NEOCOLONIALISMO Y MARGINALIDAD
Las predicciones masistas, por medio de su “pachacutec”, Evo Morales Ayma, de una mayor integración y cohesión social en el país, a tres años de gobierno, no se han cumplido. Es mas, el discurso presidencial, ha hecho grandes esfuerzos por acrecentar “nuevos colonialismos”, tanto como la desigualdad y la segregación.
Ese número desdeñable, un puñado, de burócratas de izquierda (el entorno palaciego), se empeña mediáticamente en destacar avances que –según ellos– la administración masista ha logrado en el Estado, mucho mejor que en otros gobiernos; según ellos, problemas como el narcotráfico, el soborno, la delincuencia, la corruptela política, el compadrerio, el padrinazgo, no son sino manifestaciones tradicionales de la cultura política boliviana; la gran novedad de estas prácticas, es que los masistas las legitiman en nombre de –agresivo discurso– los pobres.
El “neocolonialismo etnocentrista” del MAS, no sólo hace bandera de lucha política, las reinvidaciones del colectivo indígena-originario, sino que además, reaviva los postulados del viejo colonialismo occidental ¿hemos escuchado resonar la voz de los indígenas con tono propio? No. Siguen siendo los blancoides los que hablan por ellos. El neocolonialismo etno, no socapa la conciencia indígena–originario, a plan de escopetazo limpio o amenazas igual que sus predecesores neoliberales, sino que usan razones de tipo técnico, más racionales, so pretexto de cambiar la estructura del Estado; pues, no cabe otra explicación, frente a las intenciones de los burgueses viscerales, incrustados en el masismo, que buscan conservar para sus intereses, un Estado esclerótico y cada vez más obeso en su administración.
Este nuevo colonialismo “etnocentrista” genera marginación social tan atroz como el capitalismo. En estos tres años, la pobreza urbana ha ganado cuerpo y tanta fuerza como a principios de los ochenta. Los buscavidas, mendigos, pedigüeños, ganapanes, pordioseros y todas las cofradías de mal vivientes, han poblado nuestras ciudades con más fuerza que el día que llegaron los españoles en 1492. Surgen nuevas formas de mendicidad más o menos encubierta: músicos de pasillo de restorantes y cafés, lava parabrisas, malabaristas de avenida, roba partes de coches y toda una nueva grey de vendedores de dulces y cigarrillos mientras espera uno que se ponga verde el semáforo o compramos el periódico. Así de perverso resulto ser el travestismo neocolonial del MAS.
Citaré en último término, el caso de la “marginalidad política”, que implanta este nuevo colonialismo etno: la de muchos ciudadanos bolivianos (as); paradójicamente, la transición hacia un nuevo Estado de socialismo comunitario no abre vías para un sistema de participación ¿dónde están sino los indígena–originarios en el llamado gabinete plurinacional? De ahí que el desprestigio de la política y los políticos (habrá contados y honrosas excepciones) es evidente, como lo refleja la conversación cotidiana y (lo que es peor aún) los sondeos de opinión. El comportamiento de los políticos viscerales, oficialistas como opositores, es el de evitar ir más allá, porque sólo cuenta el poder sobre las masas.
El gran ausente y que sufre una marginación brutal –en
El persistente etnocentrismo del discurso y la práctica masista, es la muestra de una “conciencia marginal global” que permea toda la sociedad boliviana; tanto así que, en muy poco tiempo el país ha pasado de ser un Estado periférico a “marginal”, dentro del contexto mundial de las naciones; si ello es bueno o malo, y si el “rampante colonialismo interno” del MAS nos abrirá paso hacia una sociedad más justa o dividida, o si el cambio de Estado pasa por el cambio de nombre de las instituciones y el ensanchamiento en la administración, el tiempo se encargará de decirlo.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
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