lunes, 29 de agosto de 2011

REVOLUCION Y NARCOTRÁFICO

REVOLUCIÓN Y NARCOTRÁFICO

La lucha del gobierno boliviano contra el narcotráfico no es sino una guerra falsa contra las drogas. Se parece mucho a algunas películas de Hollywood. Ya se ha tornado aburrido el discurso del gobierno, sencillamente, porque quien produce coca no tiene moral para hablar de los daños que produce la cocaína.

La revolución cultural, productiva, democrática, y de todo, según el gobierno, no pasa de ser una exhibición una tanto sexy de hacer política. Al contrario ha empezado a desmoronarse por todos sus flancos, debido, principalmente, a la llegada del narcotráfico de forma organizada y escalonada. La presencia de narcos y carteles no es ya una cosa simbólica o teórica como hasta hace algunos años atrás; el negocio de la blanca para muchos campesinos y citadinos, es una forma rápida de salir de la pobreza. Lo que necesitan saber los gobernantes de turno, es que, el narcotráfico y sus acciones donde llega, lo toca y seca todo. Cuando lo narcos quieren apropiarse de un país, más aún cuando este es productor de materia prima para la elaboración de droga, invierten mucho dinero a través del lavado de capitales. Los narcos, ya saben del encanto efímero y endeble de la revolución masista; los narcos, con toda su maquinaria violenta y económica, no sólo le quitan la gracia a la vida sino, sobre todo, convierten la convivencia social en un territorio irracional. En nombre de la libertad y de su libertad que les da le poder de las drogas, se cagan en la libertad espontánea y natural de los ciudadanos; matar y disponer de los medios para sus fines, es su slogan de vida.

El narcotráfico dentro de nuestro territorio no es providencial; a pesar que para el gobierno sigue siendo un tema hipotético, teórico y supuesto, por los opositores al régimen; la gente hoy con sólo escuchar el término narcos o narcotráfico no solamente se le eriza los pelos sino que le cambia la cara. El poder de las mafias de la coca-ína radica en la violencia y el dinero. Así su poder se convierte para mucha gente en algo carismático, mítico, fácil. Sabemos que en el mundo el poder de este negocio es tal que, no necesitan estar los capos de verdad en un lugar o hacer las cosas de verdad, basta su olor para que se propague como un virus en un Estado. Al narcotráfico no le interesa un pito la interculturalidad o la biodiversidad, los derechos humanos o la democracia, sino carreteras y vías de comunicación más fluidas para andar a su gusto por ellas sin que nadie les haga la guerra.

Los narcos no son fantasmas en la cabeza de algunos que pensamos diferente al régimen, ni son soldados que van a defender el territorio, no tienen bombas atómicas, sí, satélites e intrincadas redes de comercialización; los señores narcotraficantes ya no sólo son colombianos o mexicanos, también hay bolivianos –y muchos- que empiezan a secarlo todo.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

jueves, 18 de agosto de 2011

PROGRESO Y BIODIVERSIDAD

PROGRESO Y BIODIVERSIDAD

No sólo los indígenas son los que no quieren la construcción de una carretera que desgarrará el corazón de la madre selva; y como dice el indio Seatle, no la hemos heredado ni como Estado ni como nada, solamente se los hemos pedido prestada a nuestros hijos. Tampoco está de acuerdo con ésta, el desocupado que no tiene un boliviano para el pan de sus hijos, ni el adolescente que se prepara la pre o el servicio obligatorio, peor ese que acaba de graduarse en economía aunque ya está pensando en comprarse un chuto para meterle de chofer, ni la señora de la casa que hace magia con el magro sueldo del marido hasta que llegue el fin de mes, ni la niña ni el niño que se quedan horas mirando los dibujos de la Warner Bross ajenos a la intención del gobierno que quiere robarles el aire de mañana; ni siquiera está de acuerdo el minusválido, el oficinista, la madre soltera, el anarquista que piensa que es comunista, ni el masista más recalcitrante que sabe que lo que es en el fondo, es un fascista, ni el joven que fuma marihuana, ni la señora que tiene dos maridos y el tercero a medias, ni el enfermo terminal que espera por un trasplante, ni el abogado laboralista, pero aún, el constitucionalista para quien lo primero que se debe hacer, piensa, es constitucionalizar la Constitución… con todos ellos, todos bolivianos, que sufren los desmanes de un gobierno de la improvisación, por el momento, los únicos que sueñan con esa carretera son los cocaleros, para inundar la selva de coca y cocaína.

Es necesario romper una lanza, romper el silencio en honor de la biodiversidad que se cobija en el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure). Nada más humillante para los bolivianos y su soberanía, que un puto extranjero, ex – jesuita, ahora director de ABC Bolivia, después de haberse cogido a una de sus catequistas cuando todavía fungía de asqueroso misionero bajo un sotana, salga a decir que esa carretera, estén o no de acuerdo los indígenas se tiene que construir. Si no fuera porque para el españolito ese, gamberro y merluzo, le parecemos los bolivianos unos idiotas, hubiéramos quizá creído el cuento ese del progreso y el proyecto, dizque, monstruoso de integración que el gobierno tiene. No señor. La cosa aquí va por otro lado. Y es que nada más es un asunto político con el que se quiere pagar algún compromiso económico con transnacionales brasileñas. No está de más recordarle al ex – combatiente de la Compañía de Jesús –que más pudieron sus bajos instintos de la carne que la vocación de servicio y seguimiento a Cristo- que una cosa son los caminos del Señor y otra muy distinta los caminos del país, debieran estar en manos de ingenieros y no ex – curas.

Es inconcebible y raro, que a estas alturas de la democracia intercultural, un asunto tan sencillo se una cosa obscura y secreta para la opinión pública, la construcción o no de una carretera, sobre todo en lo que se refiere a sus fines, medios, motivaciones y estrategias. Ya es hora de someter el tema del desarrollo y la cultura a debate nacional, pero, mucho más urgente y concreto, merece un debate claro y abierto, el TIPNIS y su biodiversidad frente al progreso. Quienes deben decidir sobre la viabilidad o no de una carretera por su territorio son los indígenas y no por aquellos que vienen instrumentalizando la cosa indígena para fines sectoriales.

A los bolivianos no nos interesa si dicha carretera es una obra monstruosa para el desarrollo, si es buena o mala, conveniente o caprichosa, sino el hecho de que se quiera cambiar la geografía natural de una reserva tan importante, sin que los bolivianos tengamos conciencia claro de lo que eso implica. La biodiversidad natural de un territorio no es igual que un discurso del Señor Presidente o Vice y/o cualquier político, que cambia de rumbo de forma natural. El TIPNIS es un territorio fundamental para la vida de los indígenas ¿De quién es la biodiversidad que se quiere asesinar? ¿Del progreso o de los que habitan en la selva?

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo