NEOIMPERIALISMO ANTIIMPERIALISTA
Todo lo que aquí está haciendo, deshaciendo e intentando la izquierda troglodita, no es más que un obsoleto compás conocido, en el que hay errores y nacionalizaciones (apócrifas) y una completa desorientación administrativa; este embuste del masismo a más de ser confundido es comparable a un aventurerismo altiplánico, ni más ni menos que el argumento de una novela indigenista frustrada; de todas formas, lejos está de toda táctica estratégica revolucionaria.
Evo Morales, en toda su indigencia mental, cree ser una nueva estrella socialista, una antorcha de libertad en este valle de lágrimas, en esta América del siglo XXI; esa posición, un poco medio de cabaret, diría yo, pasa por hacerle un juego cadencioso a la izquierda oportunista –de la que ya no le es posible abdicar– y la oposición ciega, esa izquierda y oposición que están con el militarismo, ese de las botas con brillo demócrata, esas fuerzas Armadas de Arce Gómez y Juan Ramón Quintana, revolucionarios de “table dance” y música callejera; esa izquierda, que va del brazo del militarismo, es la que aparece en las verbenas y concentraciones socialistas de plazueleta, esa de líderes sindicales amañados con la guerrilla y el terrorismo de García Linera.
Lo que necesitamos los bolivianos, no es una revolución cultural –como si fuéramos una república popular China–, sino una revolución callada, paciente, larga, enfrascada en cambiar la estructura del país, desde adentro; está probado por la historia de antes y reciente, que, las injerencias externas, las manipulaciones y majaderías de cualquier bastardo con un dejo diferente y con ínfulas divinas –como en su momento fue el Ché y hoy Chávez–, no ayudan (ron) a fraguar revolución alguna –ni siquiera los golpistas de otrora escaparon a la injerencia y asesoramiento foráneo–, cuándo más llegan a proporcionar armas para que los poderosos se aferren al poder a como de lugar, con todo esto, no se si “algún proceso de cambio en Bolivia esté ganando algo”; de lo que sí estoy seguro, es que hay un discurso cansino, un discurso pretendidamente neoimperialista de signo antiimperialista; el pueblo no gana nada con esa charla, a lo sumo, más desempleo, violencia, corrupción e ineficiencia de gestión.
Existen –dicen los psicólogos– apetencias irreprimibles, como el poder, el sexo o las drogas; ya sé que los políticos, tienden a reprimirlas bajo el pretexto del denominativo, servicio –desinteresado, dicen– al pueblo, a los más necesitados, a las hermanas y hermanos, joder, todo político en Bolivia, busca a través del poder, el dinero fácil y rápido; para un político, no hay forma de vencer estas tentaciones, y la única manera de salir de ellas, es sucumbiendo a la apetencia y entregándose a dichas tentaciones; aunque no sólo los políticos son vulnerables a estos males, los bolivianos, que desde hace 27 años nos la damos de demócratas, hemos caído en las garras del egoísmo, el sectorialismo, el regionalismo, la ideología fácil y el despute institucional.
La doble política practicada por el MAS –cinismo–, ignorando o protegiendo un aventurerismo supuestamente revolucionario, acabó pactando con la institucionalidad verticalista del militarismo boliviano; este aventurerismo del masismo, es todo lo contrario de la revolución científica, según dijeron Marx y sus exegetas. Los nuevos oligarcas masistas, que peroran el nuevo socialismo del XXI –que tiene más ribetes de la época del estalinismo ruso– han iniciado un “neoimperialismo antiimperialista de llama y jumento”; pues, a pesar de que las cosas van mal en Bolivia, no pueden o no quieren remediarlas, por temor a perder la confianza de sus masas domesticadas, a punta de consigna y bonos; digo, el pueblo no se salvará con la democracia de ningún neoimperialismo antiimperialista, sea esta pluri, multi, chavista o castrista, porque al final, el neoimperialismo del MAS, tan sólo acabará construyendo un “orinal de oro para las micciones del Super Jilakata Evo Morales” y sus lugartenientes de palacio de gobierno.
La cantaleta antiimperialista de Evo Morales, no es sino, la fidedigna resonancia de las lecciones preliminares de García Linera ante el gabinete ministerial, a partir de las seis de la mañana, dicen, no vaya a ser que este Descartes del pensamiento social boliviano, agarre un neumonía y muera en la corte de su alteza; la lecciones, así como suenan, creo, están centradas en el “aventurerismo revolucionario antiimperialista” –aunque de momento no ha derribado chancho alguno–; eso sí, el aventurerismo empieza a ser el opio del pueblo.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
Todo lo que aquí está haciendo, deshaciendo e intentando la izquierda troglodita, no es más que un obsoleto compás conocido, en el que hay errores y nacionalizaciones (apócrifas) y una completa desorientación administrativa; este embuste del masismo a más de ser confundido es comparable a un aventurerismo altiplánico, ni más ni menos que el argumento de una novela indigenista frustrada; de todas formas, lejos está de toda táctica estratégica revolucionaria.
Evo Morales, en toda su indigencia mental, cree ser una nueva estrella socialista, una antorcha de libertad en este valle de lágrimas, en esta América del siglo XXI; esa posición, un poco medio de cabaret, diría yo, pasa por hacerle un juego cadencioso a la izquierda oportunista –de la que ya no le es posible abdicar– y la oposición ciega, esa izquierda y oposición que están con el militarismo, ese de las botas con brillo demócrata, esas fuerzas Armadas de Arce Gómez y Juan Ramón Quintana, revolucionarios de “table dance” y música callejera; esa izquierda, que va del brazo del militarismo, es la que aparece en las verbenas y concentraciones socialistas de plazueleta, esa de líderes sindicales amañados con la guerrilla y el terrorismo de García Linera.
Lo que necesitamos los bolivianos, no es una revolución cultural –como si fuéramos una república popular China–, sino una revolución callada, paciente, larga, enfrascada en cambiar la estructura del país, desde adentro; está probado por la historia de antes y reciente, que, las injerencias externas, las manipulaciones y majaderías de cualquier bastardo con un dejo diferente y con ínfulas divinas –como en su momento fue el Ché y hoy Chávez–, no ayudan (ron) a fraguar revolución alguna –ni siquiera los golpistas de otrora escaparon a la injerencia y asesoramiento foráneo–, cuándo más llegan a proporcionar armas para que los poderosos se aferren al poder a como de lugar, con todo esto, no se si “algún proceso de cambio en Bolivia esté ganando algo”; de lo que sí estoy seguro, es que hay un discurso cansino, un discurso pretendidamente neoimperialista de signo antiimperialista; el pueblo no gana nada con esa charla, a lo sumo, más desempleo, violencia, corrupción e ineficiencia de gestión.
Existen –dicen los psicólogos– apetencias irreprimibles, como el poder, el sexo o las drogas; ya sé que los políticos, tienden a reprimirlas bajo el pretexto del denominativo, servicio –desinteresado, dicen– al pueblo, a los más necesitados, a las hermanas y hermanos, joder, todo político en Bolivia, busca a través del poder, el dinero fácil y rápido; para un político, no hay forma de vencer estas tentaciones, y la única manera de salir de ellas, es sucumbiendo a la apetencia y entregándose a dichas tentaciones; aunque no sólo los políticos son vulnerables a estos males, los bolivianos, que desde hace 27 años nos la damos de demócratas, hemos caído en las garras del egoísmo, el sectorialismo, el regionalismo, la ideología fácil y el despute institucional.
La doble política practicada por el MAS –cinismo–, ignorando o protegiendo un aventurerismo supuestamente revolucionario, acabó pactando con la institucionalidad verticalista del militarismo boliviano; este aventurerismo del masismo, es todo lo contrario de la revolución científica, según dijeron Marx y sus exegetas. Los nuevos oligarcas masistas, que peroran el nuevo socialismo del XXI –que tiene más ribetes de la época del estalinismo ruso– han iniciado un “neoimperialismo antiimperialista de llama y jumento”; pues, a pesar de que las cosas van mal en Bolivia, no pueden o no quieren remediarlas, por temor a perder la confianza de sus masas domesticadas, a punta de consigna y bonos; digo, el pueblo no se salvará con la democracia de ningún neoimperialismo antiimperialista, sea esta pluri, multi, chavista o castrista, porque al final, el neoimperialismo del MAS, tan sólo acabará construyendo un “orinal de oro para las micciones del Super Jilakata Evo Morales” y sus lugartenientes de palacio de gobierno.
La cantaleta antiimperialista de Evo Morales, no es sino, la fidedigna resonancia de las lecciones preliminares de García Linera ante el gabinete ministerial, a partir de las seis de la mañana, dicen, no vaya a ser que este Descartes del pensamiento social boliviano, agarre un neumonía y muera en la corte de su alteza; la lecciones, así como suenan, creo, están centradas en el “aventurerismo revolucionario antiimperialista” –aunque de momento no ha derribado chancho alguno–; eso sí, el aventurerismo empieza a ser el opio del pueblo.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
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