miércoles, 26 de marzo de 2008

DE ÑANCAHUAZU AL INDEGENISMO

DE ÑANCAHUAZU AL INDIGENISMO

Rafael Puente –ex viceministro de régimen interior-, otrora, militante de la compañía de Jesús, entiendo, en un tiempo de efervescencia revolucionaria, en la que se buscaba afanosamente dar razón de la fe cristiana armonizando teoría y praxis, hoy, quiere justificar el salto político-revolucionario(?) desde La Higuera al Indigenismo del MAS. No dudo que el pensamiento revolucionario –si es que sostenerlo todavía no es ya un anacronismo- haya hecho aguas en ciertos sectores de una Iglesia Latinoamericana conservadora, dependiente, mezquina, preocupada por el crecimiento y avance de las sectas; Puente, en ese contexto cuenta que se fue a ordeñar vacas al oriente boliviano, creo que el hecho no reviste mérito alguno comparado con quienes no sólo recrean esa imagen sino que viven y hacen todo un evangelio del sufrimiento y exclusión social; conocí muchísimos hombres y mujeres de iglesia –extranjeros y nacionales- con un enorme espíritu de compromiso y entrega sin límites a favor de los más desposeídos, excluidos, marginados, desarrapados, condenados de la tierra (Franz Fanon), en suma, los nuevos parias que ha generado la modernidad tardía, sin que ello haya significado abdicar de su fe y pasar a engrosas las filas de una izquierda –como la boliviana- atestada de bribones.

Acaso, un provinciano –que es lo que soy- educado en las filas de la Iglesia y que lleva una cadena de antepasados analfabetos, una madre que garabatea medianamente el castellano –su única lengua- y que los sinsabores de la vida han cincelado su rostro, no con marchas ni bloqueos, sino con las más abrumadoras tareas agrícolas, hoy por hoy, no soporta la imagen del sindicalista carraspeando el español, pues, no tengo razón alguna para renegar de una institución que hace a la historia misma de este país.

Leí las notas de Puente sobre la posición del P. Gregorio Iriarte respecto al proyecto de constitución del MAS y los estatutos autonómicos de la media luna. Escribo estas líneas, no porque el P. Iriarte no sea capaz de hacerlo, es más, pienso que habrá dicho algo o simplemente su silencio diga muchas cosas; la sencilla razón de estas anotaciones es que, ¿no es bueno y saludable, que una mente joven, con ideas frescas y apreciaciones imparciales, le responda a un hombre entrado ya en la longevidad, y de yapa, disquisiciones cansadas, dogmatismos ideológicos que le encorvan cualquier tipo de análisis? ¿Los vientos revolucionarios de hace tres décadas no terminaron en un rotundo fracaso militar en Ñancahuazú? ¿El andamiaje político-ideológico de Puente sobrepasó más allá de la Higuera? ¿No es fruto de su fanatismo, adoctrinamiento acrítico, radicalismo político, bajo el resplandor del leninismo de su época, su tristemente proyecto de librito, “De Nazaret a Ñancahuazú”, pretensioso título, además? ¿no es un testimonio claro que Puente optara por ser un ex-combatiente de la Compañía, absorbido por las ideas de un marxismo-leninismo del cual se vanagloria hasta el paroxismo? Estoy convencido que la única muestra del ideario político de Puente no sobrepasa la verborrea y el monólogo surrealista.

Es irrisorio –para no decir más- que un ex-jesuita –aunque en la viña del Señor hay de todo- tras largos años de formación filosófico-teológica y que llegó ha ser maestro de colegio de Mariano Rajoi, opositor vasco cercano al etarrismo como Chávez de las FAR, cambie el discurso de los pobres y el compromiso de Jesús por la demagogia sindical; pues, es más que evidente sostener que la opción por los pobres pasa por las necesidades del anciano, el huérfano, el enfermo, la viuda, la samaritana o Maria de Magdala, es decir, los más pobre entre los pobres. Para Puente, desde su perspectiva marxista-leninista es lo mismo ser pobre con un patrimonio de 3 millones de dólares como Evo Morales frente a aquél miserable que sobrevive con medio dólar al día o el pobre policía cuya renta no sobrepasa los 900 bs. y cuatro hijos que van a la escuela. No se puede categorizar al pobre sólo desde una dimensión político-sociológica ni hacer del pobre una wipala de lucha, en busca del poder, mientras se banquetea igual que un cholo visceral; Jesús condenó vehementemente ese tipo de blasfemia porque consideraba que el hijo del hombre no tenía ni siquiera donde reclinar la cabeza.

En este momento, en el que los radicalismos encontrados en el país han frenado toda posibilidad de cambio es completamente evangélico condenarlos. Jesús no toleró ningún tipo de Zelotismo (sindicalismo, nacionalismo etnocultural, indigenismo, populismo, etc.) ni Fariseismo leguleyo alguno (movimientos cívicos, burguesías autonómicas, ultraderechas, etc.). Mantenerse equidistante de un indigenismo rampante y una ultraderecha salvaje es lo más sano aunque esta posición sea tachada por ambos bandos de cinismo o traición a la causa de los pobres, o finalmente lo que se le quiera llamar.


Iván Castro Aruzamen
Profesor de Derechos Humanos - UCB