DIGNIDAD Y EXILIO SOCIAL
Ya decía yo, que Evo Morales y García Linera, llevan metidas en la tripas, pasiones humanas incontrolables; esa enfermedad que va corroyendo sus vísceras, es la obstinada, empedernida e incurable “excentricidad” de todo ser abyecto; ésta es la causa y fuente permanente de todo tipo de desordenes, hasta del afectivo. De ahí que, por una vez estoy de acuerdo, con el refresquero, el lustrabotas, el heladero, el panadero, el zapatero, de que la mejor lotería y la mejor política, mucho más que la del MAS o PODEMOS –huele ya a santos óleos– es el “trabajo”. Cuánta verdad y cuánta sabiduría cotidiana, de realismo político, tienen estos changos, me digo, y que además, le dan durísimo al día a día, semana a semana, año tras año, para sostenerse a sí mismos y sus familias, y que no necesitaron llegar a presidentes para caer en la cuenta de una verdad incontrastable: “la dignidad no da de comer”, por mucha dignidad que se tenga, el pan no cae del cielo, ni que la dignidad ayuda llegar al fin de mes con la renta, el agua, la luz y el pan, sino sólo el empleo y el trabajo humano.
La excentricidad de un presidente arcaico y su manida retahíla antinorteamericana, antiimperialista, más allá de lo ideológico –sin ningún tipo de peso alguno a más del discursivo– es la causa de una serie de eventos desafortunados y la acumulación de contrariedades para muchos, miles de bolivianos, por el cierre del mercado estadounidense; “el desempleo, acabará en muchas ciudades del país, arrojando a individuos y familias íntegras a la indigencia y, posiblemente, a la calle”; pero, no solamente es eso, pues, en el fondo, quedarse sin una fuente de ingreso, acarrea desgracias familiares, divorcios, separaciones, pérdida de la vivienda, la familia, los hijos, en suma, los sueños y esperanzas. Para los más dignos, los actuales oligarcas del Estado Plurinacional, que siempre entendieron que la dignidad pasa por succionar y exprimir el capital (Tesoro General) del Estado y hacer de los pobres, un buen pobre (pobre bueno y resignado) invisible, una persona que ni siquiera sea capaz de atenderse a sí y por sí mismo, que sólo tenga el valor de pedir a la niñera estatal lo que necesita, es decir, la dignidad de alguien que se comporte como si no existiera; esa dignidad del masismo, está completamente reñida con la dignidad del trabajo humano como fuente de satisfacción y de derechos; mientras los dignos, caray, paisano, tengan la panza llena, la panza de un cholo visceral, no les importa un comino “el exilio social” que trae la pobreza y la escasez de trabajos dignos (seguro social, seguridad, estabilidad laboral).
La dignidad discursiva, ideológica, del presidente Morales, está antes que el trabajo, el empleo, la comida, la educación, la vestimenta –ahora que el frío arrecia–, entonces, estamos ante un primer mandatario, que nos está, diciendo, “no se preocupen, hermanos y hermanas, pobres siempre los tendrán” o “toda sociedad conocida ha tenido pobres”, aunque, no nos ha dicho todavía, si la sociedad del incario conocía la dignidad. Sencillamente, creo, el canillita, el K’epiri (cargador) y el carretillero, de la cancha, saben muy bien que, cuando las soluciones para los problemas son irracionales, excéntricos, irritantes, sumados con una cuota de indiferencia moral, no se hace más que obtener una mezcla social explosiva: pobreza y exclusión; y de eso ya tenemos mucho en nuestro país, alimentar esta mezcla es una violación de lesa humanidad.
El día que dios (Fidel y su cuadrilla) entró en la Habana, para echar las raíces de una revolución socialista que generaba muchas expectativas, como muchos jóvenes de mi tiempo, me adherí, porque pensaba en la oportunidad que tenían en nuestros países la igualdad, la justicia, la libertad, pero, después de más de cuatro décadas de verticalismo, autoritarismo, de una de la dictaduras más longevas de América Latina, no creo en revolución alguna, que prioriza la “dignidad de la exclusión social”; en Bolivia, se quiere guiar al pueblo hacia un éxodo de exilio social por el desierto de la pobreza, bajo el báculo de un excéntrico presidente, que se cree el ombligo del mundo; la historia está plagada de ídolos y dictadores y déspotas, muchas veces medio demócratas, cuyas profecías e ilusiones, otoños patriarcales, jamás se cumplieron, pero sí muchos crímenes –y quizá los más horrendos de la historia– se produjeron en nombre de, por y para los pobres, con la falsa profecía de su redención; también, se perpetuaron, asesinos y gorilas, porque no apareció a tiempo alguien que advirtiera el peligro, y muchas otras, porque la complaciente incredulidad de quienes no quisieron escuchar el llamado de alerta, pudo más.
Hoy, el gobierno del MAS, quiere no sólo borrar del imaginario social, todo rastro de interacciones e intercambios, producto de un mundo, cada vez más interrelacionado y de intercambio cultural y económico a escala planetaria, pero, sobre todo, intenta frenar la capacidad de proyectarse hacia el futuro. Si queremos continuar por el camino de la dignidad masista, con un enorme exilio social, para miles y miles de bolivianos, la elección es nuestra.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
Ya decía yo, que Evo Morales y García Linera, llevan metidas en la tripas, pasiones humanas incontrolables; esa enfermedad que va corroyendo sus vísceras, es la obstinada, empedernida e incurable “excentricidad” de todo ser abyecto; ésta es la causa y fuente permanente de todo tipo de desordenes, hasta del afectivo. De ahí que, por una vez estoy de acuerdo, con el refresquero, el lustrabotas, el heladero, el panadero, el zapatero, de que la mejor lotería y la mejor política, mucho más que la del MAS o PODEMOS –huele ya a santos óleos– es el “trabajo”. Cuánta verdad y cuánta sabiduría cotidiana, de realismo político, tienen estos changos, me digo, y que además, le dan durísimo al día a día, semana a semana, año tras año, para sostenerse a sí mismos y sus familias, y que no necesitaron llegar a presidentes para caer en la cuenta de una verdad incontrastable: “la dignidad no da de comer”, por mucha dignidad que se tenga, el pan no cae del cielo, ni que la dignidad ayuda llegar al fin de mes con la renta, el agua, la luz y el pan, sino sólo el empleo y el trabajo humano.
La excentricidad de un presidente arcaico y su manida retahíla antinorteamericana, antiimperialista, más allá de lo ideológico –sin ningún tipo de peso alguno a más del discursivo– es la causa de una serie de eventos desafortunados y la acumulación de contrariedades para muchos, miles de bolivianos, por el cierre del mercado estadounidense; “el desempleo, acabará en muchas ciudades del país, arrojando a individuos y familias íntegras a la indigencia y, posiblemente, a la calle”; pero, no solamente es eso, pues, en el fondo, quedarse sin una fuente de ingreso, acarrea desgracias familiares, divorcios, separaciones, pérdida de la vivienda, la familia, los hijos, en suma, los sueños y esperanzas. Para los más dignos, los actuales oligarcas del Estado Plurinacional, que siempre entendieron que la dignidad pasa por succionar y exprimir el capital (Tesoro General) del Estado y hacer de los pobres, un buen pobre (pobre bueno y resignado) invisible, una persona que ni siquiera sea capaz de atenderse a sí y por sí mismo, que sólo tenga el valor de pedir a la niñera estatal lo que necesita, es decir, la dignidad de alguien que se comporte como si no existiera; esa dignidad del masismo, está completamente reñida con la dignidad del trabajo humano como fuente de satisfacción y de derechos; mientras los dignos, caray, paisano, tengan la panza llena, la panza de un cholo visceral, no les importa un comino “el exilio social” que trae la pobreza y la escasez de trabajos dignos (seguro social, seguridad, estabilidad laboral).
La dignidad discursiva, ideológica, del presidente Morales, está antes que el trabajo, el empleo, la comida, la educación, la vestimenta –ahora que el frío arrecia–, entonces, estamos ante un primer mandatario, que nos está, diciendo, “no se preocupen, hermanos y hermanas, pobres siempre los tendrán” o “toda sociedad conocida ha tenido pobres”, aunque, no nos ha dicho todavía, si la sociedad del incario conocía la dignidad. Sencillamente, creo, el canillita, el K’epiri (cargador) y el carretillero, de la cancha, saben muy bien que, cuando las soluciones para los problemas son irracionales, excéntricos, irritantes, sumados con una cuota de indiferencia moral, no se hace más que obtener una mezcla social explosiva: pobreza y exclusión; y de eso ya tenemos mucho en nuestro país, alimentar esta mezcla es una violación de lesa humanidad.
El día que dios (Fidel y su cuadrilla) entró en la Habana, para echar las raíces de una revolución socialista que generaba muchas expectativas, como muchos jóvenes de mi tiempo, me adherí, porque pensaba en la oportunidad que tenían en nuestros países la igualdad, la justicia, la libertad, pero, después de más de cuatro décadas de verticalismo, autoritarismo, de una de la dictaduras más longevas de América Latina, no creo en revolución alguna, que prioriza la “dignidad de la exclusión social”; en Bolivia, se quiere guiar al pueblo hacia un éxodo de exilio social por el desierto de la pobreza, bajo el báculo de un excéntrico presidente, que se cree el ombligo del mundo; la historia está plagada de ídolos y dictadores y déspotas, muchas veces medio demócratas, cuyas profecías e ilusiones, otoños patriarcales, jamás se cumplieron, pero sí muchos crímenes –y quizá los más horrendos de la historia– se produjeron en nombre de, por y para los pobres, con la falsa profecía de su redención; también, se perpetuaron, asesinos y gorilas, porque no apareció a tiempo alguien que advirtiera el peligro, y muchas otras, porque la complaciente incredulidad de quienes no quisieron escuchar el llamado de alerta, pudo más.
Hoy, el gobierno del MAS, quiere no sólo borrar del imaginario social, todo rastro de interacciones e intercambios, producto de un mundo, cada vez más interrelacionado y de intercambio cultural y económico a escala planetaria, pero, sobre todo, intenta frenar la capacidad de proyectarse hacia el futuro. Si queremos continuar por el camino de la dignidad masista, con un enorme exilio social, para miles y miles de bolivianos, la elección es nuestra.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario