miércoles, 5 de junio de 2013

EL PAÍS SINTÉTICO



EL PAÍS SINTÉTICO

El actual gobierno del MAS ha reducido la función del Estado a un simple patrón en el sentido más laxo del término. La función administrativa económica del Estado Pluri es sencillamente igual que la de una fábrica de embutidos o de plásticos. La ausencia de una legislación adecuada, sobre todo, en lo que respecta a los fondos manejados por la presidencia, bajo el programa “Evo cumple”, ha generado una desconfianza tal que, la idea que se tiene del Estado no difiere en mucho a la de una factoría de pasta base, que reparte dinero por aquí y por allá para sustentar favores.
Vivimos bajo la dominación, alternativamente benévola y jocosa, de una burocracia política que engloba a líderes sindicales y burócratas onegesistas formados por USAID y, sobre todo, un montón de especialistas de la manipulación de masas, por supuesto, el más conspicuo en este arte representa el señor Vice. Así como anda nuestro sistema político, todo tiende a mostrarnos que pronto será el mismo una reliquia, y, por cierto muy temible, y su hundimiento puede sepultarnos como un alud a todos; sin embargo, haríamos mal en culpar sólo al MAS (remedo del MAS venezolano de la década de los 70). Bien sabemos que el actual gobierno, por mucho que se esfuerza en instalar un discurso de cambio, estéril en todo sentido, no ha podido solucionar los errores heredados desde la Independencia, y, la peor de todas, ha sido la instauración de lo que podríamos llamar “la mentira constitucional”, traducida hoy en la dictadura constitucional; la mentira que sufre el país desde su fundación se evidencia en la enorme distancia que existe entre la realidad legal, sea esta liberal o progresista, con la realidad de la nación que se desangra en la diferencia abismal entre unos y otros, entre los privilegios de una burguesía política y la farsa de las canchitas de césped sintético, desiertos mercados (nada más cumplen la función de sedes para fiestas, pasanakus y otros), polifuncionales deportivos. Pero, todos somos culpables de la perpetuación de una mentira así, aunque la mayor responsabilidad recae sobre la testa de los intelectuales poseídos por el dogmatismo y el espíritu del partido y su ideología. La culpa es colectiva. Nuestros partidos, del MNR a UN, del PCB al MAS, unos a la derecha y otros a la izquierda, no han pasado de la charlatanería; para muestra, la actual Asamblea Pluri donde los diputados y senadores parecen fantasmas.
El obscurantismo político ha logrado cubrir la realidad del país en todo momento con unas cuantas fórmulas y lugares comunes. En su momento aquello que llamamos por pereza y facilidad mental, derecha, recurría a viejas fórmulas como esa de que el comunismo, el colectivismo era el lado oscuro y violento de la historia y que con su doctrina convertía a las clases populares, a los plebeyos, en reaccionarios. El obscurantismo progresista, y con el perdón correspondiente, llamamos, izquierda,  ha aportado pocas ideas nuevas, y el achaque de nuestro atraso y nuestra dependencia, la pobreza y la ignorancia de nuestro pueblo, pero, sobre todo, la atribución de todos los males al imperialismo norteamericano (nuestro chivo expiatorio) ha sido un recurso de mala fe. Y las más estériles de las interpretaciones de la realidad nacional, se las debemos a los balbuceos de la izquierda y sus intelectuales.
Hasta hoy la esterilidad de la izquierda boliviana ha sido tan grande como su incapacidad para gobernar. Le falta ideas, y le falta líderes. El que encontraron no es de izquierda ni de derecha, es solo eso, una falsa idea parida por la mentira constitucional. No cuenta con un programa estrictamente boliviano. Nos hace falta un modelo de desarrollo distinto al que ofrece el totalitarismo del socialismo del siglo XXI venezolano o el anacrónico socialismo cubano, que se alimenta a fuerza mayor de gastadas fórmulas de hace 50 años atrás.
Nuestra endeble democracia y el desarrollo de la nación no requieren de realidades legales perfectas, sino tan sólo un poco de independencia, realismo e imaginación, y menos canchas de pasto sintético o construcciones que sufren de elefantiasis: mercados para trueques, casas sindicales y/o regalos de movilidades robadas a los dirigentes, para que se conviertan en propagandistas de la mentira constitucional, del país de césped sintético en el que vivimos.

Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo