viernes, 7 de agosto de 2009

LA IZQUIERDA ETERNA

LA IZQUIERDA ETERNA

A mi hermano Elvis J. Castro Aruzamen.
Sociólogo, de quien tanto aprendo.

Yo creo que en Bolivia en este momento, hay una gran izquierda, que no está en el gobierno y hay una izquierda pequeña y hay una izquierda unida y una izquierda desunida. Pero, yo prefiero hablar de una izquierda que quiere eternizarse, como sucedió en la China comunista de Mao Te Sung o la Cuba socialista de los Castro y la Venezuela del chavismo rojo, aunque, digo, pasa (só) lo mismo con la derecha. De ahí que a ambos extremos los lleve muy metidos en el epigastrio.

Esa izquierda festiva que quiere eternizarse, pero, que en muchas de sus aptitudes y maniobras, más parece ser de centro derecha, ha descubierto, más que un acierto un maquiavelismo, en el indígena o lo indígena, con todo su folcklorismo, una especie de energía solar, energía nuclear, riqueza cultural, explotable y nacionalizable, sobre todo, de cara a un electorado domesticado por el clientelismo. La izquierda, con sus sueños de eternidad, nos dice cada día, que el pasado era glorioso, sembrado de mártires y caudillos, nos cuenta la historia de que los pobres del imperio incaico (cojos, mancos, tullidos, mal formes, enfermos, prostitutas) eran felices y vivían en un reino dorado y que iban directamente a morar junto al dios sol. Mentira. Todo no es más que una demagógica mentira. No es verdad que lo pobres de ayer (y de hoy) sean felices. La izquierda en Bolivia, jamás dejó de situar sus utopías en el pasado, y la derecha utópica, también construyó su paraíso en el futuro, que nunca llegó.

“Seguiremos presididos algunos años más por una izquierda festiva, Juan Ramón”, le digo a mi gato, animal artero y mañoso, que me mira con los ojos centelleantes, mientras sorbe su patillo de leche. Claro, le sigo diciendo, a este gato ponzoñoso, de nombre Juan Ramón, “lo que don Evo Morales ignora, es que esa izquierda que quiere aternizarse era y es anterior y posterior a él”. Pero, por lo menos, me tranquiliza saber, que la izquierda que le ha embaucado al Presidente Morales, no es la rural y mujeriega, que es la que va conmigo, sino una izquierda urbana y onegesista, de señoritos y jocosa ¿Por qué esa izquierda es retrógrada? Porque su visión de la historia es arcaica, y, porque además, cree que la libertad sólo puede caber en un partido –antes era el partido comunista y el PS-1–, hoy es el MAS, y que la Justicia cabe en una sola mano (la del Tata Evo). Otro error de los visionarios de izquierda del gobierno, que en su momento el país juzgará, es sostener su fuerza política, en el mito de que La Paz, esa ciudad regada de publicanos y zelotas, ganado de los poderes, trinchera de incendiarios, aparezca como la capital y encuentro de múltiples revoluciones, de todas las libertades, cuando no es más que una geografía imposible arrugada por el frío. Y qué del resto del país.

Los pobres continuarán con el cielo nublado, mientras la izquierda que quiere eternizarse, no abandone sus pretensiones; digo, el único milagro para que los pobres despejen los nubarrones de su futuro, es entrándole a la plantación de la hoja de coca; según el gobierno, el mercado de los masticadores del ancestral arbusto, los acullicadores, se ha ensanchado vertiginosamente, aunque, yo no he visto gente del campo o cocaleros, mucho menos a sus hijos, que paseen con los belfos verdeando; tampoco se ha visto últimamente niños y mujeres, que gracias a los poderes alimenticios y nutritivos, que algunos le atribuyen a la hoja verde, hayan vencido la desnutrición y la repentina caída de los dientes; lo que sí parece claro es que la milenaria hoja, desde la década de los ochenta, ha servido para engordar las arcas de las mafias de la cocaína, establecidas en el trópico.

La democracia comunitaria, propuesta por la izquierda del gobierno, a mi me parece, que no es más que la democracia de los antojos de sindicalistas e incendiarios, que tienen olvidados a los pobres; una democracia de una izquierda que sólo quiere eternizarse en el poder, yo creo, que necesita de blasfemos, y no ya contra Dios, que eso lo han venido haciendo los últimos tres años de gobierno. Contra lo que hay que blasfemar aquí es contra la consigna, el panfleto, el mito del buen indígena, el rito de levantar el puño y la palma de la mano en el pecho, la grúa ideológica y el cepo evista, pues, toda blasfemia cívica es buena; blasfemar correctamente contra aquellos (aquello) que no admiten blasfemias (críticas) es el fruto de la libertad y la intención de construir un país sin mentiras.

Mi gato, Juan Ramón, ha terminado su leche y se relame los bigotes. Felino rastrero y mafioso, “la izquierda quiere eternizarse”, le digo. Mientras término este artículo, Evo Morales, siguiendo la lógica de la eternización en el poder, ha propuesto un programa de gobierno de 50 años, con miras a las elecciones de diciembre.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos