EL PAÍS SINTÉTICO
El
actual gobierno del MAS ha reducido la función del Estado a un simple patrón en
el sentido más laxo del término. La función administrativa económica del Estado
Pluri es sencillamente igual que la de una fábrica de embutidos o de plásticos.
La ausencia de una legislación adecuada, sobre todo, en lo que respecta a los
fondos manejados por la presidencia, bajo el programa “Evo cumple”, ha generado
una desconfianza tal que, la idea que se tiene del Estado no difiere en mucho a
la de una factoría de pasta base, que reparte dinero por aquí y por allá para
sustentar favores.
Vivimos
bajo la dominación, alternativamente benévola y jocosa, de una burocracia
política que engloba a líderes sindicales y burócratas onegesistas formados por
USAID y, sobre todo, un montón de especialistas de la manipulación de masas,
por supuesto, el más conspicuo en este arte representa el señor Vice. Así como
anda nuestro sistema político, todo tiende a mostrarnos que pronto será el
mismo una reliquia, y, por cierto muy temible, y su hundimiento puede
sepultarnos como un alud a todos; sin embargo, haríamos mal en culpar sólo al
MAS (remedo del MAS venezolano de la década de los 70). Bien sabemos que el
actual gobierno, por mucho que se esfuerza en instalar un discurso de cambio,
estéril en todo sentido, no ha podido solucionar los errores heredados desde la
Independencia, y, la peor de todas, ha sido la instauración de lo que podríamos
llamar “la mentira constitucional”, traducida hoy en la dictadura constitucional;
la mentira que sufre el país desde su fundación se evidencia en la enorme
distancia que existe entre la realidad legal, sea esta liberal o progresista,
con la realidad de la nación que se desangra en la diferencia abismal entre
unos y otros, entre los privilegios de una burguesía política y la farsa de las
canchitas de césped sintético, desiertos mercados (nada más cumplen la función
de sedes para fiestas, pasanakus y otros), polifuncionales deportivos. Pero,
todos somos culpables de la perpetuación de una mentira así, aunque la mayor
responsabilidad recae sobre la testa de los intelectuales poseídos por el
dogmatismo y el espíritu del partido y su ideología. La culpa es colectiva.
Nuestros partidos, del MNR a UN, del PCB al MAS, unos a la derecha y otros a la
izquierda, no han pasado de la charlatanería; para muestra, la actual Asamblea
Pluri donde los diputados y senadores parecen fantasmas.
El
obscurantismo político ha logrado cubrir la realidad del país en todo momento
con unas cuantas fórmulas y lugares comunes. En su momento aquello que llamamos
por pereza y facilidad mental, derecha, recurría a viejas fórmulas como esa de
que el comunismo, el colectivismo era el lado oscuro y violento de la historia
y que con su doctrina convertía a las clases populares, a los plebeyos, en
reaccionarios. El obscurantismo progresista, y con el perdón correspondiente,
llamamos, izquierda, ha aportado pocas
ideas nuevas, y el achaque de nuestro atraso y nuestra dependencia, la pobreza
y la ignorancia de nuestro pueblo, pero, sobre todo, la atribución de todos los
males al imperialismo norteamericano (nuestro chivo expiatorio) ha sido un
recurso de mala fe. Y las más estériles de las interpretaciones de la realidad
nacional, se las debemos a los balbuceos de la izquierda y sus intelectuales.
Hasta
hoy la esterilidad de la izquierda boliviana ha sido tan grande como su
incapacidad para gobernar. Le falta ideas, y le falta líderes. El que
encontraron no es de izquierda ni de derecha, es solo eso, una falsa idea parida
por la mentira constitucional. No cuenta con un programa estrictamente
boliviano. Nos hace falta un modelo de desarrollo distinto al que ofrece el
totalitarismo del socialismo del siglo XXI venezolano o el anacrónico
socialismo cubano, que se alimenta a fuerza mayor de gastadas fórmulas de hace
50 años atrás.
Nuestra
endeble democracia y el desarrollo de la nación no requieren de realidades
legales perfectas, sino tan sólo un poco de independencia,
realismo e imaginación, y menos canchas de pasto sintético o construcciones
que sufren de elefantiasis: mercados para trueques, casas sindicales y/o
regalos de movilidades robadas a los dirigentes, para que se conviertan en
propagandistas de la mentira
constitucional, del país de césped
sintético en el que vivimos.
Iván
Castro Aruzamen
Teólogo
y filósofo
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