MESIANISMO POLÍTICO
El mesianismo político impulsó la formación de las sociedades modernas, aunque sus raíces se hunden en la Alianza veterotestamentaria y la liberación del éxodo. El nacionalismo no dudó en declarar a la nación como el mesías. Otros ejemplos: el facismo italiano hablaba del duce (Caudillo) de los tiempos finales. El nacional-socialismo alemán veneró al Fuhrer del Tercer Reich o eso que llamaron los nazis el “Reino de los mil años”. Saint Simon elevó a la categoría de mesías a la máquina porque creía que ésta iba a liberar al hombre de la fatiga y del trabajo. No hace mucho el marxismo convirtió al proletariado que se libró a sí mismo en el redentor redimido del mundo. Y este tiempo de modorra política, aparecen unos burócratas de izquierdas ensalzando un nuevo Fuhrer, indígena, que busca reinar durante 20 a 30 años, lo mismo que el castrismo en Cuba. Pero, no es éste el mesianismo político con el que debamos construir los bolivianos un sueño que nos haga más humanos.
Entendemos, aquí, por mesianismo político –sin dejar a un lado el tinte religioso y cristiano del mismo– una esperanza de futuro unida estrechamente a la creencia y firme convicción de su realización en la tierra y no en otra dimensión. Este mesianismo constructivo está latente en las demandas de todo movimiento en busca de reinvidicaciones justas y equitativas; está presente en los movimientos democráticos que claman respeto al orden jurídico y los Civil-Rights-Movement; está, en los movimientos cívico-sociales de participación ciudadana; sin embargo, los izquierdistas barrocos del gobierno del MAS, buscan ahogar la emergencia de una identidad nacional, a través de la imposición de un odio histórico, y la exaltación de identidades étnicas del pasado por sobre la unidad del país. De ahí que el lema del masismo sea “divide et impera”: domina mediante la partición (leamos antagonismos aberrantes como bueno/malo, antiimperialista/neoliberal, dignos/indignos, occidente/oriente, rural/urbano, indígena/k’ara, etc…).
Todo mesianismo político coherente asume que la democracia significa soberanía del pueblo frente al Estado autoritario, la prevalencia del Estado de derecho frente al Estado de poder; y no acepta el ejercicio del poder político sin acuerdos jurídicos, sencillamente, porque las leyes deben sustentarse en la verdad y nunca en la autoridad. El MAS durante estos tres años de gobierno ha asesinado el mesianismo político inscrito en lo más íntimo de la herencia histórica del pueblo boliviano; pues, sólo un sueño mesiánico democráta de vida, libertad y felicidad, puede ofrecernos una dirección hacia donde avanzar y, al mismo tiempo, estimularnos para luchar por la vida, la libertad y la dicha social.
A pesar del régimen de odio y mentira del MAS, no podemos renunciar al sueño de la igualdad, la libertad y felicidad de todos y cada uno de los bolivianos, porque es un sueño profundamente humano y, legítimamente boliviano; sólo podremos lograrlo como totalidad, como comunidad; sin embargo la realización de ese sueño corre el riesgo de ser portergado por mucho tiempo, porque, ese sueño boliviano es imposible como sueño masista. El socialismo del MAS no hace más que falsificar el verdadero socialismo de la humanidad y se convierte en categoría que justifica la hegemonía del aparato dirigencial sobre el resto de la población; y mucho más preocupante cuando el masismo practica un discurso apocalíptico (“si ganara el no al proyecto de constitución se nos viene una guerra civil”, diciendo han dicho algunos masistas) peligroso que apoya a las fuerzas que dan pie a la confrontación y el odio.
El mesianismo político de la esperanza, tan anidada en la memoria y herencia religiosa de millones de bolivianos, en el nacimiento del Hijo de Dios nos muestra la pristina inclinación de Dios hacia los de abajo. La ulterior predicación del Mesías, estaba dirigida a todos los hombres, precisamente, porque tomó partido por los débiles, los enfermos, los pobres y rechazados. Este mesianismo de Jesús de Nazareth debiera servirnos a los bolivianos para convertir cada esperanza en un programa, cada opinión en un mensaje, cada tarea en una misión; y toda lucha por le bien común en una cruzada; y cada nueva experiencia política en un himno a la unidad y no de disgregación y parcialización del país, en pequeñas naciones.
El indigenismo aberrante del masismo, no entiende que el pasado adquiere sentido sólo en la medida en que éste guarda algo que mira hacia el futuro para construir el presente; pero si sólo se lo usa para desenterrar odios y venganzas, no sirve para nada, sino para ser hollado y pisoteado por los hombres. En cambio el mesianismo político, la esperanza, el sueño humano, una ideología de la unidad, constituyen la luz y sal de todo quehacer político honesto que quiera hacer posible el sueño humano de Bolivia.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
El mesianismo político impulsó la formación de las sociedades modernas, aunque sus raíces se hunden en la Alianza veterotestamentaria y la liberación del éxodo. El nacionalismo no dudó en declarar a la nación como el mesías. Otros ejemplos: el facismo italiano hablaba del duce (Caudillo) de los tiempos finales. El nacional-socialismo alemán veneró al Fuhrer del Tercer Reich o eso que llamaron los nazis el “Reino de los mil años”. Saint Simon elevó a la categoría de mesías a la máquina porque creía que ésta iba a liberar al hombre de la fatiga y del trabajo. No hace mucho el marxismo convirtió al proletariado que se libró a sí mismo en el redentor redimido del mundo. Y este tiempo de modorra política, aparecen unos burócratas de izquierdas ensalzando un nuevo Fuhrer, indígena, que busca reinar durante 20 a 30 años, lo mismo que el castrismo en Cuba. Pero, no es éste el mesianismo político con el que debamos construir los bolivianos un sueño que nos haga más humanos.
Entendemos, aquí, por mesianismo político –sin dejar a un lado el tinte religioso y cristiano del mismo– una esperanza de futuro unida estrechamente a la creencia y firme convicción de su realización en la tierra y no en otra dimensión. Este mesianismo constructivo está latente en las demandas de todo movimiento en busca de reinvidicaciones justas y equitativas; está presente en los movimientos democráticos que claman respeto al orden jurídico y los Civil-Rights-Movement; está, en los movimientos cívico-sociales de participación ciudadana; sin embargo, los izquierdistas barrocos del gobierno del MAS, buscan ahogar la emergencia de una identidad nacional, a través de la imposición de un odio histórico, y la exaltación de identidades étnicas del pasado por sobre la unidad del país. De ahí que el lema del masismo sea “divide et impera”: domina mediante la partición (leamos antagonismos aberrantes como bueno/malo, antiimperialista/neoliberal, dignos/indignos, occidente/oriente, rural/urbano, indígena/k’ara, etc…).
Todo mesianismo político coherente asume que la democracia significa soberanía del pueblo frente al Estado autoritario, la prevalencia del Estado de derecho frente al Estado de poder; y no acepta el ejercicio del poder político sin acuerdos jurídicos, sencillamente, porque las leyes deben sustentarse en la verdad y nunca en la autoridad. El MAS durante estos tres años de gobierno ha asesinado el mesianismo político inscrito en lo más íntimo de la herencia histórica del pueblo boliviano; pues, sólo un sueño mesiánico democráta de vida, libertad y felicidad, puede ofrecernos una dirección hacia donde avanzar y, al mismo tiempo, estimularnos para luchar por la vida, la libertad y la dicha social.
A pesar del régimen de odio y mentira del MAS, no podemos renunciar al sueño de la igualdad, la libertad y felicidad de todos y cada uno de los bolivianos, porque es un sueño profundamente humano y, legítimamente boliviano; sólo podremos lograrlo como totalidad, como comunidad; sin embargo la realización de ese sueño corre el riesgo de ser portergado por mucho tiempo, porque, ese sueño boliviano es imposible como sueño masista. El socialismo del MAS no hace más que falsificar el verdadero socialismo de la humanidad y se convierte en categoría que justifica la hegemonía del aparato dirigencial sobre el resto de la población; y mucho más preocupante cuando el masismo practica un discurso apocalíptico (“si ganara el no al proyecto de constitución se nos viene una guerra civil”, diciendo han dicho algunos masistas) peligroso que apoya a las fuerzas que dan pie a la confrontación y el odio.
El mesianismo político de la esperanza, tan anidada en la memoria y herencia religiosa de millones de bolivianos, en el nacimiento del Hijo de Dios nos muestra la pristina inclinación de Dios hacia los de abajo. La ulterior predicación del Mesías, estaba dirigida a todos los hombres, precisamente, porque tomó partido por los débiles, los enfermos, los pobres y rechazados. Este mesianismo de Jesús de Nazareth debiera servirnos a los bolivianos para convertir cada esperanza en un programa, cada opinión en un mensaje, cada tarea en una misión; y toda lucha por le bien común en una cruzada; y cada nueva experiencia política en un himno a la unidad y no de disgregación y parcialización del país, en pequeñas naciones.
El indigenismo aberrante del masismo, no entiende que el pasado adquiere sentido sólo en la medida en que éste guarda algo que mira hacia el futuro para construir el presente; pero si sólo se lo usa para desenterrar odios y venganzas, no sirve para nada, sino para ser hollado y pisoteado por los hombres. En cambio el mesianismo político, la esperanza, el sueño humano, una ideología de la unidad, constituyen la luz y sal de todo quehacer político honesto que quiera hacer posible el sueño humano de Bolivia.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
1 comentario:
lo que usted manifiesta es un charwi...
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