POPULISMO REVOLUCIONARIO SENSUAL
No cabe duda de que los revolucionarios de catacumba hoy convertidos en intelectuales progresistas, como García Linera, se han sensualizado, han sido ganados por el exotismo indigenista, han sido comprados por las becas venezolanas y cubanas, han sido ganados por la buena vida; y los grandes auspiciadotes de este empaque revolucionario que nos corroe como sociedad, ha sido dictado por las ONGs con un fuerte apoyo de las países bajos como Holanda y otros.
¿Por qué una gran masa de bolivianos y bolivianas han terminado rendidos ante la efigie del caudillo, construido por las ONGs? La respuesta no es sencilla, porque alude a una compleja red de interpretaciones que se adentran en el laberinto histórico del país; sin embargo, lo que aparece como explicación mediata al surgimiento del caudillo iletrado es la estafa política del neoliberalismo practicado por sucesivos gobiernos durante los últimos 25 años de democracia; los bolivianos a causa de dicha práctica perdimos la confianza en las instituciones para solucionar problemas comunes: la pobreza, la corrupción, mala distribución de la riqueza, y, sobre todo, una verdadera comunicación entre el Estado y la sociedad civil; ante este panorama, los revolucionarios populistas estaban al acecho y no dudaron en armar un proyecto sobre las espaldas de los más pobres y excluidos de este país.
Así, cuando la idea de un caudillo dictador, ya nos era ajena en muchos países de América Latina, aparece el fantoche de Hugo Chávez, y rápidamente los intelectuales sensuales de la izquierda boliviana, hacen uso del concepto de victimismo histórico para elevar a Evo Morales como el icono perfecto que responde a los intereses de la propuesta revolucionaria sensual; no obstante, nos damos cuenta que el chauvinismo de la izquierda que agonizó con la teoría de la dependencia de la CEPAL (Centro de Estudios para América Latina), hoy reencarnada en la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) con base en el Ecuador, busca, recuperar esos viejos postulados del Estado empresario de economía planificada, un Estado esclerótico y polvoriento; otra vez, sin embargo, nos demuestra esta propuesta su absoluta indigencia de ideas en materia económica, anclada en la concepción del Tercermundismo.
Evo Morales y su círculo palaciego de revolucionarios sensuales quieren chantárnoslo a los bolivianos ese Estado rector de la economía planificada de los 50, bajo el pretexto de un antineoliberalismo, craso y acrítico; estos nuevos salvadores, sensuales revolucionarios, tienen el cutis de unos bondadosos burócratas tocados de una alta sensibilidad social; de ahí que no sea gratuito el haber encumbrado a rango de dios al caudillo, o como Max Weber llama el sultanismo, donde la única ley es precisamente el deseo del soberano (caudillo).
La guerra política de nuestro país, ya no se libra como ilusamente creen los revolucionarios populistas, contra el neoliberalismo salvaje de los 90, que no hizo otra cosa que entregar el poder al masismo en bandeja bañada de petróleo; los enemigos que deben aplastar son ahora los que defienden la libertad, la democracia, los derechos humanos, cimientos innegociables de todo Estado de derecho, divorciado de cualquier tipo de totalitarismo, caudillismo, sultanismo o populismo sensual.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derecho humanos - UCB
No cabe duda de que los revolucionarios de catacumba hoy convertidos en intelectuales progresistas, como García Linera, se han sensualizado, han sido ganados por el exotismo indigenista, han sido comprados por las becas venezolanas y cubanas, han sido ganados por la buena vida; y los grandes auspiciadotes de este empaque revolucionario que nos corroe como sociedad, ha sido dictado por las ONGs con un fuerte apoyo de las países bajos como Holanda y otros.
¿Por qué una gran masa de bolivianos y bolivianas han terminado rendidos ante la efigie del caudillo, construido por las ONGs? La respuesta no es sencilla, porque alude a una compleja red de interpretaciones que se adentran en el laberinto histórico del país; sin embargo, lo que aparece como explicación mediata al surgimiento del caudillo iletrado es la estafa política del neoliberalismo practicado por sucesivos gobiernos durante los últimos 25 años de democracia; los bolivianos a causa de dicha práctica perdimos la confianza en las instituciones para solucionar problemas comunes: la pobreza, la corrupción, mala distribución de la riqueza, y, sobre todo, una verdadera comunicación entre el Estado y la sociedad civil; ante este panorama, los revolucionarios populistas estaban al acecho y no dudaron en armar un proyecto sobre las espaldas de los más pobres y excluidos de este país.
Así, cuando la idea de un caudillo dictador, ya nos era ajena en muchos países de América Latina, aparece el fantoche de Hugo Chávez, y rápidamente los intelectuales sensuales de la izquierda boliviana, hacen uso del concepto de victimismo histórico para elevar a Evo Morales como el icono perfecto que responde a los intereses de la propuesta revolucionaria sensual; no obstante, nos damos cuenta que el chauvinismo de la izquierda que agonizó con la teoría de la dependencia de la CEPAL (Centro de Estudios para América Latina), hoy reencarnada en la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) con base en el Ecuador, busca, recuperar esos viejos postulados del Estado empresario de economía planificada, un Estado esclerótico y polvoriento; otra vez, sin embargo, nos demuestra esta propuesta su absoluta indigencia de ideas en materia económica, anclada en la concepción del Tercermundismo.
Evo Morales y su círculo palaciego de revolucionarios sensuales quieren chantárnoslo a los bolivianos ese Estado rector de la economía planificada de los 50, bajo el pretexto de un antineoliberalismo, craso y acrítico; estos nuevos salvadores, sensuales revolucionarios, tienen el cutis de unos bondadosos burócratas tocados de una alta sensibilidad social; de ahí que no sea gratuito el haber encumbrado a rango de dios al caudillo, o como Max Weber llama el sultanismo, donde la única ley es precisamente el deseo del soberano (caudillo).
La guerra política de nuestro país, ya no se libra como ilusamente creen los revolucionarios populistas, contra el neoliberalismo salvaje de los 90, que no hizo otra cosa que entregar el poder al masismo en bandeja bañada de petróleo; los enemigos que deben aplastar son ahora los que defienden la libertad, la democracia, los derechos humanos, cimientos innegociables de todo Estado de derecho, divorciado de cualquier tipo de totalitarismo, caudillismo, sultanismo o populismo sensual.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derecho humanos - UCB
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