EL ESTADO SOCIAL COMUNITARIO
Tras el derrumbe del Estado Neoliberal en Bolivia, después de 25 años de democracia, se comenzó a discutir sobre “qué tipo de Estado” sería el más adecuado, que nos ayudaría a superar una conciencia “tribal o de hacienda”; ésta conciencia fue el sustento de la construcción del Estado, ya desde la época de la fundación de la República; si bien a partir de la marcha por la“tierra y territorio” de los pueblos indígenas del oriente boliviano, se aspiraba a que los derechos y las políticas sociales a favor de su cumplimiento se inscribiesen o fueran incluidas en el texto constitucional vigente, no aparecía ni de forma más remota en esos movimientos, la construcción de un “Estado Social Comunitario”; éste es producto de la visión oportunista de las izquierdas recalcitrantes de los 60, esa tendencia ideológica foquista, que arrastró al mítico Ché Guevara al fracaso militar en Ñancahuazú; y cuando el gonismo terminó por hundirse, amañadamente, lograron llenar esa conciencia tribal del pueblo con la imagen de un nuevo caudillo, un héroe de epopeya, un pseudo indígena.
Bolivia, a lo largo de 170 años de historia republicana, no sólo ha vivido una total ausencia de Estado en las convivencias ciudadanas, sino que, la escasa cultura cívica hizo añicos hasta las ideas más proyectistas de Estado que tuvo en determinados momentos; hoy, el cacareado Estado Social Comunitario, demuestra una clara insuficiencia para que las mayorías puedan estar representadas en él; de hecho se empieza a manejar, bajo al égida de la concepción Estatal del Socialismos del siglo XXI, un concepto de Estado solamente proteccionista de unas minorías burocráticas, sobre todo, las del partido, esas que controlan por medio del clientelismo y la corrupción, la conciencia de hacienda de las masas.
El Estado Social Comunitario del MAS perfila para muchos sectores de la clase media, una suerte de “apartheid político”; ya que por el momento parece no contar el 40% de electores que rechazó el texto constitucional aprobado; en la visión Social Comunitaria, la participación electoral de muchos sectores, es asumida sólo para legalizar una “democracia discriminativa”; de ahí que este Estado en cuyo marco se ejerce el derecho al voto, no tiene relación con los votante en cuanto Estado. Por otro lado, es por demás notorio, tras el escándalo de los 30 camiones en Pando y el caso del clan Ramírez-Doria Medina en la estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos), que estamos ante un Estado deficitario inoperante, y que por más atributos democráticos y legales que se arrogue, se encamina por el sendero de la deslegitimación real; pues, al no funcionar en sus instancias básicas es prácticamente inexistente, pues, el gobierno que es la cara más visible del Estado no funciona por medio de decretos. Por tanto, lo que opera es un gobierno mediatizado, un gobierno del discurso del cambio y del “Evo sí cumple”, puesto al servicio de unos pocos, dirigentes y políticos que se disputan las arcas del Estado.
El clientelismo político del Estado Social Comunitario, significa un retroceso real, peor que en épocas de cuartelazos o los gobiernos neoliberales, porque el pueblo continúa con la idea de que el Estado es de otros (Movimiento al Socialismo, Movimiento sin miedo, Partido Comunista de Bolivia, Movimiento M-19, etc.) y más grave aún, cuando dentro de la construcción jurídico-política, la población no tiene conciencia de pertenencia ni experimenta pertenencia alguna al Estado. De ahí que, muchas manifestaciones de las mayorías o minorías en el país, no son más que la muestra clara de una absoluta carencia de autoestima colectiva, manifestación por demás evidente, de la ausencia de percepción de la vigencia de un Estado al que se pertenece y en el que se puede y debe encontrar protección. En la conciencia colectiva del pueblo boliviano el Estado es todavía una idea muy difusa y académica.
La “corrupción”, el “contrabando”, el “desmantelamiento institucional”, el “tráfico de influencias”, que sufre el Estado, debido a la instauración del proclamado proceso de cambio, y otros quiebres que se ciernen sobre él, podemos afirmar que, por el memento, la realidad del “Estado en Bolivia”, se encuentra en una fase rudimentaria y presa de un inmovilismo estatal endémico.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
Tras el derrumbe del Estado Neoliberal en Bolivia, después de 25 años de democracia, se comenzó a discutir sobre “qué tipo de Estado” sería el más adecuado, que nos ayudaría a superar una conciencia “tribal o de hacienda”; ésta conciencia fue el sustento de la construcción del Estado, ya desde la época de la fundación de la República; si bien a partir de la marcha por la“tierra y territorio” de los pueblos indígenas del oriente boliviano, se aspiraba a que los derechos y las políticas sociales a favor de su cumplimiento se inscribiesen o fueran incluidas en el texto constitucional vigente, no aparecía ni de forma más remota en esos movimientos, la construcción de un “Estado Social Comunitario”; éste es producto de la visión oportunista de las izquierdas recalcitrantes de los 60, esa tendencia ideológica foquista, que arrastró al mítico Ché Guevara al fracaso militar en Ñancahuazú; y cuando el gonismo terminó por hundirse, amañadamente, lograron llenar esa conciencia tribal del pueblo con la imagen de un nuevo caudillo, un héroe de epopeya, un pseudo indígena.
Bolivia, a lo largo de 170 años de historia republicana, no sólo ha vivido una total ausencia de Estado en las convivencias ciudadanas, sino que, la escasa cultura cívica hizo añicos hasta las ideas más proyectistas de Estado que tuvo en determinados momentos; hoy, el cacareado Estado Social Comunitario, demuestra una clara insuficiencia para que las mayorías puedan estar representadas en él; de hecho se empieza a manejar, bajo al égida de la concepción Estatal del Socialismos del siglo XXI, un concepto de Estado solamente proteccionista de unas minorías burocráticas, sobre todo, las del partido, esas que controlan por medio del clientelismo y la corrupción, la conciencia de hacienda de las masas.
El Estado Social Comunitario del MAS perfila para muchos sectores de la clase media, una suerte de “apartheid político”; ya que por el momento parece no contar el 40% de electores que rechazó el texto constitucional aprobado; en la visión Social Comunitaria, la participación electoral de muchos sectores, es asumida sólo para legalizar una “democracia discriminativa”; de ahí que este Estado en cuyo marco se ejerce el derecho al voto, no tiene relación con los votante en cuanto Estado. Por otro lado, es por demás notorio, tras el escándalo de los 30 camiones en Pando y el caso del clan Ramírez-Doria Medina en la estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos), que estamos ante un Estado deficitario inoperante, y que por más atributos democráticos y legales que se arrogue, se encamina por el sendero de la deslegitimación real; pues, al no funcionar en sus instancias básicas es prácticamente inexistente, pues, el gobierno que es la cara más visible del Estado no funciona por medio de decretos. Por tanto, lo que opera es un gobierno mediatizado, un gobierno del discurso del cambio y del “Evo sí cumple”, puesto al servicio de unos pocos, dirigentes y políticos que se disputan las arcas del Estado.
El clientelismo político del Estado Social Comunitario, significa un retroceso real, peor que en épocas de cuartelazos o los gobiernos neoliberales, porque el pueblo continúa con la idea de que el Estado es de otros (Movimiento al Socialismo, Movimiento sin miedo, Partido Comunista de Bolivia, Movimiento M-19, etc.) y más grave aún, cuando dentro de la construcción jurídico-política, la población no tiene conciencia de pertenencia ni experimenta pertenencia alguna al Estado. De ahí que, muchas manifestaciones de las mayorías o minorías en el país, no son más que la muestra clara de una absoluta carencia de autoestima colectiva, manifestación por demás evidente, de la ausencia de percepción de la vigencia de un Estado al que se pertenece y en el que se puede y debe encontrar protección. En la conciencia colectiva del pueblo boliviano el Estado es todavía una idea muy difusa y académica.
La “corrupción”, el “contrabando”, el “desmantelamiento institucional”, el “tráfico de influencias”, que sufre el Estado, debido a la instauración del proclamado proceso de cambio, y otros quiebres que se ciernen sobre él, podemos afirmar que, por el memento, la realidad del “Estado en Bolivia”, se encuentra en una fase rudimentaria y presa de un inmovilismo estatal endémico.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
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