglesia, detrás del soterrado discurso anticlerical de Evo Morales y García Linera. La nueva iglesia del masismo, gestada desde las arcas del Estado, cascabelea los dientes ante el peligro que representa la Iglesia de cristianos en Bolivia, por la sencilla razón de que la “fuerza histórica de los pobres” es defendida con el testimonio y la praxis solidaria. En la anhelada iglesia masista los líderes sindicales son los que hablan de su dios (Evo) a los más pobres; en la Iglesia de Jesucristo son los pobres los que hablan de Dios a sus pastores.

El 60% que votó corporativamente por la nueva constitución política, le ha hecho creer a la “extrema izquierda anarquizante”, esa piara de jabalíes sedientos de poder, que hacen gala de un anticlericalismo popular inexistente, de que “Bolivia ha dejado de ser católica”; para esta izquierda el problema político será siempre, para tapar su ineficiencia de gestión, sobre, por y contra los “curas y los frailes”, los “cardenales y obispos”, así como “laicos comprometidos”. La nueva iglesia masista, que se edifica sobre la piedra angular de la estructura estatal, tiene como sostén a las fuerzas armadas, pues, no en vano a reconocido su cacique, la vital importancia de las fuerzas armadas y que además habían estado desarmadas; no sin razón, numerosos militares, sobre todo, en los altos mandos, son “monárquicos de corazón”, característica de ciertas castas; no cabe otra explicación ante la alianza indígeno-militar; sin embargo, no está tan claro cuál es el evangelio que proclama esta nueva iglesia.

La democracia es un modo de vida que hace posible vivir el evangelio y vivirlo en sociedad sin tener que optar por una vida ascética o religiosa. Se trata entonces de que “reine la igualdad”, como dice el apóstol san Pablo en la carta a los corintios. El Dios de la Biblia, el de los cristianos y al que profesa la Iglesia católica, dice por medio de sus profetas, que él no quiere culto, que está harto de las plegarias, de las oraciones, de los sacrificios, del incienso, de los ayunos; lo que quiere es que se rompan las cadenas de los oprimidos, que no se despojen a los huérfanos y viudas, que haya justicia entre los hombres. Cristo pronunció su mensaje y su práctica en esta línea. La Iglesia continúa este legado. El dios de los masistas se contonea con la salacidad, el culto y la adulación,

Escribo como defensor de la democracia que cree en Dios y en la vida después de la muerte; así como creo que la democracia no se opone al cristianismo ni a la Iglesia sino que la complementa. Existen miles de católicos en Bolivia que son demócratas y que saben que es el camino más seguro para una convivencia social pacífica, que son capaces de diferenciar la enorme distancia que separa a la iglesia del patriarca Evo, corrupta, contrabandista, traficante de influencias, prebendal, abarrotada de cuellos blancos, de una Iglesia como la de “Jesús de Nazaret”, el Cristo, que baja al encuentro de los más débiles y empobrecidos de la tierra.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos

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